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“Los intelectuales contra los espirituales”. En nuestra cultura evangélica se nos ha vendido la idea de que un campo se opone al otro y que debes elegir tu bando. ¿Letra o Espíritu? ¿Conocimiento o emociones? Hemos creado falsas dicotomías que están muy lejos de la realidad bíblica: El Espíritu Santo es el Espíritu que inspiró la Escritura, y no podemos interpretar la Palabra separados de Él.

“Aquellos que quieran vivir bajo la autoridad del Espíritu deben postrarse ante la Palabra como el libro de texto de este, y los que quieran vivir bajo la autoridad de las Escrituras deben buscar al Espíritu como su intérprete” (pp. 336-337).

Si queremos conocer al Espíritu debemos ir a la Palabra, y si queremos entender la Palabra debemos ser iluminados por el Espíritu. No hay lugar para separar uno de otro. Pero tristemente hemos intentado vivir de esa manera.

En Caminar en sintonía con el Espíritu, J. I. Packer nos hace ver que “hemos heredado una situación en la que se ha apagado el Espíritu de Dios”. En ciertos casos ha sido, explica él, por “salir de los pastos verdes de la Palabra de Dios para vagar por las llanuras yermas de la especulación humana”; hemos atribuído al Espíritu obras que no exaltan a Cristo y que por lo tanto no son su ministerio verdadero.

Pero esta no es la única manera en que hemos apagado al Espíritu. En afán de evitar los excesos, hemos adoptado “actitudes e inhibiciones en los niveles personal y práctico, que simplemente han sofocado Su obra” (p. 353). Nos aferramos a nuestras tradiciones en lugar de ir a la Biblia para aprender cómo es que el Espíritu trabaja en medio de los creyentes.

¿Cómo evitamos el balancearnos de un extremo a otro en ese péndulo? Recordando siempre el centro del ministerio del Espíritu: glorificar a Jesús.

“La esencia de la vida en el Espíritu es el reconocimiento de Jesús y la comunión con Él, a quien el Padre nos ha dado para salvarnos de la insensatez, la culpa y el poder del pecado. La evidencia que demuestra que honramos al Espíritu es nuestro esfuerzo diario por vivir esta vida” (p. 364).

El cielo en nosotros

Packer concluye su libro exponiendo uno de los más hermosos ministerios del Espíritu Santo: “El Espíritu nos da testimonio de que nuestra comunión y unión con el Señor Jesús nos ha traído la adopción en la familia del Padre” (p.374).

El creyente que ha entendido esto no está afanado en la búsqueda de “nuevas experiencias espirituales” ya que vive continuamente disfrutando de la seguridad que el Espíritu ha derramado en su corazón. ¡Somos amados por el Dios de gloria!

“Bien podemos caminar con la cabeza alta en la certeza gozosa de que tenemos el amor de nuestro Padre celestial, nuestro glorioso Salvador, y el Espíritu Santo que obra para que nuestro corazón albergue esta seguridad, de forma que podemos decir continuamente en nuestro interior (y en ocasiones en voz alta también): ‘¡Aleluya! Soy un hijo de Dios, soy salvo para siempre, Dios me ama’” (p. 384).

Que nuestro caminar en este mundo sea realmente en sintonía con el Espíritu de Dios, quien nos da la certeza de que en Jesús tenemos todo lo que necesitamos. En medio de cualquier situación podemos disfrutar de la plenitud de Cristo y experimentar un vistazo del cielo en la tierra, hasta que Él regrese por su Iglesia.

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