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Cuando hablamos de formación teológica, solemos pensar en el clásico seminario con campus, aulas, biblioteca, y demás. En realidad, estas instituciones no son las únicas en las cuales se puede capacitar a un futuro artesano bíblico. Hay diferentes modelos de formación teológica y distintas modalidades. Sin entrar en toda la diversidad de opciones que existen, comparto con ustedes dos modalidades de estudio que predominan hoy en día, valorando sus respectivas ventajas y desventajas.

Estudiar a distancia: el seminario en la pantalla

Algunos seminarios y academias ministeriales ofrecen programas de estudio a distancia desde hace décadas. Antes, estos estudios se realizaban enviando libros, apuntes, trabajos, y exámenes por correo postal. Luego se empezaron a emplear los casetes, el teléfono, y el fax. Hoy en día, la información suele pasar por medio de mp3, vídeos, correo electrónico, hilos de chat, y más. Los medios de intercambio entre profesores y estudiantes van cambiando pero la idea es la misma: llevar el seminario a donde esté el estudiante. 

Estudiar a distancia presenta ventajas interesantes. Puedes seguir sirviendo en tu iglesia mientras estudias. Normalmente resulta ser más económico porque no hace falta dejar tu trabajo ni trasladarte. Muchas veces resulta ser más flexible porque puedes estudiar según tu horario y a tu ritmo. En algunas facultades existe la posibilidad de hacer un grado o incluso un máster entero casi completamente desde tu lugar de residencia y ministerio. Es una opción que toman cada vez más personas.

Pero no todas son ventajas. ¿Qué es lo que se pierde estudiando a distancia? A veces solo se puede estudiar un programa limitado (sobre todo, cuesta estudiar el griego y el hebreo bíblico a distancia). El desánimo puede golpear con más facilidad, haciendo que el estudiante no termine su programa. Y, sobre todo, falta el encuentro cara a cara con el profesor y con los demás compañeros de clase.

Lo cierto es que muchas escuelas hoy en día intentan suplir esta necesidad con encuentros virtuales. A veces incluso planifican encuentros personales en semanas intensivas durante el verano. Sin embargo, estas soluciones difícilmente pueden sustituir la presencia diaria del profesor y los compañeros en un aula física, los tiempos de coloquio y debate teológico en el comedor o tomando café, las preguntas en el despacho del profesor, e incluso los momentos de ocio con los compañeros de clase.

Si el estudio a distancia resulta ser la opción más factible para ti, una manera de compensar algunas de estas desventajas es intentar cursar tu programa con la ayuda de un mentor, alguien de tu iglesia que te pueda animar y ayudar, que pueda dialogar contigo, y que te pueda edificar cara a cara con su crítica constructiva.

Estudiar presencialmente: en vivo y en directo

Matricularse en el programa presencial tiene todas las ventajas que el programa a distancia no tiene: programas completos, motivación diaria, y el contacto continuo con profesores y alumnos. Además, si puedes estudiar a tiempo completo, el hecho de dejar tu trabajo/ministerio habitual durante unos años te proporciona una oportunidad especial para dedicarte plenamente a los estudios. Eso te permite leer, pensar, y reflexionar profundamente en las Escrituras, actividades que la demanda normal del ministerio muchas veces no permite.

Otra ventaja de los estudios presenciales es la comunidad que se forma en el seminario. Durante los años del programa se disfruta de la comunión con los compañeros y el apoyo mutuo. Luego, después de graduarse, las amistades del seminario se convierten en una red de contactos para la colaboración en el ministerio. Las amistades forjadas en el seminario suelen ser aún más duraderas que las de la infancia o la universidad. Esto resulta importante porque el ministerio puede llegar a provocar cierto grado de soledad.

La gran desventaja de estudiar presencialmente en el seminario es que resulta caro económica y cronológicamente. Eso es inevitable. Pero permíteme una pequeña reflexión: las cosas más importantes en la vida no son fáciles, y suelen tener un alto costo. Ir al seminario implica sacrificio, pero el fruto que se cosecha después vale la pena. Sobre todo, hemos de confiar en nuestro Dios que es grande para proveer todas nuestras necesidades. Si quiere que vayas a estudiar presencialmente, ¡Él pondrá los medios! He visto cómo Dios ha provisto para muchos de mis estudiantes, e incluso para mí y mi familia en mis años de seminarista.            

Preparación previa

¿Crees que el Señor te puede estar llamando a formarte teológicamente? Si es así, te recomiendo dar estos pasos antes de comenzar tus estudios:

1. Cultiva la santidad

Nuestra teología determina en gran parte la trayectoria de nuestras vidas. Esto es cierto. Sin embargo, también hay que decir que la buena teología se basa en la virtud cristiana. Se basa en la fe: creemos para poder entender. Se basa en la humildad: tenemos que acercarnos al estudio de la Palabra con actitudes sumisas. Se basa en la devoción: debemos estudiar con hambre y sed de Dios, y con un espíritu de alabanza.

La formación teológica recibida de cualquier otra manera solo servirá para aumentar el orgullo, alimentar la combatividad, y endurecer el corazón. Antes de ir al seminario debes pedir a Dios que te dé crecimiento en la madurez cristiana.

2. Participa en tu iglesia local

Cuando digo que el seminario existe para servir a la iglesia local, hablo, por lo menos, por la facultad donde yo enseño. No aceptamos a estudiantes que no tienen vidas eclesiales activas y sanas. Queremos que nuestros alumnos tengan claro que la iglesia local es el hogar espiritual del creyente en este mundo, el lugar donde se encuentran los medios de gracia (predicación de la Palabra, las ordenanzas, el cuidado pastoral, la comunión con otros creyentes, etcétera).

La iglesia también cumple otra función en la vida de aquel que está planeando ir al seminario: la de confirmar su llamado de formarse. Desear el ministerio es una cosa buena (ver 1 Ti. 3:1). Desear ir al seminario para formarte para ello también lo es. Pero, ¿cómo sabes si tus ganas de ir al seminario son más que un mero deseo personal? Hace falta que otras personas confirmen tus dones y capacidades. Así que mi segundo consejo es que participes activamente en tu iglesia para crecer y también para probar. No vayas al seminario creyendo que serás el próximo gran predicador o evangelista o consejero de tu país cuando el Señor no te ha dotado para ello. [1]

3. Empieza a leer ya

Nunca está de más dedicar más tiempo a leer tu Biblia. ¿Por qué no proponerte leerla entera en un año? Mientras más conozcas su contenido, más sabiduría tendrás y más preparado estarás para la formación teológica.

Lo mismo afirmo en cuanto a los buenos libros cristianos. Te será útil leer libros sobre interpretación bíblica, teología sistemática, historia de la iglesia, ministerio pastoral, y predicación. [2] Tendrás más nociones y más entendimiento cuando llegues al seminario, y mientras tanto verás si eso de leer y estudiar va contigo (¡porque de esto hay mucho en el seminario!).

4. Infórmate, visita, y escoge bien

La decisión de dónde estudiar es importante. Investigar las opciones merece una inversión de tiempo. Pide la opinión y el consejo de otros. Ve a visitar la facultad en persona. Muchas veces las páginas web pueden no ser muy específicas.

¿Debo yo ir al seminario?

¿Te atreverías a ejercer como médico sin una formación previa? Intervenir en la sanidad física de otras personas es una gran responsabilidad. Seguro que querrías hacerte experto en la medida de lo posible antes de empezar a diagnosticar y recetar medicamentos. No te sería una carga estudiar los años que hicieran falta, porque ¡hay mucho en juego!

La misma lógica se aplica si crees que Dios te llama a ser un médico espiritual, responsable por la sanidad espiritual de otras personas. Debes hacer todo lo posible para convertirte en un experto en la Biblia. Para la gran mayoría de personas eso se consigue apartando un tiempo, quizás unos años de su vida, para dedicarse a la formación teológica.

Si el Señor te abre las puertas para ir al seminario, mi consejo es que aproveches esa oportunidad. Servirás mejor en el ministerio después de haber invertido ese tiempo. ¡Llenarás tu caja con las herramientas adecuadas para una vida de servicio!


[1] Aclaro que el seminario es para hombres y mujeres. Independientemente de tu postura sobre la mujer en el ministerio pastoral, hay mucho campo ministerial para mujeres capacitadas y teológicamente formadas.

[2] Para buenas introducciones a los temas mencionados, recomiendo los siguientes libros: R.C. Sproul, “Cómo estudiar e interpretar la Biblia”; Wayne Grudem, “Doctrina Bíblica”; Bernard Coster, “Unidad y diversidad en la historia de la Iglesia”; John Piper, “Hermanos, no somos profesionales”; David Helm, “La predicación expositiva”.

Imagen: Lightstock

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