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Las palabras importan.

En el siglo XXI no necesitas ser escritor profesional para escribir todos los días. Mensajes de texto, publicaciones en Facebook, tweets, correos electrónicos… poner palabras en el papel (o en la pantalla) es cosa de todos los días. No todos lo hacemos bien, pero todos escribimos.

¿Qué están comunicando nuestras palabras?

“Los líderes toman en serio las palabras porque vivimos y morimos por ellas. Trabajamos para inculcar ciertas creencias y convicciones en los demás, y para luego motivarlos y dirigirlos a una acción concertada” (p. 163).

Las palabras expresan nuestras convicciones, y motivan a quienes nos escuchan a abrazar estas verdades o —si fallamos— a apartarse de ellas. El líder es responsable de aprender a escribir bien; la única manera de hacerlo es leyendo mucho y escribiendo mucho.

“Los líderes eficaces, aquellos que aspiran a tener una influencia duradera y extendida, aprenderán a usar las palabras como flechas encendidas, escogidas cuidadosamente y dirigidas para que cumplan con un propósito” (p. 164).

Permanece fiel

Nuestra generación quiere resultados rápidos y sin dificultad alguna. Pero el liderazgo eficaz demanda de nosotros todo lo contrario. Para ser de verdadera influencia necesitaremos permanecer fieles por mucho tiempo, mientras soportamos incontables batallas.

“Si deseas producir cambios perdurables, será mejor que te comprometas a permanecer. […] El liderazgo es una prueba de resistencia que exigirá lo mejor de cada uno” (pp. 189, 191).

Nada que valga la pena se logra sin tiempo ni esfuerzo. No esperemos que el liderazgo sea diferente. No seamos como esos “líderes [que] pasan de una posición a la otra, una y otra vez, precisamente porque no quieren soportar las lecciones que solo el tiempo y la antigüedad pueden enseñar” (p. 193). Permanezcamos fieles, sabiendo que Dios en quien nos sostiene en la prueba y nos da fuerza para continuar.

Con todo, no somos eternos. La conciencia de esta verdad nos ayudará a buscar usar nuestro tiempo con sabiduría cada día. También nos recordará que nuestro liderazgo no se trata de nosotros. Lo importante son las convicciones; lo importante es la verdad. Eso permanecerá.

“Si somos fieles mayordomos del liderazgo que se nos ha confiado, nos veremos a nosotros mismos como quienes preparan el escenario para logros mayores que vendrán” (p. 198).

Dios sigue cumpliendo sus propósitos a través de hombres y mujeres finitos. Lo seguirá haciendo mucho después de que nosotros hayamos partido de aquí. Ese debe ser nuestro gozo. Nuestro trabajo no es en vano y el éxito no depende de nosotros. ¡Permanezcamos fieles y caminemos cada día con esta confianza!

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