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Las controversias entre cristianos son una triste consecuencia de vivir en un mundo caído. Somos hermanos, unidos por las glorias del evangelio de Jesús; sin embargo, en lo secundario no siempre estamos de acuerdo. Y la Navidad es una de esas cosas no fundamentales que suelen causar roces entre los creyentes.

¿Celebrar o no celebrar?

Quizá esa no es la pregunta correcta.

La cosa es que, festejemos la Navidad o no, la gran mayoría de las personas a nuestro alrededor sí están celebrando. Y esta es una gran oportunidad.

“Todos los años, nuestra sociedad occidental cada vez más secular tiene menos conciencia de sus raíces históricas, muchas de las cuales son los fundamentos de la fe cristiana. No obstante, una vez al año en Navidad, estas verdades básicas se vuelven un poquito más accesibles para una enorme audiencia” (pos 134-136).

La pregunta correcta es, ¿aprovecharemos la estación para cumplir la Gran Comisión? Aunque la Navidad en el mundo se ha vuelto más acerca de la familia y la generosidad que acerca de Jesús, la temporada ocasiona que las personas están un poco más dispuestas de hablar sobre Dios.   

En las festividades se habla de luz, de paz, y de amor. ¿No es esta una gran oportunidad para proclamar que Jesús es la luz que irrumpió en las tinieblas del mundo, quien nos trae verdadera paz para con Dios, y quien nos ofrece un amor que nunca termina?

“El nacimiento del Hijo de Dios en el mundo es un evangelio, una buena noticia, un anuncio. No te salvas a ti mismo. Dios ha venido a salvarte” (pos. 359-360).

El verdadero significado de la Navidad no es que todos juntos podemos construir un mundo mejor, lleno de armonía y alegría. La luz, la paz, y el amor que tanto anhelamos no viene desde dentro de nosotros mismos. Necesitamos ser rescatados, y Dios ya hizo todo lo necesario por nosotros.

La luz, la paz, y el amor que tanto anhelamos no viene desde dentro de nosotros mismos. Necesitamos ser rescatados, y Dios ya hizo todo lo necesario por nosotros.

En la Navidad, Dios nos muestra que su manera de hacer las cosas está muy por encima de la nuestra. Él usó a adúlteros, prostitutas, y toda clase de pecadores para formar una familia a través de la cual vendría al mundo. Jesús irrumpió en la historia en el tiempo perfecto y de la manera perfecta. En el momento y lugar que menos hubiéramos esperado.

“Navidad nos dice que, aunque parezca lo contrario, nuestro buen Dios tiene el control de la historia. Y algún día, pondrá las cosas en su lugar” (pos. 548-549).


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