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Génesis 42-43  y Marcos 3-4

“Entonces se dijeron el uno al otro: Verdaderamente somos culpables en cuanto a nuestro hermano, porque vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no lo escuchamos, por eso ha venido sobre nosotros esta angustia. Y Rubén les respondió, diciendo: ¿No os dije yo: “No pequéis contra el muchacho” y no me escuchasteis? Ahora hay que rendir cuentas por su sangre”, Génesis 42:21-22.

El hambre había llegado hasta la familia de Jacob, y la única forma de paliarlo era comprando grano al poderoso pueblo egipcio, que tenía grandes reservas del escaso alimento. Cuando los hijos de Jacob llegan a Egipto se entrevistan con un José cuya apariencia no reconocen. Ellos trataron de explicarle que sus intenciones eran buenas y que sólo deseaban comprar trigo y volver a su familia… pero el gobernador de Egipto no los entendía. ¡Qué difícil es cuando nosotros queremos explicarnos y la gente no nos entiende! ¿Verdad?  Ellos asustados compararon inmediatamente la situación que estaban viviendo con la forma en que ellos tampoco quisieron oír los lamentos de su hermano menor.

Esta incapacidad en la comunicación no es producto de que usamos un código ininteligible para la otra persona o viceversa, sino que la comunicación se rompe por falta de sensibilidad para con el receptor o el oyente. Los hermanos de José, llenos de envidia e ira, taparon sus oídos y se negaron a aceptar cualquier tipo de razón en defensa de su hermano. Rubén intercedió por el joven, pero ya todos estaban “de acuerdo” en desaparecerlo de sus vidas. ¿Se dan cuenta? Por un lado había una total avenencia y la comunicación era fluida y eficaz… porque hacia allá los dirigía su sensibilidad negativa. Por el otro lado, las puertas de la comunicación estaban totalmente cerradas, porque reñía contra sus propios intereses. Justamente, José pudo comunicarse nuevamente con sus hermanos porque tenía las fibras de sensibilidad intactas. Algunos ejemplos:

No había olvidado quiénes eran sus hermanos y sus circunstancias: “José había reconocido a sus hermanos, aunque ellos no lo habían reconocido. José se acordó de los sueños que había tenido acerca de ellos” (Gn.42:8,9a).

No perdió la capacidad de emocionarse ante ellos: Ellos, sin embargo, no sabían que José los entendía, porque había un intérprete entre él y ellos. Y se apartó José de su lado y lloró” (Gn. 42:23,24a).

No había perdido la capacidad de comunicación hacia el futuro: “Entonces él les preguntó cómo se encontraban, y dijo: ¿Cómo está vuestro anciano padre de quien me hablasteis? ¿Vive todavía? Y ellos dijeron: Tu siervo nuestro padre está bien; todavía vive. Y ellos se inclinaron en reverencia. Al alzar él sus ojos y ver a su hermano Benjamín, hijo de su madre, dijo: ¿Es éste vuestro hermano menor de quien me hablasteis? Y dijo :Dios te imparta su favor, hijo mío. Y José se apresuró a salir, pues se sintió profundamente conmovido a causa de su hermano y buscó donde llorar; y entró en su aposento y lloró allí” (Gn. 43:27-30).

Sin sensibilidad, la comunicación se pierde por completo. Podremos hablar, pero solo informarnos; conversar, pero no intimar; dialogar, pero nunca interrelacionarnos. José tenía el supuesto derecho de propinarles a sus hermanos un solo golpe que acabaría con ellos para siempre, pero fue su sensibilidad y su gran corazón los que primaron en este reencuentro.

Sin sensibilidad, la comunicación se pierde por completo.

Jesucristo también vivió rodeado de hombres que habían perdido toda sensibilidad y, por lo tanto, vivían aislados y dañándose mutuamente. Su primera intención fue sensibilizar el corazón de los hombres a través de la comunicación: Él es el comunicador por excelencia. Una de sus mejores herramientas sensibilizadoras era el uso de parábolas, que son paralelos, comparaciones, confrontaciones e ilustraciones cuya analogía o figura daba claridad en cuanto a un tema espiritual. La peculiaridad de estas historias era que, “Con muchas parábolas como éstas les hablaba la palabra, según podían oírla; y sin parábolas no les hablaba, sino que lo explicaba todo en privado a sus propios discípulos” (Mr.4.33-34). Cada una de sus historias encerraba la sencillez de lo cotidiano que abre el corazón hacia el descubrimiento de profundas verdades espirituales. Podemos añadir algunos principios de la comunicación eficaz y sensible desde el punto de vista de Jesucristo:

La verdadera comunicación supera todos los protocolos y los formalismos con tal de alcanzar el bien del otro. “Otra vez entró Jesús en una sinagoga; y había allí un hombre que tenía una mano seca. Y le observaban para ver si le sanaba en el día de reposo, para poder acusarle. Y dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte aquí en medio. Entonces les dijo: ¿Es lícito en el día de reposo hacer bien o hacer mal, salvar una vida o matar? Pero ellos guardaban silencio. Y mirándolos en torno con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y su mano quedó sana” (Mr. 3:1-5).

La verdadera sintonía, en comunicación y fraternidad con el Señor, está en los canales de la obediencia. “Porque cualquiera que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre” (Mr. 3:35).

La verdadera comunicación se involucra a la altura de lo cotidiano y de lo comprensible. “Decía también: El reino de Dios es como un hombre que echa semilla en la tierra, y se acuesta y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece; cómo, él no lo sabe” (Mr. 4:26,27).

La verdadera comunicación se mantiene sensible a pesar de lo inoportuno del llamado. “Pero se levantó una violenta tempestad, y las olas se lanzaban sobre la barca de tal manera que ya se anegaba la barca. El estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; entonces le despertaron y le dijeron: Maestro, ¿no te importa que perezcamos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: ¡Cálmate, sosiégate! Y el viento cesó, y sobrevino una gran calma” (Mr. 4:37-39). Jesús no partió retando a los hombres por despertarlo, sino que fue primeramente sensible a su necesidad, luego de atenderlos puso en evidencia su falta de fe… pero ya el mar estaba en calma.

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