×

Si fueras un atleta que aspirara a ganar una medalla en los Juegos Olímpicos, solo hay una cosa que necesitarías además un don atlético extraordinario: un enfoque implacable –que consuma tu vida– por conseguir el premio.

¿Alguna vez has visto el régimen de entrenamiento diario de un atleta olímpico? Cada deporte es único, pero la mayoría de los atletas seguirían un horario similar a este:

  • Levantarse temprano
  • Comer un desayuno cuidadosamente planeado con la cantidad correcta de carbohidratos, proteínas y calorías de contenido graso, así como de líquidos
  • Ejercicios de entrenamiento temprano por la mañana enfocándose en grupos musculares particulares, vigilando la ejecución apropiada de los procedimientos de calentamiento, su intensidad, y su enfriamiento, tomando en cuenta la hidratación
  • Comer una colación planeada cuidadosamente para proveer la cantidad correcta de energía necesaria para la siguiente fase
  • Sesión de entrenamiento tarde por la mañana enfocándose en otro grupo particular de músculos
  • Comer un almuerzo cuidadosamente planeado
  • Descanso a mitad del día para evitar que los músculos se fatiguen excesivamente, a menudo revisando cuestiones de formación con los entrenadores o viendo videos de competencias o entrenamiento
  • Comer una colación cuidadosamente planeada
  • Sesión de entrenamiento por la tarde enfocada en otro grupo particular de músculos
  • Comer una cena cuidadosamente planeada
  • Tarde de relajación con propósito, consciente de prepararse para el entrenamiento del día siguiente
  • Dormir para asegurarse de ocho horas de descanso reparador

La búsqueda de una medalla de oro lo consume todo. Los atletas deben estructurar toda su vida en torno al entrenamiento necesario para el nivel de élite de esa competencia, ya que esta búsqueda solo puede lograrse con un enfoque implacablemente estrecho y rigurosa disciplina.

Implacabilidad hedonística

Esto me dio convicción de nuevo después de haber reflexionado sobre esta exhortación de Pablo:

“¿No saben que los que corren en el estadio, todos en verdad corren, pero sólo uno obtiene el premio? Corran de tal modo que ganen. Y todo el que compite en los juegos se abstiene de todo. Ellos lo hacen para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible.  Por tanto, yo de esta manera corro, no como sin tener meta; de esta manera peleo, no como dando golpes al aire,  sino que golpeo mi cuerpo y lo hago mi esclavo, no sea que habiendo predicado a otros, yo mismo sea descalificado”, 1 Corintios 9:24–27.

Corinto era la ciudad sede de los Juegos Ístmicos, donde los atletas de élite de todo el mundo antiguo de habla griega se reunían para competir en años entre la Olimpiada cuatrienal. Así que la analogía de Pablo era particularmente potente para sus lectores de Corinto.

Y lo que Pablo estaba diciendo habría creado la misma convicción en los corintios del primer siglo, afluentes y complacientes, como en nosotros, cristianos de Occidente del siglo XXI, afluentes y complacientes: La vida cristiana debe ser vivida con el enfoque implacable y la disciplina de un atleta de élite.

Pero no hay que cometer el error de centrarse principalmente en la parte implacable: lo que hay que correr, los golpes, la estricta disciplina. Muy pocos atletas se someten a los rigores y el dolor del entrenamiento porque desean rigor y dolor. ¿Qué es lo que desean? ¡El premio!

Los jugadores olímpicos “se abstienen de todo”, se niegan a sí mismos muchos placeres del mundo y depuran sus vidas de distracciones, con el fin de “recibir una corona corruptible”. En otras palabras, lo hacen por la gloria del premio. Lo hacen por el gozo que les da la gloria.

Estos atletas son hedonistas, no legalistas o estoicos. Están enamorados de la gloria, no del ascetismo. La negación a sí mismos simplemente muestra cuán glorioso consideran que es el premio. Ellos solo se niegan los lujos que los distraen y limitan del premio. Ellos se abstienen de darse gustos al menos que terminen siendo incapaces de competir —descalificados— y pierdan el premio que desean.

Corre para obtener el premio

Es por eso que Pablo escogió atletas de nivel olímpico como una analogía. La analogía tiene como objetivo destacar el premio, no el precio. El precio, el enfoque, la disciplina y el autocontrol que consumen la vida solo muestran el valor del premio. Pablo quiere que nos unamos a él en la carrera para obtener el premio.

Por lo tanto, como un atleta que aspira a ganar una medalla de oro, debemos hacernos algunas preguntas difíciles:

  • ¿Qué tanto quiero el premio? Esta es la más importante. No perseguiremos un premio que realmente no deseamos.
  • ¿Estoy dispuesto a someterme a medidas estrictas para ganar el premio? ¿Vale la pena negarme a mí mismo cosas que disfruto?
  • ¿Qué estoy actualmente consumiendo que me estorbe para ganar el premio?
  • ¿Qué compromisos de tiempo deben ser abandonados para liberar el tiempo necesario para alcanzar el premio?
  • ¿Qué distracciones están privando mi atención mental y energía emocional de enfocarme en perseguir el premio? ¿Qué necesito hacer para minimizarlos?
  • ¿Qué antojos físicos y psicológicos estoy complaciendo que van a minar el que obtenga el premio?
  • ¿Cuáles son las áreas de ignorancia o debilidad crónica que podrían poner en peligro mi capacidad para ganar el premio sin algo de instrucción de parte de un entrenador calificado?
  • ¿Estoy dispuesto a iniciar esta búsqueda hoy?
  • Si es así, ¿qué es lo que haré hoy para empezar a hacer los cambios necesarios para perseguir seriamente el premio?

Estamos en una carrera, a pesar de que no es un juego (Hebreos 12:1-2), hay un premio (Filipenses 3:8, 14). Las coronas y medallas olímpicas son perecederas, pero el premio que nosotros perseguimos es imperecedero (1 Corintios 9:25). La gloria olímpica, entre los momentos más gloriosos que el mundo tiene que ofrecer, se desvanece. Entre los ganadores de medallas en los últimos Juegos Olímpicos, ¿cuántos nombres recuerdas? Estoy seguro que no conoces a ningún ganador de la guirnalda de la época de Pablo. Esa gloria, hace mucho tiempo que se desvaneció. Pero la gloria que experimentará si gana esta carrera es a la vez inmarcesible e incomparable (1 Pedro 5:4; Romanos 8:18).

Pero esta carrera es difícil. Hay que tomar en serio a Pablo aquí. El ganar requiere el enfoque hedonista implacable y la disciplina de un competidor olímpico. Se requiere enfoque. Se requiere dejar todo peso y pecado que nos enreda (Hebreos 12:1). Pero el punto no es el precio doloroso, sino el placer incomparable del premio. ¡Corremos por el gozo de honrarlo a Él!

Así que corramos con el fin de obtener este premio y dejar de lado todo lo que nos podría descalificar.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Ana Silvia Robinson. Crédito de imagen: Lightstock
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando