En marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud reconoció COVID-19 como una pandemia. A finales de ese mismo mes, el pastor John Piper escribió “Coronavirus y Cristo”, un libro corto pero poderoso. Desde ese momento hasta ahora, la enfermedad ha avanzado rápidamente causando grandes estragos en la salud y la economía mundial, pero sobre todo en los corazones de los hombres que hoy viven en temor por el presente e incertidumbre acerca del futuro.
“Este libro” –afirma el pastor John– “es una invitación para que vengas conmigo y descanses en la Roca sólida, que es Jesucristo” (p. 18). Cuando todas las cosas que parecían firmes empiezan a desmoronarse –la salud, el trabajo, nuestros planes y proyecciones– es cuando necesitamos recordar que “la soberanía que puede detener el coronavirus, y no lo ha hecho, es la misma soberanía que sostiene el alma en medio de la pandemia” (p. 22).
Todas tus dudas y temores encuentran respuesta en el Señor. Todas tus lágrimas y dolor encuentran consuelo en Él. Todas tus necesidades son satisfechas en Él. “En medio de esta pandemia, nadie puede consolar nuestras almas de la forma en que Dios lo hace. Su consuelo es inquebrantable. Es el consuelo de una Roca grandiosa y poderosa en un mar turbulento. Este consuelo viene de Su Palabra, la Biblia” (p. 27).
Partiendo de las Escrituras, Piper aborda las preguntas más comunes y complejas en medio de la pandemia, exponiéndonos primero al Dios que reina sobre el coronavirus, para luego ahondar en los propósitos que Él tiene para el mundo a través de esta crisis.
Es mi oración que, al leer este libro y meditar en las verdades que expone, puedas encontrar aliento y sustento para caminar por este desierto. Que nuestro Padre cumpla sus propósitos eternos en medio de la pandemia, que tenga misericordia de sus hijos, y que abra “los ojos de nuestros corazones para que veamos y probemos la belleza de Cristo” (p. 100). Amén.
Algunas frases de “Coronavirus y Cristo”:
- “Nuestra esperanza no está en las probabilidades. Nuestra esperanza está en Dios” (p. 12).
- “El secreto para estar ‘tristes, pero siempre alegres’ (2 Co. 6:10) es saber que la soberanía que puede detener el coronavirus, y no lo ha hecho, es la misma soberanía que sostiene el alma en medio de la pandemia” (p. 22).
- “El coronavirus no es evidencia de que Dios ha dejado de ser santo, recto, y bueno. La rectitud de nuestra Roca sigue completamente intacta en estos días difíciles” (p. 35).
- “Si tratamos de negar que Dios es soberano sobre el sufrimiento, decimos que Él no es soberano para hacer que todas las cosas obren para bien” (p. 45).
- “Aun si Satanás, dentro de los límites que Dios le ha impuesto, tuviera cierta participación en nuestro sufrimiento y nuestra muerte, él no tiene la palabra final” (p. 48).
- “Con la crisis del coronavirus, así como con todas las demás calamidades, Dios le está dando al mundo una representación física de la atrocidad moral y la fealdad espiritual del pecado que menosprecia a Dios” (p. 61).
- “No podemos decir simplemente que el coronavirus es un castigo para todo el que lo padece. El cristiano más amoroso y lleno del Espíritu, cuyos pecados son perdonados por medio de Cristo, puede morir a causa del coronavirus. Sin embargo, es correcto que todos examinemos nuestro propio corazón para discernir si nuestro sufrimiento es un juicio de Dios por la forma en que vivimos” (p. 71).
- “El coronavirus es un llamado de atención de parte de Dios para que estemos listos para la segunda venida de Cristo” (p. 73).
- “El coronavirus es un llamado estruendoso para que todos nos arrepintamos y realineemos nuestras vidas con el infinito valor de Cristo” (p. 77).
- “Dios quiere comunicar un mensaje misericordioso en todos estos desastres. El mensaje es que todos somos pecadores y que vamos rumbo a la destrucción” (p. 79).
- “La razón por la que Él usa las calamidades para ofrecernos a Cristo es que la grandeza suprema de Cristo brilla con más fuerza cuando Cristo nos mantiene gozosos en medio del sufrimiento” (p. 82).
- “Este es el mensaje del coronavirus: dejen de confiar en ustedes mismos y busquen a Dios. Ustedes ni siquiera pueden evitar la muerte; Dios puede resucitar a los muertos” (p. 83).
- “El coronavirus es un llamado de Dios a Su pueblo para que se despojen de la autocompasión y el temor, y en cambio se vistan de gozo y valentía para hacer las buenas obras de amor que glorifican a Dios” (p. 87).
- “Por medio del coronavirus, Dios está desarraigando a cristianos establecidos en todo el mundo con el fin de liberarlos para algo nuevo y radical: para enviarlos con el evangelio de Cristo a los pueblos del mundo que aún no han sido alcanzados” (p. 95).
- “El alcance global y la gravedad del coronavirus son demasiado grandes como para que Él los desperdicie. Esta pandemia ayudará a cumplir Su propósito global invencible de la evangelización mundial” (p. 97).