A veces puedo ser una mamá nerviosa. ¿Has visto el mundo en el que crecen nuestros hijos? Me siento segura mientras son pequeños porque puedo controlar a dónde van, qué miran y quiénes son sus amigos. Pero cuando pienso en el futuro, me pregunto a quién elegirán seguir. Ya sea Facebook, nuestras páginas favoritas de Instagram o la próxima estrella de YouTube, vivimos en un mundo de influencers y opiniones interminables. No podré orientar todas las decisiones ni aprobar a todos los mentores, pero sí puedo ofrecerles algo aún mejor. No tengo por qué estar tan temerosa del futuro. Puedo ayudarlos a ver y seguir a Dios.
La frase «sigue a Dios» puede parecer obvia y al mismo tiempo ambigua. Pero cuando vemos de cerca la primera carta de Juan, nos encontramos con la hermosa esperanza de seguir a Cristo.
Sabemos que Jesús vino a la tierra, pero es fácil olvidar la magnitud de su encarnación. Juan nos dice que la vida de Jesús fue «manifestada», una palabra que significa «revelada» o «percibida» (1 Jn 1:1). Nuestro Dios no nos creó y dejó solos, sino que nos creó a su imagen y eligió relacionarse con nosotros (Gn 1:28). Vemos rasgos de su carácter a lo largo de su creación; vemos su mano a través de la historia y escuchamos sus palabras en las Escrituras (Sal 19:1, He 1:1-2). Además, nuestro Dios tomó la forma de una persona a la que se podía ver y tocar. No podemos comprender la naturaleza completa de Dios, pero en Jesús, Dios nos dio una imagen que nuestras mentes humanas pueden comenzar a comprender. Cuando les decimos a nuestros hijos que busquen a Dios, no les estamos presentando a un Dios ambiguo a quien nunca conocerán. Les estamos mostrando al Dios que se revela a sí mismo.
Al dirigir a nuestros hijos a Dios, sabemos que ellos podrán seguirlo gracias a la obra de Jesús
Pero aun cuando nuestros hijos reciban el ejemplo a seguir, su naturaleza pecaminosa se interpondrá en el camino. La Biblia nos dice que no podemos seguir los mandamientos de Dios en nuestras propias fuerzas. Esto se hace evidente cuando nuestros hijos desobedecen una y otra vez; y lo vemos más claramente en nosotros mismos. Esa es la realidad de nuestros corazones pecadores. Pero la belleza radica en que, al dirigir a nuestros hijos a Dios, sabemos que ellos podrán seguirlo gracias a la obra de Jesús. No por nuestras fuerzas ni porque seamos «buenas mamás».
Juan nos dice que el mandamiento de seguir a Dios no es nuevo, sino antiguo (1 Jn 2:7). Dios no cambia y, por lo tanto, la justicia que Él demanda tampoco ha cambiado. Pero ahora, «las tinieblas van pasando» (1 Jn 2:8). Si nuestros hijos siguen a Cristo, han pasado de muerte a vida (Jn 5:24). Podemos animar a nuestros hijos a «caminar de la misma manera en que Él caminó» porque si están en Cristo, son nueva creación (1 Jn 2:6, 2 Co 5:17). Cuando compartimos el evangelio a nuestros hijos, no les estamos repitiendo clichés cristianos, les estamos dando esperanza, una esperanza construida sobre la piedra angular de la vida y la muerte de Cristo (Ef 2:20).
Queremos que nuestros hijos crezcan y sigan los consejos piadosos, pero descansamos sabiendo que es el Espíritu Santo quien obra en sus corazones
Dios no solo nos ha dado una imagen clara de sí mismo en Jesús, sino que también nos ha dado los medios para que nuestro corazón sea transformado mediante el Espíritu Santo. Juan nos dice que hemos sido ungidos por el Santo y que esta unción permanece en nosotros y no necesitamos que nadie nos enseñe (1 Jn 2:20, 27). Ciertamente queremos que nuestros hijos crezcan y sigan los consejos piadosos, pero descansamos sabiendo que es el Espíritu Santo quien obra en sus corazones. Es el Espíritu Santo quien trabajará activamente en sus corazones hacia la santificación y Él es suficiente. Puede que no sepamos todo lo que nuestros hijos se enfrentarán, pero sabemos que si aman a Dios, el Espíritu Santo nunca los dejará y completará su obra en ellos (Fil 1:6).
Nunca será un cliché enseñar a nuestros hijos que sigan a Dios
No es necesario que conozcamos cada plan de contingencia para el futuro de nuestros hijos. No tenemos que predecir todos los conflictos y enseñarles cómo sortear todos los posibles obstáculos. Aunque queremos proteger a nuestros hijos, nuestro Padre Celestial desea aún más su mayor bien. ¡Es el único suficiente para la tarea! Nunca será un cliché enseñar a nuestros hijos que sigan a Dios. No es algo de poco valor, es lo que guardará sus vidas.
Publicado originalmente en Risen Motherhood. Traducido por Equipo Coalición. Usado con permiso.