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Si te pregunto si lees la Biblia, probablemente contestarás algo como: “¡Por supuesto, todos los días!”. Si después de eso hago una pausa mirándote a los ojos, quizá cambies tu respuesta a: “Bueno, procuro hacerlo cada día, pero tú sabes…”.

¿Qué hay del estudio bíblico? Tristemente, es algo que pocos creyentes hacen con regularidad. En su libro, Cómo estudiar e interpretar la Biblia, R. C. Sproul nos explica por qué es importante que todos los cristianos, no solo los pastores o los que estudian en el seminario, aprendan a estudiar sus Biblias por sí mismos.

Si no tienes idea de cómo empezar a estudiar la Palabra, este puede ser un excelente recurso para introducirte al tema. Con su clásico estilo, profundo pero sencillo, Sproul nos anima diciendo que “no se requiere ninguna especial proeza intelectual ni algún don espiritual para entender el mensaje básico de la Escritura” (pos. 159-160). ¡Si estás leyendo esto, también puedes estudiar la Biblia!

Estas son solo algunas de las cosas que aprendí leyendo este libro.

1. El obstáculo principal es la pereza.

“Fallamos en nuestro deber de estudiar la Palabra de Dios, no tanto porque sea simple y aburrida sino porque es trabajo. Nuestro problema no es de falta de inteligencia o de pasión; nuestro problema es que somos perezosos” (pos. 172).

Seamos honestos, no estudiamos porque nos da flojera. Sabemos que es importante, pero no vivimos conforme a esa verdad. Hoy más que nunca en la historia tenemos a nuestra disposición toda clase de herramientas y recursos para enseñarnos y facilitarnos el estudio bíblico. ¿Los estamos usando? ¿Estamos apartando regularmente un tiempo para sentarnos y extraer el significado de un pasaje de la Biblia?

Vivimos en un mundo instantáneo. Queremos resultados sin invertir tiempo ni esfuerzo. Pero a la hora de estudiar la Biblia no hay atajos. No hay fórmulas mágicas. Necesitas sentarte frente al texto, leerlo una y otra vez, tomar notas, hacer preguntas, buscar referencias, leer otra vez, hacer más preguntas… ¡es trabajo duro!

2. Estudiamos la Biblia para que la Biblia nos estudie a nosotros.

“La Biblia frecuentemente dice cosas que no queremos oír. Podemos ponernos tapones en los oídos y vendas en los ojos. Es más fácil y mucho menos doloroso criticar la Biblia que permitir que la Biblia nos critique a nosotros” (pos. 515).

Muchas personas terminan de leer la Biblia y lo primero que se preguntan es: “¿Qué significa este pasaje para mí?”. Sin saberlo, están haciendo un ejercicio de eiségesis. Es decir, están imponiendo un significado propio al texto. No tiene sentido que alguien abra un libro de álgebra, lea un párrafo al azar, y se pregunte: “¿Qué significa este pasaje para mí?”. Nadie dominará jamás la ecuación cuadrática de esta manera.

La pregunta que debemos hacer es: “¿Qué dice este pasaje?”. Eso se llama exégesis, y es simplemente extraer el significado de las palabras, sin añadir ni quitar nada. Muchas veces no nos gusta hacer esto porque, además de que implica esfuerzo, cuando lo hacemos la Escritura confronta nuestro pecado una y otra vez. La Biblia muestra lo glorioso que es Dios y lo pequeños que somos nosotros. Al hacer exégesis nos damos cuenta de que no somos el personaje principal del texto.

El objetivo del cristiano no es estudiar por estudiar. Estudiamos para contemplar a Dios y ser confrontados por su gloria. Eso nos transforma más y más a su imagen, y ser transformados duele. Pero es un dolor glorioso.

El objetivo del cristiano no es estudiar por estudiar. Estudiamos para contemplar a Dios y ser confrontados por su gloria.

3. Un solo significado, muchas aplicaciones.

“A pesar de que un pasaje de la Escritura tiene un solo sentido, puede tener muchas aplicaciones a una amplia variedad de matices en nuestras vidas” (pos. 742).

A nadie le gusta que lo malinterpreten. Si escribes algo, te esfuerzas por dejarlo claro para que tu destinatario pueda entender precisamente lo que quisiste transmitir. No es diferente en el caso de la Escritura. El texto tiene un significado objetivo que descubrimos usando las herramientas gramaticales que todos conocemos.

Por supuesto, esto no quiere decir que el texto no puede aplicarse de muchas maneras diferentes. Las implicaciones de un pasaje para los creyentes trascienden el tiempo y el espacio. Millones de cristianos alrededor del mundo pueden leer un mismo pasaje, encontrar su significado objetivo, y aplicarlo a sus vidas de manera rica y variada. ¡Jamás terminaremos de explorar las profundidades de la Palabra de Dios!

4. Los personajes de la Biblia son personas reales, de carne y hueso.

“Si tratamos de ponernos en la situación de los personajes de la Escritura, podemos llegar a un mejor entendimiento de lo que estamos leyendo” (pos. 911).

Llegamos a estar tan familiarizados con los personajes bíblicos —Moisés, David, Ester, Pablo— que se nos olvida que fueron personas de carne y hueso. Ellos sintieron dolor, sufrieron, dudaron, envejecieron, estuvieron confundidos, vivieron en cierta cultura y cierto tiempo. Llegamos a pensar: “¡Yo jamás hubiera hecho esto!”, olvidando el pecado que cometimos hace diez minutos.

Dios escribió la historia de la redención usando personas como tú y como yo. En este libro, R. C. Sproul nos invita a “introducirnos en la piel” de los personajes sobre los que estamos leyendo y ver cómo eso nos ayuda a comprender mejor el texto bíblico.

5. El orgullo del que no lee.

“No prestar atención a los buenos maestros es una manera de despreciar los recursos que el Espíritu Santo ha provisto para nuestra edificación” (pos. 1834).

Curiosamente, el último punto que quiero resaltar de un libro que habla sobre cómo leer la Biblia, es que no debemos leer solo la Biblia. Como dicen por ahí, estamos parados sobre hombros de gigantes. Dios nos ha regalado incontables hombres y mujeres en la historia de la Iglesia de quienes podemos aprender. No leerlos es ser arrogantes y pensar que nosotros solos podemos entender toda la Escritura.

Por supuesto, esto no se trata de buscar siempre que otras personas nos expliquen lo que la Biblia quiere decir. Debemos aprender a estudiar nosotros mismos el texto y luchar con él hasta que podamos extraer su significado. Sin embargo, después de haber hecho esto, no podemos ignorar el consejo y la sabiduría de aquellos que ya han pasado por donde nosotros estamos. ¡Aprovechemos los recursos que por gracia de Dios tenemos disponibles!

Conocer para adorar

¿Qué es lo que te ha detenido de invertir tu tiempo en el estudio de la Palabra? ¿Flojera? ¿Orgullo? ¿Miedo? Dios nos ha concedido el privilegio de conocerle a través de un libro. Dios desea revelarnos su gloria a través de las páginas de su Palabra. Que esto nos asombre y nos lleve a arrepentirnos por despreciar ese regalo.

En Jesús tenemos acceso completo delante del Padre. El Espíritu Santo mora en nosotros y nos guía a toda verdad. Tenemos una mente que fue diseñada para conocer a Dios y amarle. ¡No te hace falta nada! El Señor te ha dado todo lo que necesitas para acercarte a la Biblia y ser transformado. Nunca olvides que el objetivo final del creyente no es el conocimiento, sino la adoración. ¡Vamos a estudiar!


Imagen: Lightstock
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