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A mis hijos le gusta el fútbol. Aunque no sé mucho de deportes, me ha tocado sentarme con ellos a ver partidos y a conversar de las destrezas de los jugadores. Recientemente me percaté de que en el campo de juego existen posiciones, unos son los que hacen los goles, que se llaman “delanteros”, y otros los que le impiden al equipo contrario hacer un gol, que se llaman “defensas”.

Los defensas no son muy conocidos. Todos se emocionan con el jugador que hace los goles. Esos por norma son los más famosos, son los que se llevan el mérito por haber ganado el partido. Pero ¿qué sería del equipo sin los jugadores de defensa? La defensa, sin embargo, es imprescindible para garantizar la victoria, y todos los que juegan lo saben. Los delanteros solos no puede ganar el partido, necesitan la ayuda de sus compañeros que complementan el juego.

A la luz de esta realidad me pregunto: ¿cómo se sentirán los defensas, cuyos goles en cantidad son una fracción de los goles de los delanteros? Pienso que bien, porque si no amaran su posición no jugarían en ella. Estoy segura de que ellos, a pesar de no ser tan conocidos, saben lo vital de su posición en el juego y están más enfocados en hacer que su equipo gane que en hacerse famosos.

Un matrimonio de delantero y defensa

A la luz de la Palabra, el hombre y la mujer tienen una relación complementaria que me atrevería a compararla con la relación defensa-delantero. Fue a ambos que Dios les asignó el rol de gobernadores de la tierra. Pero al igual que en un partido de fútbol, el hombre juega un papel diferente al de la mujer. Bíblicamente hablando, se le ha otorgado a él la posición de delantero, pues su rol es ser cabeza del hogar. A la mujer se le ha otorgado la posición de defensa, al servir como ayuda idónea para que el juego sea victorioso. Una mujer complacida y enfocada en vivir el rol que Dios le ha dado experimenta gozo y satisfacción aunque ella no sea la figura que más resalta en el juego.

No sé si te has percatado de lo siguiente con relación a la mujer descrita en Proverbios 31. A partir del verso 10 vemos al autor resaltando las virtudes de esta mujer. Dice de ella que es una mujer capaz, trabajadora, enérgica, sagaz en los negocios, y sabia. ¡Quién de nosotras no quisiera tener por lo menos tres de esos atributos!

Una mujer complacida y enfocada en vivir el rol que Dios le ha dado experimenta gozo y satisfacción aunque ella no sea la figura que más resalta en el juego.

Esta mujer era verdaderamente especial. Pero una de las cosas que la hace más especial es la visión de su rol en el matrimonio. Esta visión tiene un impacto en la forma en cómo ella trata a su esposo. Dice que ella le trae bien y no mal, y el resultado de todo su actuar se refleja en su esposo, quien reconoce sus virtudes, la alaba, y confía en ella.

Conocido en las puertas

En el mismo pasaje de Proverbios 31 hay un verso en el que me quiero detener:

“Su marido es conocido en las puertas de la ciudad, cuando se sienta con los ancianos de la tierra” (v. 23).

En medio de esta descripción tan poderosa de esta maravillosa y dotada mujer está la descripción de su esposo. Es él, y no ella, quien es bien conocido en las puertas de la ciudad. Acerca de este versículo dice un comentario: “Aunque ella obviamente es enérgica y competente, ella actúa de una manera que honra el liderazgo de su esposo en lugar de denigrarlo. Ella lo respeta y lo edifica”.

A pesar su impresionante capacidad, esta mujer no está compitiendo con su esposo para ser ella la conocida en las puertas, para ser ella reconocida públicamente. Ella, como el jugador de defensa, ejecuta de forma excelente su posición en el juego para que el designado en meter los goles brille.

Tristemente, ese concepto de juego en equipo no lo veo en las familias que conforman nuestra sociedad moderna. Veo algunas mujeres compitiendo con sus esposos en muchas tareas diarias de la vida familiar, laboral, y social. Su papel de ayuda complementaria, como está descrita en la Biblia, no es lo que sus mentes y corazones quieren alcanzar.

Algunos pudieran preguntarse: ¿cómo y en qué forma una esposa puede competir con su esposo si ambos tienen roles diferentes? Mira aquí algunas formas:

  • Esposas que no se alegran con los éxitos laborales de sus esposos, y en vez de celebrar comienzan a maquinar cómo pueden superarlos.
  • Esposas que compiten con su esposo por la atención y el afecto de sus hijos.
  • Madres que luchan por demostrar que ellas tienen más autoridad que el esposo ante los hijos.
  • Esposas que quieren ser más populares en las reuniones con los amigos.
  • Aunque es difícil de creer, algunas mujeres compiten con su esposo hasta en el ámbito ministerial, buscando para sí la atención de los miembros de la iglesia.

Recuerda: ¡tu esposo y tú son un equipo! Los partidos los ganarán juntos, y las victorias son compartidas. En Cristo, ustedes se complementarán perfectamente, y tú florecerás como mujer. Por la gracia de Dios puedes moldearte para ser una mujer virtuosa, valiente, segura, y que complementa a su marido.

Si esto no está pasando en tu vida, sino que has buscado suplantar a tu esposo, o no estás segura, ora al Señor y pídele como le pedía el salmista en el salmo 139:23-24: “Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis inquietudes. Y ve si hay en mí camino malo, y guíame en el camino eterno”.

Si el Señor te muestra que has actuado en competencia con tu esposo, pídele perdón a Dios. Recuerda que si confesamos nuestro pecado, Él nos limpia y nos perdona (1 Jn. 1:9). Lo próximo es hacer cambios. ¿Recuerdas lo que dijo Juan el Bautista sobre Jesús? “Es necesario que Él crezca, y que yo disminuya” (Jn. 3:30).

Mantén tus ojos fijos en Jesús, y en su plan para tu vida, para que los éxitos de tu esposo puedas sentirlos como tuyos. Dios quiere que ustedes formen un equipo para Su gloria.


Imagen: Lightstock.
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