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Sarah tiene 39 años y siempre ha querido una familia, pero es soltera y las probabilidades de conocer a alguien son pocas. Tim adora a los niños y le encantaría ser padre, pero él batalla con la atracción al mismo sexo y valientemente ha elegido una vida de celibato. Christy desearía un hogar lleno de niños, pero ella sufre de una enfermedad crónica que la ha dejado sin la habilidad física de tener hijos o de poder cuidarlos. La esposa de Mark no quiere hijos y no va a ceder, dejando a Mark deprimido y desilusionado como uno de seis hijos quien también quería ser padre de seis.

¿Qué es lo que Sarah, Tim, Christy y Mark tienen en común? Ellos quieren tener hijos, pero Dios les ha dicho que no. Al menos por ahora.

Soy un hombre casado a quién también le encantaría poder tener hijos. Pero Dios me ha dicho que no. Ha dicho “no” a hijos biológicos, adopción y a la acogida temporal. He batallado con la forma en que debo seguir adelante. Cuando digo “seguir adelante”, no me refiero a “caminar a regañadientes enojado con Dios por haberme privado de mi deseo”. Me refiero a “prosperar como un siervo fiel y gozoso de Dios”.

¿Cómo lo hago? ¿Cómo lo puedes hacer tú? ¿Cómo podrías aconsejar a alguien a hacerlo? No existe una única fórmula que funcione con cada persona en cada circunstancia, pero estas son algunas prácticas que me han ayudado en mi caminar. 

Laméntate

Cuando el Señor cerró la matriz de Ana (1 S 1:5), ¿cómo respondió ella? Ella se lamentó. Ella lloró en su aflicción. Lloró amargamente (1 S 1:10). Pero aquí está la clave: lo hizo para con Dios. Ella no reprimió su dolor, sino que se lamentó directamente ante Aquel que retiene sus lágrimas (Sal 56:8).

¿Harías tú lo mismo? Tu amado Padre quiere que seas real, honesto y genuino con Él. Dios quiere que acudas a Él a lamentarte. Dios quiere que clames a Él. Él tomará en cuenta tus lágrimas. Él te tomará en sus brazos y te consolará (2 Co 1:3-5). 

Pide

Si deseas tener hijos, no temas pedirle a Dios que te los conceda. Después de todo, Él está a cargo de todo nacimiento biológico, de cada adopción y de toda acogida temporal (Ef 1:11). Ana clamó sin cansancio por un hijo y en su gracia el Señor le dio a Samuel.

Aunque no puedo prometerte que Dios va a conceder tu petición de tener un hijo, sí te puedo prometer que Él quiere escuchar tu petición

Aunque no puedo prometerte que Dios va a conceder tu petición de tener un hijo, sí te puedo prometer que Él quiere escuchar tu petición (Fil 4:6). Así que ora. Ora por hijos. Pide con confianza. Pero pide con manos abiertas, rindiendo tu futuro en las manos de tu amado Padre. Confía en que si te dice “no” es por razones buenas y amorosas que van más allá de tu comprensión. Confía en que su respuesta es la respuesta que tú desearías si supieras lo que Él sabe. Confía que un “no” es tanto una bendición como lo sería un “sí”.

Rechaza la mentira de que eres inferior

Si eres como yo, serás tentado a sentirte inferior por no tener hijos. Desafortunadamente la iglesia no ayuda en esta área, con frecuencia haciendo sentir a los solteros y a las parejas sin hijos como ciudadanos de segunda clase. No lo eres.

Después de todo, Jesús era soltero y sin hijos. Pablo era soltero y sin hijos y exaltaba la soltería como algo noble y como un estilo de vida ministerial aventajado (1 Co 7:8). No tener hijos no te hace inferior. Párate hombro a hombro con Pablo y rechaza esta mentira. 

Redefine tu misión

Tengo una confesión: Cuando me di cuenta que Abby y yo no tendríamos hijos, no lo tomé bien. Durante muchos años estuve enojado con Dios, conmigo mismo y hasta con otras personas que sí tenían hijos. Pero eventualmente me di cuenta de que tenía que tomar una decisión. Podía pasar el resto de mi vida amargado o podía, con la ayuda de Dios, redefinir la misión de mi vida; una que excluye criar hijos.

Por la gracia de Dios, eso fue lo que comencé a hacer. Dediqué más tiempo a aconsejar a aquellos que están sufriendo. Cursé otros estudios teológicos. Abby y yo comenzamos un grupo pequeño en nuestra iglesia para solteros y parejas casadas sin hijos. En otras palabras, decidí usar el tiempo y energía que hubiera usado para cuidar de mis hijos para cuidar de los hijos de Dios que no son míos.

Decidí usar el tiempo y energía que hubiera usado para cuidar de mis hijos para cuidar de los hijos de Dios que no son míos

¿Considerarías hacer lo mismo? Tal vez puedas dirigir un grupo de oración, un estudio bíblico o un grupo pequeño en tu iglesia. Tal vez puedas realizar viajes misioneros de corto plazo con regularidad o tal vez considerar misiones a largo plazo. Tal vez puedas ser voluntario en un centro de adopción o en un orfanato. Piensa en usar el tiempo que invertirías en criar hijos, para hacer crecer tu relación con Jesús y buscar oportunidades para servirle. 

Pon tu mirada en el cielo

En tus momentos más difíciles de angustia por no poder tener hijos, toma un momento para reajustar tu visión. Deja de enfocarte en la vida sin hijos, “un vapor que aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece” (Stg 4:14), y en su lugar enfócate a la vida eterna que está por venir. 

Enfoca tus ojos en el cielo nuevo y en la tierra nueva (Ap 21:1-7), dónde ninguno de los hijos de Dios estarán ejerciendo un rol parental  y todos estaremos gozosamente alabandolo a Él. Todo será nuevo. Todo será glorioso. Dios será nuestro Padre, nosotros seremos sus hijos y todos seremos una sola familia. Nada más importará. 


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Lauren Charruf Morris.
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