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En Coalición por el Evangelio preguntamos a tres pastores en distintos contextos: ¿Cómo cuidar a los hijos en el ministerio pastoral? Estas fueron sus respuestas:

Ganar el corazón de los hijos

Joselo Mercado, puertorriqueño desde Gaithersburg (Estados Unidos), nos comparte:

Es importante para los padres ganar el corazón de sus hijos: «Dame, hijo mío, tu corazón / Y que tus ojos se deleiten en mis caminos» (Pr 23:26).

Uno de los énfasis de la crianza en nuestra familia ha sido el de ganar el corazón de nuestros hijos. Esto puede llegar a confundirse con complacerlos o consentirlos de forma inapropiada, pero, en realidad, «ganar el corazón» de los hijos tiene que ver con ganarse su confianza en el marco del respeto que deben tener por sus padres.

Se podría decir que ese respeto es natural durante la niñez, hasta que llega la etapa de la adolescencia y la relación de respeto entre padres e hijos empieza a mostrar signos de fragilidad. En esa etapa crítica es crucial que los padres podamos demostrar que practicamos lo que exigimos de ellos. La integridad en la manera en que vivimos hará que nos ganemos el respeto y el corazón de nuestros hijos.

La integridad en la manera en que vivimos hará que nos ganemos el respeto y el corazón de nuestros hijos

Dentro de ese marco de integridad y respeto, los padres debemos demostrar afecto a los hijos, dedicarles tiempo de calidad y satisfacer los deseos apropiados y sanos de su corazón. Sin el respeto de nuestros hijos, complacer sus gustos podría alimentar su egoísmo y convertirse en una estrategia de manipulación de los padres.

El respeto a la autoridad de los padres se logra cuando nuestros hijos ven que vivimos con integridad. De esta manera podemos ganarnos su corazón y su confianza con el propósito de guiarlos en el buen camino de Jesucristo.

Mantener una comunicación sana

Carlos Quinteros, desde Argentina, nos comparte:

Ser ordenado como pastor, hace unos seis años, fue motivo de mucho gozo y entusiasmo para mí. Pero, para ser honesto, también se hicieron presentes algunos temores en mi corazón. Entre ellos se encontraba el temor a cómo las demandas del ministerio pastoral podrían afectar a mis hijos, quienes estaban transitando las etapas críticas de la adolescencia y la juventud.

Gran parte de mi temor se debía a que conozco varios casos de hijos de pastores que abandonaron la fe. Algunos de ellos incluso prefirieron vivir vidas desordenadas y contrarias a lo que sus padres les habían enseñado. Alimentados por el resentimiento a sus padres, renegaron de la fe, de Dios y de la iglesia. Creo que todos conocemos casos así. Muchos de estos hijos se expresan con comentarios como: «Mi papá vivía en la iglesia y descuidó a nuestra familia», «Tenía tiempo para todos, excepto para nosotros», «Yo sentía la presión de hacer todo bien solo por ser “el hijo del pastor”».

Hay varias cosas que podemos hacer al respecto, como administrar nuestro tiempo con sabiduría para mantener un equilibrio entre la familia y el ministerio. Quizás debemos también aprender a comunicar mejor nuestros afectos a nuestros hijos y esposas. Para los pastores es fácil creer que estamos manejando bien los asuntos familiares, aún cuando la mayoría del tiempo es algo que simplemente escapa de nuestra mente. Es sabio y prudente que podamos detenernos cada tanto del ritmo demandante del ministerio y nos dediquemos a pensar sobre nuestro desempeño como padres. Pero considero que lo mejor es dar un paso más allá de la reflexión interna y preguntar a nuestros hijos qué piensan y cómo se sienten en todo esto. Es decir, propongo que seamos intencionales en tener una comunicación sana y fluida con ellos.

No debemos dejar de orar por nuestros hijos, rogando al Señor que haga en sus corazones lo que nosotros no podemos hacer

Al preguntarles a nuestros hijos cómo viven esta nueva etapa de tener a su padre sirviendo en el ministerio, quizás sus respuestas nos sorprendan, incomoden o molesten, pero serán útiles para entender y pastorear sus corazones de una mejor manera. Darles la confianza de abrir el corazón nos ayudará a corregir y ajustar muchas áreas de nuestras vidas que no hemos considerado.

Además, una comunicación sana es útil en ambos sentidos; es decir, no solo para escucharlos sino también para explicarles por qué hacemos lo que hacemos y qué significa el llamado de Dios al ministerio (Col 3:23). Puede ser de gran beneficio para nuestros hijos escuchar cómo nos expresamos sobre el amor de Dios por nosotros, la profunda gratitud que nos mueve al servicio y la importancia de vivir para Su reino.

Mantener una comunicación sana con nuestros hijos, más en una etapa crítica como la adolescencia y la juventud, trae muchos beneficios tanto para los padres como para los hijos. También reconozco que debemos ser prudentes en lo que compartimos con ellos sobre el ministerio. El objetivo no es cargar sus corazones, sino transmitirles nuestra pasión por Dios y por la iglesia. Estoy convencido de que esto puede tener un impacto positivo en sus vidas.

Por último, no debemos dejar de orar por nuestros hijos, rogando al Señor que haga en sus corazones lo que nosotros no podemos hacer y que nos ayude a cumplir con nuestras responsabilidades como padres.

Ser ejemplo y fomentar el gozo y la disciplina

Luis Marin, venezolano desde Louisville (Estados Unidos), nos comparte:

No solo los pastores, sino todo cristiano debe poseer sabiduría bíblica para la crianza. Los padres somos llamados por Dios a criar a nuestros hijos «en la disciplina e instrucción del Señor» (Ef 6:4). La palabra que Pablo usa para «padres» (gr. patéres) no es general para los progenitores (padre y madre), sino que se dirige específicamente a los papás varones. Los padres tenemos un rol de liderazgo en la familia, lo que también incluye la tarea de la crianza. Mientras avanzo en la tarea de criar a hijos muy pequeños, he atesorado dos consejos que considero te serán útiles también:

Primero, modela un comportamiento ejemplar. Los hijos se parecen a sus padres (Ez 16:44; 1 P 1:14-15). Por eso, antes de enfocarte en qué hacer con tu hijo, debes enfocarte en qué estás haciendo con tu propia vida. ¿Estás creciendo en ser más como Cristo? ¿Estás modelando una masculinidad bíblica ejemplar y honorable? ¿Eres íntegro y diligente en tu trabajo, sensible en tus relaciones y piadoso en tu caminar con Dios? El ejemplo es nuestra influencia más poderosa en nuestros hijos (Fil 3:17; 1 Co 11:1). Así que, antes de regalarles cualquier cosa, pregúntate si les estás ofreciendo un ejemplo digno de imitar.

El ejemplo es nuestra influencia más poderosa en nuestros hijos

Segundo, concéntrate en fomentar la disciplina y el gozo. Liderar el hogar puede volverse una tarea confusa, pues tus hijos están en continuo cambio y crecimiento. Lo que hace un año funcionaba, hoy ya no funciona. Entonces, ¿cómo podemos supervisar la salud y el bienestar de un hogar en constante cambio? Dos medidores para guiarte en tu liderazgo son la disciplina y el gozo. Ambos aspectos de la crianza deben ser constantemente nutridos y balanceados.

Cuando hablo de disciplina no estoy hablando de castigos, sino de respeto a la autoridad, obediencia y orden. Tus hijos deben aprender a ser respetuosos y adaptarse a una variedad de ambientes formales e informales. Sin embargo, la meta de la crianza no es tener un ejército, sino una familia. Por lo tanto, fomenta en tu hogar un ambiente donde se respire paz, bondad, risas y amor, de manera que, cuando debas reprender a tus hijos, te escuchen como un buen padre que refleja la autoridad bondadosa de Dios.

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