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Cuando pensamos en «narrativas del evangelio», naturalmente pensamos en Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Después de todo, son los principales relatos que tenemos de la vida de Jesús. Para mantener la atención centrada en Jesús y Su ministerio, no hay nada como los cuatro evangelios.

Pero hay un libro que se acerca bastante: Hebreos. No está escrito como una narración, pero relata tantas etapas de la historia de Jesús que, en ocasiones, es casi como tener un quinto evangelio. Algunos de los puntos más obvios de la trama incluyen la encarnación de Jesús (2:14), Su vida sin pecado (4:15) y Su intercesión celestial (7:25).

Un erudito se ha referido a esto como la «subestructura narrativa» de Hebreos. Es una narrativa esparcida de forma no secuencial a lo largo del libro. Examinemos esa narrativa en orden cronológico. He identificado diecisiete puntos de la trama, agrupados en cuatro apartados generales. Es una narrativa sobre Jesús: no solo quién es, sino también lo que hizo, lo que está haciendo y lo que va a hacer.

La preencarnación: “el resplandor de Su gloria” (1:3)

1. La existencia divina eterna

El Hijo existe eternamente como «el resplandor de Su gloria [de Dios] y la expresión exacta de Su naturaleza» (1:3). Su divinidad se resalta a lo largo del capítulo 1 en el hecho de que comparte los honores de Dios (la adoración de los ángeles y un asiento en el trono de Dios, vv. 3, 6, 13), los atributos de Dios (inmutabilidad y eternidad, vv. 11-12), los nombres de Dios («Dios» y «Señor», vv. 8, 10) y las obras de Dios (crear y sostener todas las cosas, vv. 3, 10-12). Una y otra vez, los pasajes del Antiguo Testamento sobre Dios se aplican al Hijo (ver especialmente vv. 8-12).

2. La creación

El Hijo es el agente divino personal «por medio de quien [Dios] hizo también el universo» (v. 2). Como «Señor», Él «en el principio [puso] los cimientos de la tierra, y los cielos son obra de [Sus] manos» (vv. 10-12, citando Sal 102:25-27; cp. Is 44:24).

3. La preservación

El Hijo no solo creó el universo, sino que también «sostiene todas las cosas por la palabra de Su poder» (He 1:3). El tiempo presente participio de «sostiene» apunta a una acción continua, en contraste con el verbo en pasado «hizo» (v. 2).

La encarnación: “al entrar Cristo en el mundo” (10:5)

4. La encarnación

Puesto que Dios no estaba satisfecho con los sacrificios y ofrendas de animales, Él preparó un cuerpo para Cristo (10:5). Debido a que los «hijos» que Dios le había dado «participan de carne y sangre, también Jesús participó de lo mismo» (2:14). Al hacerse hombre, el Hijo fue «hecho un poco inferior a los ángeles» (vv. 7, 9). El autor se refiere al tiempo que Cristo pasó en la tierra como «los días de Su carne» (5:7; cp. 9:26). Los siguientes tres puntos describen desde diferentes ángulos lo que Jesús hizo en los días de Su carne.

5. La obediencia sin pecado

Jesús fue «tentado en todo como nosotros, pero sin pecado» (4:15). Su impecabilidad era un requisito para convertirse en un sumo sacerdote perfecto: uno que, a diferencia de Aarón, no necesitaba «ofrecer sacrificios […] por sus propios pecados» (7:27; cp. 5:3). Su impecabilidad también era necesaria para que lo que ofrecería como sumo sacerdote en el cielo (es decir, Él mismo y Su muerte sacrificial) fuera «sin mancha» (9:14; cp. 7:26). La otra cara de Su impecabilidad era Su obediencia. Cristo vino a hacer la voluntad de Dios (10:7). No solo obedeció, sino que también «aprendió obediencia por lo que padeció» (5:8): aprendió a obedecer mandamientos cada vez más difíciles y a superar pruebas cada vez más grandes.

6. El sufrimiento

En los días de Su carne, Cristo «fue tentado en el sufrimiento», incluso ofreciendo «oraciones y súplicas con gran clamor y lágrimas» a Su Padre (2:18; 5:7-8). Soportó el reproche «fuera de la puerta» (13:12-13) y «soportó la cruz, despreciando la vergüenza» (12:2). Fue «por medio de los padecimientos» que el Hijo fue finalmente «hecho perfecto» (2:10; 5:9; cp. 7:28), es decir, perfectamente capacitado para servir como sumo sacerdote (5:9). Es debido a Su sufrimiento que tenemos un sumo sacerdote que es capaz de «compadecerse de nuestras flaquezas» (4:15; cp. 2:17).

7. La muerte redentora

Como clímax de Su sufrimiento, el Hijo soportó el «padecimiento de la muerte» (2:9). Por eso participó de la carne y la sangre de Sus hermanos: «para anular mediante la muerte el poder de aquel que tenía el poder de la muerte» (v. 14). Esta es la razón por la que «fue hecho un poco inferior a los ángeles»: para que «probara la muerte por todos» (v. 9). Es Su muerte la que alcanza «la redención [de nosotros] de las transgresiones que se cometieron bajo el primer pacto» (9:15).

Así como un testamento solo entra en vigor tras la muerte, es la muerte de Jesús la que establece el nuevo pacto (vv. 15-18). Como víctima sacrificial, Cristo fue «ofrecido una vez» por Su Padre «para llevar los pecados de muchos» (v. 28; cp. Is 53:12). Cada referencia a la sangre de Jesús es una referencia implícita a Su muerte (He 9:12, 14; 13:12, 20).

Pero Su muerte no fue el fin.

La exaltación: “ungido… más que a Tus compañeros” (1:9)

8. La resurrección

Cuando se nos dice que el clamor de Jesús «fue oído», esta debe ser una referencia a Su resurrección (5:7). Después de todo, Dios claramente no «lo libró de la muerte» al evitar que muriera. En cambio, se nos dice que «el Dios de paz […] resucitó de entre los muertos a Jesús nuestro Señor» (13:20).

Esta resurrección es fundamental para el sacerdocio de Jesús (pues Hebreos ve Su sacerdocio no como un oficio que desempeñó en la tierra, sino como uno al que entró después de haber «sido hecho perfecto», 5:9; 8:4). A diferencia del mortal Aarón, Cristo «ha llegado a serlo […] según el poder de una vida indestructible» (7:16). A diferencia de los sacerdotes levíticos, Jesús nunca morirá en Su oficio. «Jesús conserva Su sacerdocio inmutable puesto que permanece para siempre» (v. 24).

En Su muerte, Jesús se convirtió en la víctima sacrificial cuya sangre quitaría el pecado. Pero es Su resurrección la que le permite ser «constituido» como sacerdote para siempre «según el orden de Melquisedec» (5:10; 7:15-17).

9. La ascensión

Algún tiempo después de Su resurrección, Jesús «trascendió los cielos» (4:14). La travesía en sí no se explica en detalle, ya que el enfoque se centra más en lo que hizo al llegar al cielo. No obstante, esta trascendencia de los cielos es lo que marca la transición de «los días de Su carne» (5:7) a Su actual ministerio sacerdotal en el cielo (8:4). También es lo que lo llevó al lugar donde pudo hacer Su ofrenda una vez para siempre (9:24-25).

10. El auto-ofrecimiento celestial

Esta quizá sea la contribución más única de Hebreos a la trama bíblica: el auto-ofrecimiento sacerdotal de Jesús en el cielo. Después de ascender, «entró al Lugar Santísimo una vez para siempre, no por medio de la sangre de machos cabríos y de becerros, sino por medio de Su propia sangre, obteniendo redención eterna» (9:11-12). Del mismo modo que el sumo sacerdote entraba una vez al año en el Lugar Santísimo en la tierra con «sangre ajena» (v. 25, cf. vv. 1-7), Cristo entró en el Lugar Santísimo en el cielo por medio de Su propia sangre. Pero mientras que ellos entraban una vez al año, Cristo entró una vez para siempre (v. 7; 10:10, 12).

A diferencia de Aarón, Cristo es tanto la víctima sacrificial cuya sangre es derramada como el sumo sacerdote que lleva la sangre detrás del velo para ofrecerla (lo que, una vez más, explica por qué la resurrección ocurrió en medio de ambas acciones, ya que un sacerdote muerto no puede ofrecer nada). Él se convirtió en la ofrenda sacrificial en la tierra (9:28), pero actuó como el sumo sacerdote autosacrificado en el cielo (v. 24), lo que fue seguido por Su sesión.

11. La sesión

«Después de llevar a cabo la purificación de los pecados [es decir, en el santuario celestial], el Hijo se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas» (1:3). En contraste con Cristo, «todo sacerdote [levítico] está de pie, día tras día, ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados» (10:11). Pero «Cristo, habiendo ofrecido un solo sacrificio por los pecados para siempre [es decir, en el cielo], se sentó a la diestra de Dios» (v. 12).

Detrás de todas estas referencias se encuentra el Salmo 110:1, que se cita explícitamente en Hebreos 1:13 y se repite en 1:3, 8:1, 10:12 y 12:2. La sesión en el trono de Dios establece a Jesús no solo como Sacerdote, sino también como Rey (1:8; 2:9).

12. La intercesión

Puede que nuestro sumo sacerdote esté sentado, pero no está ocioso. Él «vive perpetuamente para interceder por [nosotros]» (7:25). Esta es una intercesión salvadora. Jesús ha entrado en el cielo «para presentarse ahora en la presencia de Dios por nosotros» (9:24, énfasis añadido). Esta es la razón por la que se nos insta a «[acercarnos] con confianza al trono de la gracia» (4:16).

La consumación: “a quien constituyó heredero de todas las cosas” (1:2)

13. Segunda manifestación

Así como Cristo se manifestó «una sola vez en la consumación de los siglos» en la encarnación (9:26), también «aparecerá por segunda vez» (v. 28). Cuando nos sintamos tentados a rendirnos, deberíamos recordar lo siguiente: «Porque dentro de muy poco tiempo, / El que ha de venir vendrá y no tardará» (10:37).

14. La salvación de Su pueblo

Los mismos pasajes que mencionan la segunda venida de Cristo también la describen como el tiempo en que Él traerá la «salvación de los que ansiosamente lo esperan» (9:28) y cuando nosotros «[obtendremos] la promesa» (10:36). Ese será el día en que «[heredaremos] la salvación» (1:14) y experimentaremos «la resurrección de los muertos» (6:2).

15. El cambio del cosmos

Un día los cielos «perecerán» y Jesús «los enrollará» y los cambiará «como una vestidura» (1:10-12). Esto formará parte de la transición de este mundo al «mundo venidero» (2:5). También se nos promete que «Aún, una vez más, [Dios hará temblar] no solo la tierra, sino también el cielo» indicando «la remoción de las cosas movibles, […] a fin de que permanezcan las cosas que son inconmovibles» (12:26-27). Lo que quedará será el reino inconmovible (v. 28).

16. El juicio de Sus enemigos

Algún día los enemigos de Jesús serán convertidos en «estrado de Sus pies» (1:13; 10:13). Esta verdad del «juicio eterno» forma parte de «las enseñanzas elementales acerca de Cristo» (6:1-2). Aquellos que rechazan al Hijo, «terminan por ser quemados» (cp. v. 8). No les queda más que «cierta horrenda expectación de juicio, y la furia de un fuego que ha de consumir a los adversarios» (10:27; cp. vv. 29-30).

17. El reino sobre el mundo venidero

A todo esto, le seguirá «el mundo venidero», el cual Dios no ha sometido a los ángeles, sino al hombre: primero a Jesús y después a nosotros (2:5-9). Esta «ciudad» ya existe en el cielo, donde Jesús está entronizado (12:22; 1:3, 8, 13). Pero el cielo no es suficiente para contener Su herencia. Él ha sido nombrado «heredero de todas las cosas», lo que incluye no solo el cielo, sino también la tierra (1:2).

Predicando el evangelio de Hebreos

Hebreos es famoso por sus advertencias, y con razón. Después de todo, Hebreos es un sermón (es decir, una «palabra de exhortación», 13:22), y cualquier sermón que valga la pena estará lleno de advertencias. Sin embargo, incluso en Hebreos, estas advertencias no flotan en el aire; se basan en una subestructura narrativa. La exhortación principal es «considerar a Jesús» (cp. 3:1). Por eso son buenas nuevas, no solo un buen consejo.

Hebreos es famoso por sus advertencias. Sin embargo, estas advertencias no flotan en el aire; se basan en una subestructura narrativa del evangelio

Entonces, por supuesto, sazonemos nuestra predicación con advertencias y exhortaciones. Pero también asegurémonos de que nuestros sermones estén entretejidos con esta misma trama del evangelio. No tenemos que amontonar los diecisiete puntos de la trama en cada sermón, pero tal vez podríamos usarlos como una rúbrica para preguntarnos: «¿Hay algún aspecto del ministerio de Jesús que yo rara vez mencione o del que saque alguna aplicación?».

En lo que respecta a la narrativa del evangelio, Hebreos es un buen complemento de los cuatro evangelios, precisamente porque se centra más en las etapas del ministerio de Jesús que se encuentran más allá de Su línea temporal, especialmente Su ministerio sacerdotal en el cielo. De cualquier forma en que se mire, el evangelio es una historia. Así que, si necesitas ayuda para contar esa historia, piensa en Hebreos.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por María del Carmen Atiaga.
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