“Y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, aun nosotros mismos gemimos en nuestro interior, aguardando ansiosamente la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo”, Romanos 8:23.
Una de las cosas interesantes de este capítulo es que nos permite darnos cuenta de tres “gemir” que ocurren y que expresan tres verdades para nosotros hoy.
En primer lugar vemos que la creación gime (v. 19). El versículo dice que la razón es que “aguarda ansiosamente” puesto que fue “sometida a vanidad” (v. 20) y frustración. Este gemir de anticipación será litigado en “la revelación de los hijos de Dios” (v.19). En ese momento “será también liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios (v.21). Hay una realidad de corrupción que esclaviza la creación hoy en día.
Pero no solo la creación gime ante esta realidad como si tuviera “dolores de parto” (v. 22), también nosotros que aunque ya tenemos las primicias del Espíritu, “gemimos en nuestro interior” (v.23) mientras aguardamos la redención de nuestro cuerpo. Es un hecho y garantía con la que podemos contar como hijos y “con paciencia (perseverancia) lo aguardamos” (v.25), pero esos gemidos internos son la lucha de nuestra carne, y la dulce derrota de Su Espíritu al continuar derrumbando cualquier otro fundamento sobre el cual ponemos nuestra fe, confianza y esperanza.
Sin embargo, hay un tercer “gemir” en este capítulo y es el Espíritu mismo quien intercede encarecidamente ante el Padre en nuestro favor “con gemidos indecibles” (v.26). Es un gemido para que recibamos la ayuda necesaria, para que nos mantengamos firmes y constantes, y para que la obra de Dios sea completada en nuestra vida a través de este doloroso, pero efectivo proceso “conforme a la voluntad de Dios” (v. 27). Es de gran ánimo para nosotros también saber que “el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad” (v. 26).
El apóstol Pablo va entonces a grandes distancias para traernos esa seguridad de la obra de Dios en nuestra vida recordándonos que “para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien” (v.28), que éste es un proceso de transformación (v.29) y que “Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros? (v.31).
Y si todavía hubiera duda alguna en relación a las intenciones de Dios para nosotros, somos recordados que nada nos podrá “separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (v.39) y que “El que no negó ni a Su propio Hijo, sino que Lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también junto con El todas las cosas?” (v. 32).
Piensa en esto y encuentra tu descanso en Él.