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Nota del editor: 

En “El evangelio y mi trabajo” contamos historias acerca de cómo los cristianos glorifican a Dios en sus trabajos y tareas cotidianas. En esta ocasión, Belisse Bernal nos comparte sobre su experiencia como diseñadora escenográfica y artista plástica.

“Eres como una Frida Kahlo dominicana”, le dije. Riendo, me respondió: “pero más cuerda y con más gozo”.

Le mencioné que me recordaba a la famosa artista mexicana porque ambas habían sufrido y expresado su aflicción a través del arte. Como Kahlo, una serie de problemas de salud hicieron que Belli tuviera que pasar mucho tiempo postrada con terrible dolor físico. Ambas tuvieron que instalar un caballete especial en sus camas para poder seguir pintando.

Pero las similaridades acaban ahí. Mientras que en sus fotografías vemos a Frida seria o con una media sonrisa, Belli ríe ampliamente y sus rizos alborotados bailan mientras me explica lo que Dios ha hecho en su vida. Mientras que Frida decía “Lo único de bueno que tengo es que ya voy empezando a acostumbrarme a sufrir”, Belli afirma “El Señor utilizó el dolor para mostrarme que no hay manera de gozarse fuera del evangelio”.

Belisse Bernal empezó a pintar a los ocho años, cuando su mamá la inscribió en una escuela de arte cerca de su casa. A los 20, mientras estudiaba un técnico en artes visuales y una licenciatura en diseño arquitectónico, Belli cayó en una terrible depresión. En su gracia, Dios tenía planes para ella. Una de sus amigas la invitó a su iglesia, donde escuchó el evangelio y fue transformada de muerte a vida. “La depresión se convirtió en gozo”, dice Belli.

Desde su conversión, Belli empezó a usar su arte para el reino. Trabajó en centros de rehabilitación para mujeres, y ahí fue cuando se dio cuenta de que Dios le había dado un llamado para las misiones. En 2013, a los 26 años, Belisse tuvo la oportunidad de viajar a Taiwán con el grupo misionero JUCUM.

En Taiwán, Belli utilizó su talento artístico para atraer a las personas y predicarles el evangelio. Ella y sus compañeros trabajaban con universitarios, enseñándoles inglés en cafeterías. Ministraban a jóvenes que habían sido prostituidas y a ancianos que pasaban sus últimos días solos en asilos. Belisse pintaba grandes lienzos, preparaba utilería, creaba decoraciones, dibujaba pancartas, y más. El propósito de su arte siempre era apuntar a la cruz.

“Los taiwaneses conocían a Jesús como ‘el hombre de los huecos en las manos’. Nosotros les explicábamos el porqué de esos huecos”.

Belli pensó que, por haber sido llamada a las misiones, su carrera profesional como artista iba a terminar. No tenía problema con eso, su deseo era servir al Señor. Con todo, estaba equivocada. Los planes de Dios eran otros. Ella serviría a Dios, pero no solo como misionera en Taiwán.

A principios de 2015 empezó una de las etapas más difíciles en la vida de Belli. Mientras estaba en Taiwán, empezó a tener problemas en la columna. Resultó que tenía una hernia discal. “Pensé que me iba a volver loca”, me dijo. El dolor era insoportable, se irradiaba a sus piernas y no le permitía caminar. A pesar de buscar tratamiento en el extranjero, Belli no tuvo más remedio que dejar la tierra que había aprendido amar y volver a República Dominicana para ser intervenida quirúrgicamente.

Esa operación no funcionó. Pasó dos años enteros sufriendo constantes crisis de intenso dolor y parálisis. A pesar de haberse sometido a terapia tras terapia, su cuerpo no encontraba descanso.

“El dolor es como un criminal que te acorrala, te lleva a una esquina y te dice ‘dame todo’. No hay forma de retener nada”, confiesa Belli entre lágrimas. “El dolor hace que tus fundamentos y todo lo que piensas de Dios salga a la luz”.

Con cincel en mano, el Señor comenzó una nueva obra en el corazón de Belli. Una obra dolorosa pero que le enseñaría y la transformaría como nada antes lo había hecho. En un tiempo su corazón se llenó de amargura, pero Dios no permitió que se hundiera en la desesperación. Belli se aferró a la Palabra, confiando en que cada una de sus aflicciones tenía propósito.

“El dolor hizo en mi arte algo diferente”, recuerda. “Antes había ‘traducido la belleza’. Yo quería plasmar lo que también el mundo considera bueno, agradable, y hermoso. Pero el Señor me enseñó que hay belleza en el dolor, en la falta de comodidad, en la duda, en la espera en Él”.

Fruto de este tiempo son dos exposiciones artísticas que Belli está preparando, llamadas “La serie de la espera” y “Un día extraordinario”.

“Más que las habilidades que yo pueda tener o la creatividad o lo que pueda expresar… lo más importante en mi haber vocacional es Cristo en mí. No hay otra razón para dibujar, para presentar cosas bellas”.

Una segunda (y por fin exitosa) operación en enero de 2017 ha traído alivio a las aflicciones físicas que Belli había tenido. Ahora ella sirve en su congregación dando mentoría a jovencitas y participando en Proyecto Atenas, el cual tiene como propósito llevar sana doctrina a las universidades.

Actualmente, Belli trabaja con su hermana en el diseño de escenografía. Juntas crean escenarios para obras de teatro, conferencias, presentaciones de danza, y más. Belli se encarga de diseñar y de supervisar a un equipo de aproximadamente 10 personas que trabajan en distintos proyectos.

En este contexto ha tenido la oportunidad de hablar con muchas personas que no conocen a Dios, gente que busca su identidad en el dinero y en la aprobación de los hombres.

Belli ha tenido que rechazar más de un proyecto porque muchas veces el teatro quiere hacer burla de lo que el Señor aborrece. Sin embargo, ella también ha aprovechado la manera en que el arte expone el corazón de los hombres y revela su más grande necesidad. En una ocasión, mientras trabajaba en una obra de teatro sobre Marilyn Monroe, se encontró predicando el evangelio tras bastidores después de hablar de la vida de la atormentada actriz que jamás pudo encontrar la felicidad en el sexo, el dinero, o la fama.

“Como escribió Lutero, yo soy un mendigo diciéndole a otro mendigo donde encontrar el pan”.

Belli también tiene su propia empresa pequeña; hace murales y otras obras de arte por encargo. Ella cree que, como Ravi Zacharías explica, el arte es la puerta trasera a la razón. Busca plasmar las verdades de Dios y su Palabra en cada pieza. En cada obra su propósito es apuntar al corazón del Señor.

“El ser humano tiene una necesidad de encontrar belleza”, dice Belli. “Hasta el hombre más simple la ve cada día por la gracia común del Señor”.

Dios usó las hábiles manos de artesanos para construir el tabernáculo y el templo; usó las hermosas palabras de los profetas y los salmistas para revelarnos su corazón. Hoy, Dios sigue usando los escenarios, lápices, y lienzos de artistas como Belli para mostrar su gloria y lo hermoso que Él es.

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