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Defendiendo la dignidad de la soltería en la iglesia

Recientemente prediqué un sermón sobre la soltería y me impactó la retroalimentación que recibí. Varios hermanos y hermanas que están solteros me dijeron que era la primera vez que escuchaban hablar de la soltería desde el púlpito, por lo menos de una manera que no era diciéndoles cómo cortejar o encontrar una pareja. Una hermana me dijo que era la primera vez que sentía que su presencia no era solo bienvenida en la iglesia, sino deseada.

Mi corazón se dolió un poco al escuchar eso. Me hizo darme cuenta de cuánto hubiese deseado, desde los inicios de nuestra plantación de iglesia, haber predicado sobre la dignidad de la soltería y aún haberla incluido en nuestra filosofía ministerial.

Muy frecuentemente en la cultura de la iglesia, tendemos a idolatrar el matrimonio y a minimizar la soltería. Pero aquellos que disfrutan y administran el don de la soltería nos recuerdan que Jesucristo es suficiente, y que nada más nos puede satisfacer. Necesitamos ese recordatorio.

Plantadores de iglesia, aquí hay tres convicciones respecto a la soltería que deberíamos enseñar e implementar en nuestras iglesias.

La soltería es un don

Los cristianos hablan de la soltería como un don, pero no siempre bajo la misma perspectiva del apóstol Pablo. Él defiende el don de la soltería en el mismo sentido en que el matrimonio es un don: “Cada cual ha recibido de Dios su propio don, unos de una manera y otros de otra” (1 Co. 7:7). Los dos tipos de dones a los cuales se está refiriendo son el matrimonio y la soltería.

El don de la soltería nos recuerda que Jesucristo es suficiente, y que nada más nos puede satisfacer

El don de la soltería no es un don espiritual o una habilidad única para soportar la carga de la vida de soltero. Es una bendición dada por Dios para su gloria y el gozo de aquel a quién se le es dado. ¿Conlleva la soltería retos únicos? Ciertamente, de la misma manera que los tiene el matrimonio.

Si de manera implícita tratamos a los solteros y solteras como si han sido llamados a llevar una tarea insoportable, le robamos a la soltería la dignidad que Pablo explícitamente le da. Después de todo, dada la opción, Pablo dice que él prefiere que la iglesia de Corinto tenga más solteros (1 Co. 7:7-8, 26-31). Al igual que el matrimonio, la soltería es un don dado a los creyentes para glorificar a Dios y edificar a otros.

El matrimonio no es un prerrequisito para la participación

Defender la dignidad de la soltería significa más que solo enseñarla desde el púlpito. También quiere decir reestructurar nuestros ministerios para que el matrimonio no se convierta inadvertidamente en un prerrequisito para la participación. Es bueno enseñar que la soltería es un don divino, pero debemos tener cuidado de no traicionar esa convicción al sutilmente requerir que las personas marquen la casilla de “casado” antes de poder servir y dirigir plantaciones de iglesia en una capacidad significativa.

Cuando hacemos esto, comunicamos que casarse es “graduarse” de la soltería y que por ende estamos mejor preparados para contribuir a la obra de la iglesia de Cristo. Claro, algunas de las más grandes contribuciones hechas a la iglesia vinieron de personas solteras. Esto no es sorprendente, ya que Pablo es sincero al recordarnos que los solteros tienen más tiempo para dedicarse a la obra del Señor (1 Co. 7:32-34).

Desde una perspectiva filosófica y pragmática, el considerar implícitamente el matrimonio como un prerrequisito para servir en la iglesia no encaja con el texto. Si Jesús y Pablo se sentirían fuera de lugar en nuestras iglesias, como si estuvieran mirando hacia dentro desde afuera, entonces probablemente es tiempo de repensar algunas cosas.

Los casados y los solteros son inseparables

Mientras la iglesia local trae el reino futuro de Dios al tiempo presente, nos provee a nosotros y al mundo que observa un aperitivo de lo que ha de venir. Y la iglesia luce más hermosa cuando abraza la miríada de dones que Dios nos da.

Una diversidad saludable de miembros casados y solteros sirviendo uno al lado del otro crea un mutuo crecimiento y edificación. Como observa Sam Allberry: “si el matrimonio muestra la forma del evangelio, la soltería nos muestra su suficiencia”. Los solteros necesitan que los casados muestren el tipo de amor que Jesús ofrece. Los casados necesitan que los solteros muestren que ese amor es más que suficiente para un gozo verdadero y duradero.

Nuestras iglesias sufrirán si los solteros y solteras no se involucran significativamente en ellas

Cuando segmentamos casados y solteros en islas, comunidades y ambientes de aprendizaje con solo aquellos que comparten el mismo estado civil, entorpecemos la habilidad que la iglesia tiene de desplegar la profundidad y la dinámica del evangelio. A través de sus vidas, los solteros y solteras pueden demostrar la suficiencia del evangelio y su llamado al discipulado de una manera en que pocos sermones pueden hacerlo. 

Las Escrituras aclaran repetida y abundantemente que la soltería nunca debe impedir una participación fructífera y exitosa. De hecho, nuestras iglesias sufrirán si los solteros y solteras no se involucran significativamente en ellas. Así que mientras plantamos y pastoreamos, haríamos bien en enseñar la dignidad de la soltería y su bendición única, y luego estructurar nuestros ministerios y liderazgo de manera tal que muestre que creemos en esas palabras.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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