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Tenía una yegua llamada Carson que era prácticamente perfecta en todos los sentidos, siempre y cuando se estuviera moviendo. En el momento en que tenía que quedarse quieta y esperar, caminaba de un lado a otro, pateaba los pies, y arrojaba la cabeza. Yo corría de un lado a otro en la sala de accesorios para apresurarme y ensillarla, porque si no lo hacía ella pronto estaría haciendo un desastre. Mientras se estuviera moviendo ella estaba tranquila, obediente, y feliz. Pero cuando tenía que esperar, ella era una pesadilla.

Honestamente, me identifiqué con ella. Yo tampoco soy buena para esperar. Prefiero seguir adelante, a algún lado. A cualquier lugar. Pero estar sentada en silencio y esperar es difícil para mí. Entonces, ¿puedes adivinar qué es lo que Dios quiere que haga ahora? Esperar. Mi esposo y yo estamos en una temporada de espera para que Dios nos muestre qué es lo siguiente: a dónde debemos ir y qué debemos hacer.

Pero no somos los únicos. Tengo una amiga esperando los resultados de laboratorio de la biopsia de su marido. Otra amiga está esperando que termine una situación emocionalmente devastadora. Otros continúan esperando y esperando por un hijo. Estas no son cosas ligeras por las cuales esperar. El Salmo 37: 7 nos dice “quédate quieto delante del Señor, y espera pacientemente por él”. A diferencia de Carson, quiero aprender a hacer esto, a estar quieta mientras espero.

Recientemente escuché a un pastor decir: “La espera puede ser difícil, pero nunca lleva a la desilusión”. La verdad de esa declaración se basa completamente en lo que creemos que estamos esperando. En otras palabras, la pregunta no es simplemente ¿qué estoy esperando?, sino ¿dónde está mi esperanza ? Estoy aprendiendo que la espera y la esperanza están íntimamente unidas.

Esperar, por definición, tiene algo en lo que tenemos esperanza al final de la espera. Estamos esperando/esperanzadas por el trabajo correcto. Mis amigos esperan/tienen esperanza de un buen informe, alivio, y un bebé. Pero, ¿y si esas cosas no se dan? Dios nunca promete que nuestras temporadas de espera terminarán al recibir exactamente lo que queremos. No toda la infertilidad termina con un bebé. No todo el cáncer termina con una cura. No toda la soltería termina con un cónyuge. Lo que implica que nuestra esperanza no puede anclarse en lo que estamos esperando. Nuestra esperanza debe estar anclada en algo mucho más grande: las promesas y el carácter de Dios.

Esperanza en sus promesas

Hace un tiempo pasé por una valla publicitaria mientras iba camino al aeropuerto que decía, “Jesús sana el cáncer. No tienes que morir”. ¿Dónde vemos eso en las Escrituras? Están reclamando una promesa que Dios nunca hizo, y dando una esperanza que no nos pertenece. El salmista dijo: “Espero en el Señor; en El espera mi alma, Y en Su palabra tengo mi esperanza” (Sal. 130:5). Nuestra esperanza debe estar anclada en las promesas que Dios nos ha dado en las Escrituras. Aquí hay solo algunas:

  • Nunca te dejaré ni te desampararé (Heb. 13:5).
  • Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan juntas para bien , para aquellos que son llamados de acuerdo a su propósito (Ro. 8:28).
  • Del mismo modo, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. Porque no sabemos orar como conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros (Ro. 8:26).
  • ¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es el que murió, sí, más aún, el que resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros (Ro. 8:34).
  • Echando toda su ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de ustedes (1 Pedro 5: 7).
  • En la casa de Mi Padre hay muchas moradas; si no fuera así, se lo hubiera dicho; porque voy a preparar un lugar para ustedes. Y si me voy y les preparo un lugar, vendré otra vez y los tomaré adonde Yo voy; para que donde Yo esté, allí estén ustedes también (Juan 14: 2-3).

Estas son anclas para tu alma. Cuando estés en una temporada de espera y te sientas ansiosa, dirígete a ellos y recuerda la esperanza que tienes.

Esperanza en su carácter

La esperanza también tiene que estar anclada en el carácter de nuestro Dios: la inquebrantable bondad, fidelidad, y soberanía del que hace las promesas. El Salmo 46 nos recuerda “estar quietos, y saber que yo soy Dios” (es decir, ¡conoce quién soy!). Conocer la naturaleza y el carácter de Dios es conocer el descanso, incluso en medio de la angustia. ¿Por qué? Porque lo que Dios hace fluye de quién Él es, lo que significa que si Él es bueno, entonces sus caminos son buenos y si sus caminos son buenos, entonces sus respuestas son buenas, incluso cuando son difíciles.

Desafortunadamente, no siempre vemos la vida de esa manera, ¿verdad? Es demasiado fácil ver el carácter de Dios a través del lente de nuestra situación, en lugar de al revés. Si estamos pasando por un momento difícil, entonces Dios debe ser duro. O, si estamos pasando por un juicio, entonces Dios debe estar enojado. O si no estamos obteniendo lo que queremos, entonces Dios debe ser injusto o poco bondadoso.

Lo que Dios hace fluye de quién Él es lo que significa que si Él es bueno, entonces sus caminos son buenos y si sus caminos son buenos, entonces sus respuestas son buenas, incluso cuando son difíciles.

Pero eso es usar unos lentes al revés. Da la vuelta y mira tus circunstancias a través de los lentes de la persona de Dios. Si Él está por nosotras (Salmos 56: 9), entonces Él está trabajando a nuestro favor en esta prueba. Si Él es nuestro refugio, nuestra fuerza, y ​​nuestra salvación (Sal. 18: 2), entonces estamos a salvo. Si Él es misericordioso y lleno de gracia, lento para la ira y abundante en amor (Éxodo 34: 6), entonces podemos descansar en el hecho de que Él será misericordioso, lleno de gracia y amor con nosotras. Si Él es grande e increíble (Neh 1: 5), entonces Él puede trabajar poderosamente en medio de nuestra espera. La lista podría seguir y seguir. El punto es que tenemos que recordar quién es nuestro Dios, y luego ver nuestras circunstancias a través del lente de su carácter. Necesitamos estar quietos y saber que Él es Dios.

¿Qué estás esperando?

Mientras los israelitas esperaban a que Dios los devolviera a su tierra, Isaías les recordó que “los que esperan en el Señor, renovarán sus fuerzas; levantarán alas como águilas; correrán y no se cansarán; caminarán y no se fatigarán” (Is. 40:31). Y lo mismo es cierto para nosotras. Si esperas algo, recuerda que, en última instancia, es al Señor a quien estás esperando.

Si tu esperanza está puesta en conseguir lo que quieres, entonces tienes la posibilidad de estar profundamente decepcionada, incluso desilusionada. Pero si esperamos en Aquel que es completamente bueno, completamente a nuestro favor, cuya Palabra es segura y cuyos caminos son perfectos, entonces esa esperanza nunca decepcionará. Entonces, cuando lleguen las pruebas y se te pida que esperes y seas paciente, espera bien anclando tu esperanza en Aquel cuyas promesas son seguras y cuyo carácter nunca falla.


Publicado originalmente para The Gospel Coalition. Traducido por Patricia Namnún.
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