Este breve artículo forma parte de una serie semanal sobre eventos y personas relevantes en la historia de la Iglesia universal antes, durante, y después de la Reforma protestante. Para conocer más sobre la historia de la Iglesia desde tus redes sociales, puedes seguir los perfiles de Credo en Twitter e Instagram.
Dietrich Bonhoeffer (1906-1945) nació en la Alemania imperial de principios del siglo XX. Perteneció a una familia de profundas herencias y tradiciones. Su padre, Karl Bonhoeffer, profesor de psiquiatría y neurólogo, fue ampliamente conocido por su crítica a Sigmund Freud; su tatarabuelo, Karl August von Hase, fue un afamado teólogo reformado y profesor de historia dogmática y eclesiástica en la Universidad de Jena; y su hermano, Karl Friedrich, se convirtió en químico, reconocido por descubrir los isómeros de giro de hidrógeno en 1929.
El legado familiar de los Bonhoeffer le entregó a Dietrich una herencia de tradición y conocimiento, además de una herencia literaria que incluía escritos originales de Martín Lutero y Friedrich Schleiermacher. A los veinticuatro años, Dietrich ya había completado su licenciatura, maestría, y doctorados en teología. Siendo demasiado joven para ser ordenado al ministerio, decide seguir sus estudios posdoctorales en los Estados Unidos, donde enseñó en el Union Theological Seminary en la ciudad de Nueva York. Después de un año, Bonhoeffer vuelve a Alemania en 1930 donde sería ordenado y nombrado como profesor de teología sistemática en la Universidad de Berlín.
Mientras el poder político del partido nazi crecía a principio de los años treinta, también crecía un movimiento de iglesias protestantes y católicas que se identificaban con el mismo. Este grupo se dió a conocer como los “Cristianos Alemanes”. Ellos afirmaban la superioridad del pueblo alemán, la necesidad de pureza racial, y la oposición a los comunistas y los judíos. Adolfo Hitler, reconociendo el beneficio estratégico de ganar a las iglesias protestantes y católicas, formó una unión de iglesias evangélicas alemanas que serían supervisadas por el nazismo. El control nazi sobre la iglesia se hizo evidente desde los inicios del régimen, mientras la retórica antisemítica de Hitler se ganó la célebre oposición de hombres como Karl Barth, Martin Niemoller, y un jóven Bonhoeffer.
Dos días después de que Adolfo Hitler se convirtiera en canciller, Bonhoeffer denunció a través de la radio que el liderazgo de Hitler era sinónimo de una dictadura. La transmisión fue abruptamente cortada antes de su conclusión.
Con el liderazgo de Bonhoeffer y otros, como respuesta al creciente movimiento eclesiástico apoyado por el régimen, se fundó la “Iglesia Confesante”. En su confesión de fe redactada en Barmen (1934) declararon: “Repudiamos la falsa enseñanza de que la iglesia puede y debe reconocer poderes, personalidades, y verdades como revelación divina junto a la única Palabra de Dios”.[1]
Durante este tiempo, Bonhoeffer escribió su libro, El Costo del Discipulado (1937), un llamado a la fidelidad cristiana y a la obediencia radical a Cristo. Bonhoeffer escribió: “La gracia barata es predicar el perdón sin requerir arrepentimiento, bautismo sin disciplina eclesiástica, comunión sin confesión… la gracia barata es gracia sin discipulado, gracia sin la cruz, gracia sin un Jesucristo viviente y encarnado”. Esto fue escrito mientras enseñaba en un seminario clandestino, ya que a Bonhoeffer se le prohibió enseñar públicamente.
Después de que el seminario clandestino fuera desmantelado por el régimen, Bonhoeffer se enlistó en el servicio secreto de oposición alemán para servir como doble agente. Mientras daba conferencias alrededor de Europa, ayudaba a judíos escapar de la opresión nazi. En este mismo tiempo, Bonhoeffer fue parte de un plan para asesinar a Hitler. Su hermano Klaus, abogado, años más tarde sería asesinado por el régimen por su involucramiento en el atentado del 20 de julio de 1944.
Aun teniendo la oportunidad de escapar a América, Bonhoeffer entendía que Dios le quería en la atribulada Alemania que le había visto nacer.
Después de unos años, Bonhoeffer fue descubierto por la Gestapo en sus esfuerzos de rescatar judíos y su involucramiento en complots antinazi. En abril de 1943, dos agentes se llevaron a Bonhoeffer y le encerraron en la prisión de Tegel.
Fue prisionero por dos años. Allí sirvió como consejero y pastor a sus compañeros de prisión, escribió múltiples correspondencias a pastores y amigos, y su principal meditación fue en el significado de Jesucristo para el día de hoy. En una de sus cartas escribió: “Dios se dejó empujar desde el mundo hacia la cruz… Él fue débil y sin poder en el mundo, y esa es precisamente la forma en la que Él es con nosotros y nos ayuda. [La Biblia] dice muy claro que Cristo nos ayuda, no solo por virtud de su omnipotencia, sino por virtud de su debilidad y sufrimiento”.[2]
Justo antes de su ejecución, Bonhoeffer dijo a uno de sus compañeros: “Este es el fin. Pero para mí, el principio de la vida”.
Al amanecer del 9 de abril de 1945, Bonhoeffer fue colgado por la Gestapo en Flossenbürg.
Uno de sus compañeros de celda, Payne Best, piloto inglés, escribió sobre Bonhoeffer: “[Él] era diferente, calmado, y normal. Siempre aparentaba estar tranquilo… su alma de verdad brilló en la oscura desesperación de nuestra prisión. Él fue uno de los pocos hombres que he conocido para quien Dios era real y siempre cercano a él”.[3]
Una década más tarde, uno de los doctores del campo de concentración, relató: “Yo vi al pastor Bonhoeffer… arrodillándose en el piso orando fervientemente a Dios. Fui profundamente movido por la forma en que este amoroso hombre oraba, tan devoto y tan seguro de que Dios escuchaba su oración. En el lugar de la ejecución, él nuevamente oró brevemente, y luego subió los escalones a la horca, valiente y compuesto. Su muerte vino después de unos segundos. En casi cincuenta años trabajando como doctor, nunca he visto a un hombre morir de una manera tan enteramente sometida a la voluntad de Dios”.[4]
La ejecución de Bonhoeffer fue ordenada directamente por Adolfo Hitler. Ese mismo mes, Hitler se suicidó y Alemania se rindió, concluyendo así la Segunda Guerra Mundial.
En medio de la oscura era de la iglesia europea de principios del siglo XX, Dietrich Bonhoeffer fue una de las vidas de fidelidad ejemplar que reflejaron a Cristo, manteniendo un testimonio digno del llamado, aún hasta la muerte.
[1] Sínodo de Barmen (1934).
[2] Carta a Eberhard Bethge, 16 de julio, 1944 (traducido por el autor).
[3] Ferdinand Schlingensiepen, Dietrich Bonhoeffer 1906-1945: Martyr, Thinker, Man of Resistance, 369 (traducido por el autor).
[4] Testimonio de Hermann Fischer-Hüllstrung, doctor nazi. Eberhard Bethge, Dietrich Bonhoeffer: A Biography (Minneapolis: Fortress Press, 2000), 927-928 (traducido por el autor).