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El libro Mandamientos imposibles, de Jonty Allcock, es una herramienta práctica que nos permite considerar que nuestro Padre nos entregó mandatos que —aunque imposibles de obedecer en nuestras fuerzas— sí podemos obedecer de forma continua, solo si trabajamos en su conocimiento y aplicación en nuestra vida descansando en Su gracia.

Estas son veinte frases que saltaron a mi vista cuando leí este libro.


La obediencia es impulsada por un entendimiento maravilloso de la bondad de los mandatos de Dios (p. 5).

El primer paso para aprender a obedecer a Dios es entender con una claridad cristalina absoluta que no puedo hacerlo (p.16).

El Espíritu Santo es el poder que acompaña a la Palabra de Dios y logra los propósitos divinos (p. 25).

Jesús me ha dado una nueva vida, y así los mandamientos que una vez me condenaron ahora vienen con toda la fuerza del poder de Dios para permitir mi obediencia (p. 29).

Aprender a obedecer gozosamente los mandamientos de Dios consiste en tener una relación íntima con el Dios que nos hizo, que nos ama (p. 33-34).

Si nunca admitimos que estamos equivocados, nunca experimentaremos el gozo de la obediencia (p. 38).

La vida cristiana no es una existencia serena y sin esfuerzo. Es una lucha, un maratón, un conflicto (p. 42).

El mandamiento de amar a Dios es parte de la forma en que Dios nos protege del irresistible poder de los falsos dioses (p. 51).

El gozo es algo que haces antes de que sea algo que sientes. Poner las cosas en el orden correcto importa enormemente (p. 62).

Jesús murió porque quiere que descubras el gozo para el que fuiste creado en una relación con Dios Padre (p. 65).

La perfección no es el estándar que tienes que alcanzar para ser aceptado en la familia de Dios; es el estándar que Jesús ha cumplido para darte la bienvenida a ella (p. 80).

Temer a Dios no significa tenerle miedo o terror, sino verlo como realmente es, en toda su asombrosa majestad y poder. Significa reverenciarlo y obedecerlo (p. 93).

Resulta esencial que interioricemos profundamente la verdad de que Jesús nos ama. Él te ama libremente. No tiene que amarte, pero eligió hacerlo (p. 111).

El amor activo es constante y fiel. Hace lo que dice que hará, así como Jesús amó completamente a sus discípulos (p. 113).

El mandato de ser humilde constituye un desafío a mi sentido de derecho; este implica la voluntad de dejar que otros vayan adelante (p. 132).

Jesús tiene todo el derecho de exigir que le sirvamos. Sin embargo, en lugar de eso, primero nos sirve a nosotros (p. 135).

El poder para ser completamente humildes y gentiles no reside en nosotros. El que nos ordena ser humildes es el que nos permite vivir esa experiencia (p. 138).

Si la humildad viene del cielo, entonces realmente necesitamos pedirla. Este es uno de los buenos regalos que a Dios le gusta dar (p. 138).

Hay gran gozo en la batalla por la obediencia. Y en los días en que fallas, ahí está Jesús, listo para perdonarte, levantarte y ayudarte a intentarlo de nuevo (p. 153).

Nuestra esperanza descansa en Su obediencia perfecta. Su muerte obediente nos salva del castigo que merecemos (p. 157).

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