Pocos de nosotros pasamos la vida sin que los vientos de la dificultad soplen en nuestra dirección en algún momento; esos vientos fríos e implacables que amenazan con derribarnos para siempre.
Cuando los vientos del sufrimiento soplan en nuestras vidas, lo que más necesitamos es algo seguro a que aferrarnos, algo fuerte e inamovible que nos impida ser arrastrados por una tormenta de preguntas, miedo, desánimo y desilusión.
Supongo que es por eso que para mí ha sido un gozo recopilar escritos excelentes sobre la perspectiva, el propósito y la provisión de Dios en el sufrimiento. Las verdades bíblicas clarificadas por teólogos y maestros de la Biblia respetados, tanto clásicos como contemporáneos, han sido una base sólida bajo mis pies en las tormentas de sufrimiento y dolor de mi vida.
Es mi oración que el siguiente extracto de A. W. Tozer te proporcione eso a ti también; que dé forma a tu pensamiento, fortalezca tu resolución y aquiete tu alma:
Samuel Rutherford estaba tan embelesado que pudo gritar en medio de pruebas serias y dolorosas: «Alabado sea Dios por el martillo, la lima y el horno».
El martillo es una herramienta útil, pero el clavo, si tuviera sentimientos e inteligencia, podría presentar el otro lado de la historia. Porque el clavo solo conoce al martillo como un oponente, un enemigo brutal y sin misericordia que vive para golpearlo hasta su rendición. Lo hace para hacerlo desaparecer a la vista y sujetarlo en su lugar.
Esa es la opinión del clavo sobre el martillo, y es precisa, excepto por una cosa: el clavo olvida que tanto él como el martillo son siervos del mismo obrero. Desde que el clavo recuerde que el martillo está en manos del obrero, todo resentimiento hacia él desaparecerá.
El carpintero decide cuál cabeza será la siguiente en ser golpeada y cuál martillo se utilizará para golpearla. Ese es su derecho soberano. Cuando el clavo se haya rendido a la voluntad del obrero y haya vislumbrado un poco sus benignos planes para su futuro, cederá al martillo sin quejarse.
La lima es aún más dolorosa, ya que su función es corroer el metal blando, raspando y carcomiendo los bordes hasta que haya moldeado el metal a su voluntad. Sin embargo, la lima no tiene, en realidad, una voluntad real en el asunto, sino que sirve a otro maestro como también lo hace el metal.
El deseo ardiente de deshacernos de toda cosa impía y de vestirnos a la semejanza de Cristo a cualquier precio, con frecuencia no se encuentra entre nosotros
Es el maestro y no la lima quien decide cuánto será corroído, qué forma tomará el metal y cuánto tiempo continuará el doloroso limado. Si el metal acepta la voluntad del maestro, no intentará dictar cuándo o cómo será limado.
En cuanto al horno, es el peor de todos. Despiadado y salvaje, salta sobre cada cosa inflamable que entra en él y nunca suaviza su furia hasta que la haya reducido a cenizas sin forma.
Todo lo que se niega a arder se derrite en una masa de materia indefensa, sin voluntad ni propósito propio. Cuando todo lo derretible se ha derretido y todo lo que se quema se ha quemado, entonces y solo entonces, el horno se calma y descansa de su furia destructiva.
Conociendo todo esto, ¿cómo pudo Rutherford alabar a Dios en su corazón por el martillo, la lima y el horno? La respuesta es simplemente que él amaba al Maestro del martillo, adoraba al Obrero que manejaba la lima y alababa al Señor que calentaba el horno para la bendición eterna de sus hijos.
Él había sentido el martillo hasta que sus ásperos golpes dejaron de doler; había soportado la lima hasta que llegó a disfrutar de sus mordiscos; había caminado con Dios en el horno tanto tiempo que se había convertido en su hábitat natural. Esto no es exagerar los hechos. Sus cartas lo revelan.
Una doctrina como esta no encuentra mucha simpatía entre los cristianos en estos días suaves y carnales. Tendemos a pensar en el cristianismo como un sistema indoloro mediante el cual podemos escapar del castigo de los pecados pasados y por fin llegar al cielo.
El deseo ardiente de deshacernos de toda cosa impía y de vestirnos a la semejanza de Cristo a cualquier precio, con frecuencia no se encuentra entre nosotros. Esperamos entrar en el reino eterno de nuestro Padre y sentarnos alrededor de la mesa con sabios, santos y mártires; y por la gracia de Dios, tal vez lo hagamos; sí, tal vez lo hagamos.
Pero para la mayoría de nosotros, al principio podría resultar una experiencia vergonzosa. Nuestro silencio podría ser como el del soldado inexperto en presencia de los héroes curtidos por la batalla que han peleado y ganado la victoria y que tienen cicatrices para demostrar que estaban presentes cuando se inició la batalla.
Es dudoso que Dios pueda bendecir grandemente a un hombre hasta que lo haya herido profundamente
Siendo el diablo, las cosas y las personas lo que son, es necesario que Dios use el martillo, la lima y el horno en su santa obra de preparar a un santo para la verdadera santidad. Es dudoso que Dios pueda bendecir grandemente a un hombre hasta que lo haya herido profundamente.
Sin duda, los de esta generación nos hemos vuelto demasiado blandos para escalar grandes alturas espirituales. La salvación ha llegado a significar liberación de cosas desagradables.
Nuestros himnos y sermones nos crean una religión de consuelo y agrado. Pasamos por alto el lugar de las espinas, la cruz y la sangre. Ignoramos la función del martillo y la lima.
Por extraño que parezca, es cierto que gran parte del sufrimiento que estamos llamados a soportar en el camino de la santidad es un sufrimiento interno para el cual apenas se puede encontrar una causa externa. Porque nuestro viaje es un viaje interior y nuestros verdaderos enemigos son invisibles a los ojos de los hombres.
Se pueden soportar los ataques de la oscuridad, del desánimo y del autodesprecio agudo sin experimentar ningún cambio en nuestras circunstancias externas. Solo el enemigo, Dios y el cristiano bajo opresión saben lo que ha sucedido.
El sufrimiento interior ha sido grande y se ha realizado una gran obra de purificación, pero el corazón conoce su propio dolor y nadie más puede compartirlo. Dios ha limpiado a su hijo de la única manera que Él puede hacerlo, siendo las circunstancias las que son. Gracias a Dios por el horno.
Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
Este artículo es una adaptación de Be Still, My Soul: Embracing God’s Purpose and Provision in Suffering (Estad quieta, alma mía: Abrazando el propósito y la provisión de Dios en el sufrimiento) de Nancy Guthrie (Crossway, 2010). El extracto de A. W. Tozer fue tomado de La raíz de los justos.