¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

Sofonías – Hageo y Apocalipsis 11-12

“Así dice el SEÑOR Todopoderoso: ‘Este pueblo alega que todavía no es el momento apropiado para ir a reconstruir la casa del SEÑOR’”
(Hageo 1:2*). 

Conozco a un ejército de personas que tienen conciencia “meteorológica”. Para poder emprender los desafíos que la vida les plantea, siempre andan buscando que las “condiciones atmosféricas” sean las mejores. Por ejemplo, si uno de ellos anda buscando un trabajo, lo escucharemos decir lo siguiente acerca de las condiciones necesarias para aceptarlo: “Debo llegar en una sola movilidad… el horario debe ser flexible… el sueldo debe ser acorde a mis requerimientos… si no tiene un buen ambiente de trabajo me voy… etc., etc., etc”. ¿No sería casi cinematográfico que todo fuera como soñamos? Sí, pero como una estrella de película antigua. Como esos tipos en blanco y negro que, en medio de una batalla, siempre estaban peinaditos y afeitados y, por más intenso que sea el drama, nunca se les arrugaba la camisa. En la vida nada está tan programado y guionizado como en una filmación. 

El profeta Sofonías trató de hacerle entender a los hombres y mujeres que era una equivocación pensar que las “condiciones favorables” para salir adelante en la vida consistían en darle la espalda a Dios. Según su equivocada percepción, para ellos era preferible mantener al Señor a considerable distancia para que Él no entorpeciera sus existencias. Como vemos, este argumento es muy antiguo, pero sigue absolutamente en boga. Sin embargo, no nos equivoquemos. No se trata de personas que no quieren un Dios, o se manifiestan radicalmente ateos o agnósticos. Ya nuestra sociedad posmoderna no le teme a las divinidades. Por el contrario, ahora está de moda tener una relación de banda ancha con la divinidad. Sofonías lo explica de la siguiente manera: “a los que en las azoteas se postran en adoración, juran lealtad al SEÑOR, y al mismo tiempo a Moloc [dios pagano], a los que se apartan del SEÑOR, y no le buscan ni lo consultan” (Sof. 1:5-6). 

Es una equivocación pensar que las “condiciones favorables” para salir adelante en la vida consisten en darle la espalda a Dios.

Esta falsa religiosidad, aparentemente tolerante y abierta de mente (como dirían ahora), se convierte finalmente en una indecisión espiritual que no permite llegar a ninguna conclusión posible acerca del significado y la forma de vivir la vida. Los seres humanos terminan cayendo finalmente en el pensamiento ingenuo de que Dios es un ser completamente inactivo y maleable: “… los que reposan tranquilos como vino en su sedimento, a los que piensan: ‘El SEÑOR no va a hacer nada, ni para bien ni para mal’” (Sof. 1:12). 

Muchos modernos defensores de la “libertad” siguen sosteniendo equivocadamente esa manera de pensar como la fórmula para el bienestar.  Sin embargo, la historia nos demuestra que el ser humano por sí mismo todavía sigue sin alcanzar la felicidad, la justicia, o la igualdad. Ya la generación del profeta pudo confirmar que la vida sin Dios no tiene esperanza: “Ésta es la ciudad alegre la que habitaba segura, la que se decía a sí misma: ‘Yo y nadie más’. ¡Cómo ha quedado convertida en espanto, en guarida de fieras! Todo el que pasa junto a ella se mofa y amenaza con los puños” (Sof. 2:15). Eso me hace acordar la frase tan gastada y tan peligrosa de la juventud: “Oye, déjame tropezar… yo quiero aprender de mis errores”. Es correcto vivir nuestra propia vida, pero cuando esta frase implica el cerrar nuestros oídos y nuestros ojos a todo consejo sensato, al ejemplo, y a la autoridad, entonces, estamos hablando de la soberbia enmascarada de voluntad férrea.

El profeta Hageo escribe unos 100 años después de Sofonías. El pueblo estaba esperando “condiciones favorables” para levantar el caído Templo de Dios después del tiempo del exilio babilónico. Dieciséis años atrás, cincuenta mil exiliados habían vuelto a Jerusalén con el fin de levantar de nuevo la Casa de Dios. Llegaron llenos de esperanzas y energía, pero los enemigos, las dificultades políticas, y los propios desafíos personales, hicieron que la reconstrucción del templo quedará fuera de lo prioritario, lo urgente, o siquiera lo importante. Ellos estaban de vuelta y necesitaban primero reconstruir sus hogares, cuidar sus campos, establecer nuevas relaciones… ellos estaban bien seguros de que Dios entendería porque el Señor es súper comprensivo. 

Década y media después, todavía las “condiciones” no eran de las mejores. Lo interesante es que ya no estaban trabajando por lo esencial, sino que ahora estaban trabajando para hermosear sus mansiones y mejorar aún más su estilo de vida. Hageo les pregunta con absoluta tristeza: “¿Acaso es el momento apropiado para que ustedes residan en casas techadas mientras que esta casa está en ruinas?” (Hag. 1:4). Ya no eran las cuatro paredes: ahora la necesidad era adornar techos y bóvedas con preciosas figuras de madera. Ellos estaban seguros una vez más de que el Señor súper comprensivo entendía que ellos tenían realmente voluntad para servirle… pero más adelante. ¿Cuándo? Pues cuando las condiciones estén aún más favorables.

El Señor hace con ellos un ejercicio racional y les invita a analizar bien las supuestas condiciones. Él les dice: “¡Reflexionen sobre su proceder!” (Hag. 1:5). El Señor les ordena considerar con seriedad el balance y los principios que sustentan sus propias vidas. Cuando alguna área es debilitada, entonces, todo el edificio personal se puede venir abajo. De la misma manera, no podemos vivir solo para satisfacer nuestras ansias terrenales o abandonarlo todo en la búsqueda de lo celestial. Sin balance, el resultado es una verdadera insatisfacción generalizada que se manifiesta en los pobres resultados de nuestras acciones: “Ustedes siembran mucho, pero cosechan poco; comen, pero no quedan satisfechos; beben, pero no llegan a saciarse; se visten, pero no logran abrigarse; y al jornalero se le va el salario como por saco roto” (Hag. 1:6).

El Señor espera de nosotros que aprendamos a enfrentar las dificultades creciendo espiritualmente en medio de ellas.

A pesar de que vivimos en condiciones de bienestar que hace solo 100 años no estaban siquiera en la imaginación del ser humano, con todo, la insatisfacción de hombres y mujeres es aún más grande. Por ejemplo, gozamos de instrumentos y tecnología que hacen de la vida del hombre un verdadero descanso. Pero mientras no logremos un equilibrio entre las cosas del César y las cosas de Dios, no encontraremos la tan mentada paz interior y menos el contentamiento que el Señor nos exhorta a tener en la vida. 

¿Cuándo habrá condiciones favorables para desarrollar el espíritu? Tengo el triste deber de informarles que los pronósticos señalan que los tiempos malos serán permanentes. Precipitaciones y mal tiempo se repetirán día tras día. ¿Eso significa entonces que nunca alcanzaremos el equilibrio? No, el Señor espera de nosotros que luchemos contra las tormentas y las desventajas de la vida y que, en lugar de buscar “condiciones favorables”, aprendamos a enfrentar las dificultades creciendo espiritualmente en medio de ellas. 

Este fue el consejo de Hageo al pueblo de su tiempo: “Pues ahora, ¡ánimo Zorobabel! – afirma el SEÑOR- ¡Ánimo, Josué hijo de Josadac! ¡Tú eres el sumo sacerdote! ¡Ánimo, pueblo de esta tierra! – afirma el SEÑOR- . ¡Manos a la obra, que yo estoy con ustedes! – afirma el SEÑOR todopoderoso-” (Hag. 2:4). Esfuerzo, ánimo, y trabajo son las características que llevan en el corazón todos aquellos que quieren lograr el equilibrio personal. No importa cuán adverso esté el tiempo, basta con una correcta actitud de empuje espiritual. Finalmente, la gran promesa es que el Señor promete estar de nuestra parte y presente todo el tiempo. Con sol o tormenta, nunca nos dejará ni nos desamparará. 

El pueblo y sus autoridades obedecieron el llamado de Dios. El día 24 del noveno mes, del segundo año del rey Darío, decidieron acabar con su inactividad espiritual y pusieron los cimientos del templo de Israel. Bastó este acto decisivo de balance personal para que el Señor acabe su profecía con estas palabras: “ ¿Queda todavía alguna semilla en el granero? ¿Todavía no producen nada la vid ni la higuera, ni el granado ni el olivo? ¡Pues a partir de hoy yo los bendeciré!” (Hag. 2:19). 

Jesucristo hizo posible que vivamos con Él a pesar de que estábamos muertos en nuestros delitos y pecados.

Al final, nuestro Señor enseña que las verdaderas condiciones favorables para el desarrollo personal están en su buen corazón que produce en nosotros una correcta actitud y disposición para hacer lo bueno a tiempo. Nuevamente, Apocalipsis nos da el epílogo glorioso a nuestra reflexión. Así escuchó Juan la adoración a Dios en su visión del final de los tiempos: 

“Los veinticuatro ancianos que estaban sentados en sus tronos delante de Dios se postraron rostro en tierra y adoraron a Dios diciendo: ‘Señor, Dios todopoderoso, que eres y que eras, te damos gracias porque has asumido tu gran poder y has comenzado a reinar. Las naciones se han enfurecido; pero ha llegado tu castigo, el momento de juzgar a los muertos, y de recompensar a tus siervos los profetas, a tus santos y a los que temen tu nombre, sean grandes o pequeños, y de destruir a los que destruyen la tierra’”, Apocalipsis 11:16-18.

Tarde o temprano, todos nosotros estaremos delante del Trono de Dios. Lo importante es saber que desde ahora no necesitamos ningún tipo de condiciones favorables para acercarnos a Él. Jesucristo hizo posible que vivamos con Él a pesar de que estábamos muertos en nuestros delitos y pecados. En sus manos están todo el poder y Él reina sobre todas las cosas. ¿Podremos acaso excusar nuestra falta de equilibrio? ¿Hasta cuándo culparemos nuestro desdén espiritual a la falta de condiciones favorables? Quizás hoy sea el día clave para empezar a vivir una vida diametralmente distinta.


*Todas las citas bíblicas de esta reflexión son tomadas de la NVI.


Imagen: Lightstock.

Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando