El mundo se centra en la belleza externa. Esto no debería extrañarnos, pues está dirigido por aquel que fue creado perfecto en hermosura (cp. Ez 28:12; Jn 12:31), pero se enalteció por su belleza y así corrompió su sabiduría (Ez 28:17).
Si decidimos seguir sus pasos, podemos suponer que nos ocurrirá lo mismo.
Sin embargo, a diferencia del ser humano que se fija en lo externo, Dios evalúa el corazón (1 S 16:7).
Vemos un ejemplo de esto en Sara, quien tuvo una belleza extraordinaria, al punto que su esposo Abraham la presentó dos veces como su hermana, por temor a que lo mataran para quedarse con ella. Y la segunda vez que lo hizo ¡Sara tenía noventa años (Gn 20)!
Pero cuando el apóstol Pedro la recuerda, no enfatiza su belleza externa sino la interna: «Porque así también se adornaban en otro tiempo las santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos. Así obedeció Sara a Abraham, llamándolo señor, y ustedes han llegado a ser hijas de ella…» (1 P 3:5-6; cp. He 11:11).
Hermana, ¿te adornas piadosamente como Sara o valoras más la belleza terrenal?
El peligro de la belleza terrenal
La naturaleza pecaminosa hace que queramos ser iguales a Dios y usurpar Su lugar central (Gn 3:6), y la belleza externa nos puede dar la falsa impresión de que podemos lograrlo. Atraemos las miradas de los demás y nos convertimos en el foco de atención. Esto produce orgullo en nosotras, un sentido de superioridad y poder. Y por ende, debemos poner mayor atención a la advertencia que Dios nos hace en Su Palabra: «Delante de la destrucción va el orgullo, / Y delante de la caída, la arrogancia de espíritu» (Pr 16:18).
Por si eso no fuera suficiente, la belleza terrenal es efímera. Si no cultivamos la belleza que promueven las Escrituras y nos obsesionamos con lo externo, perderemos nuestra razón de vivir al llegar a la vejez.
Si no cultivamos la belleza que promueven las Escrituras, perderemos nuestra razón de vivir al llegar a la vejez
Candice Bergen, una actriz estadounidense, dijo una vez: «Aunque la belleza te da una extraña sensación de derecho, es bastante aterrador y amenazante que otros le atribuyan tanta importancia a algo que sabes que solo estás alquilando por un tiempo». Con la edad, a pesar de las cirugías plásticas, la belleza física jamás será lo que fue en la juventud. Por eso Dios, en Su bondad y misericordia, nos orienta a enfocarnos en una belleza que no solo es superior, sino que además mejora con la edad (2 Co 3:18).
Una belleza que no se deteriora
Pedro, bajo la influencia del Espíritu, nos exhorta a que nos adornemos con el adorno incorruptible de un espíritu de ternura y serenidad.
Que el adorno de ustedes no sea el externo: peinados ostentosos, joyas de oro o vestidos lujosos, sino que sea lo que procede de lo íntimo del corazón, con el adorno incorruptible de un espíritu tierno y sereno, lo cual es precioso delante de Dios (1 P 3:3-4).
¿Significa esto que Dios está en contra de los peinados y vestidos hermosos? ¡Claro que no! Él ha hecho todo lo que es bello. Nota que dice «ostentosos», lo que significa usarlos de manera llamativa para impresionar a los demás. Dios nos invita a dirigir nuestras miradas y prioridades hacia lo que más importa.
En primer lugar, Pedro lo llama un espíritu «incorruptible» porque no se deteriora, no se acaba, no es de este mundo. Luego, la palabra detrás de «tierno» (gr. praus) significa «manso, suave y humilde», la misma palabra que usa Jesús para describirse a Sí mismo (Mt 11:29). Aspirar a ser tiernas, mansas y humildes tiene mucho sentido porque sabemos que el plan del Padre es formarnos a la imagen de Su Hijo (Ro 8:29). Al mismo tiempo, la palabra detrás de «sereno» (gr. hésuchios) significa «pacífico o tranquilo», que es la misma palabra que se usa para describir la vida que todos los creyentes deberían buscar (1 Ti 2:2).
No debe asombrarnos, entonces, que el mundo nos inste a ser atractivas, agresivas, «empoderadas» y «dominantes», pues esto es conforme al príncipe de la potestad del aire (Ef 2:2). El énfasis de este mundo siempre está en dirección opuesta al del reino de Dios. Está en contra de lo que Dios espera de Sus hijos, que en este caso es la belleza de un espíritu tierno y sereno.
¿Cómo cultivar esta belleza?
La expresión «un espíritu tierno y sereno» no se refiere a un tipo de personalidad, sino a alguien que es amable, tierna y humilde. Alguien así no busca ser el foco principal, sino que quiere que Dios sea el centro de atención.
La belleza de Jesús no podemos imitarla con maquillaje o cirugías plásticas, sino que ocurre cuando morimos a nosotras todos los días y vivimos la Palabra
Ser así no es inherente a nuestras naturalezas caídas, por lo que para lograrlo se requiere de un poder mayor, de un carácter maduro y una mente piadosa. Esto solo es posible si nos mantenemos bajo el control del Espíritu, debido a una confianza total en Dios, quien nos brinda seguridad y nos da valor ante las dificultades de la vida.
Considero que también refleja un asunto de prioridades, de lo que más valoramos. ¿Mi meta es mantener la belleza exterior a todo costo o enfocarme en transformar mi mente y corazón? El misionero Jim Elliot dijo una vez: «No es tonto quien rinde lo que no puede conservar para ganar lo que no puede perder». Y Cristo mostró esto con Su vida. La persona con más poder que ha caminado sobre la tierra —la segunda persona de la Trinidad— se autodefinió como «manso y humilde» (Mt 11:29).
Esta belleza de Jesús no podemos imitarla con maquillaje o cirugías plásticas, sino que ocurre cuando morimos a nosotras todos los días y vivimos la Palabra (Mt 16:24). Es una hermosura que irradia desde el interior el aroma de Cristo (2 Co 2:15).
Vivir de esta manera solo es posible para la mujer que echa todas sus ansiedades sobre el Señor, reconociendo que Él tiene cuidado de ella (1 P 3:6; 5:7), porque ha recibido el perfecto amor que echa fuera el temor (1 Jn 4:18). ¡Necesitamos creer y vivir las promesas de Dios, reconociendo que nada es ignorado por Dios y que Él nos recompensará!
La belleza celestial es mejor
Pedro califica la belleza de un espíritu tierno y sereno como «incorruptible» porque no puede provenir de este mundo —pues aquí todo se deteriora—, pero también para dar a entender que la gloria y belleza del cielo supera con creces a la gloria y belleza de este mundo (1 P 1:4). ¡Al parecernos a Cristo, tendremos este espíritu que lo caracteriza a Él!
Hermanas, seamos mujeres obedientes a la Palabra del Señor y mostremos nuestra obediencia por amor por Él, mientras caminamos bellamente siguiendo Sus huellas.