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Esta es una carta pastoral escrita a los miembros de nuestra congregación cuyos padres están en contra de su bautismo.


Queridos hermanos y hermanas:

¡Doy gracias a Dios por su fe en Cristo! Muchos de ustedes han decidido seguir a Jesús como cristianos de primera generación, a pesar de que sus padres se oponen con fuerza.

Algunos han sido llamados necios, a otros les han prohibido asistir a la iglesia y uno de los hermanos fue echado de la casa. Ustedes han pagado un precio que pocos cristianos en occidente pagarán. Por este motivo, yo alabo a Dios y les honro a ustedes.

Ahora, todos ustedes se enfrentan a una decisión importante: ¿se bautizarán en contra de la voluntad de sus padres? A algunos les han dicho que deben esperar hasta graduarse, a otros hasta que sus abuelos mueran.

Sé cuánto aman a sus padres y desean honrarles. De igual manera, veo cuánto aman a su Padre celestial y quieren seguirle. Espero que estos breves pensamientos puedan ayudarles a tomar una decisión sabia en oración.

Su familia terrenal es importante

En primer lugar, por favor no crean que a Dios no le importa su familia. Él los ama mucho más de lo que se puedan imaginar y Él quiere que ustedes amen, respeten y honren a su familia.

Somos salvos por la sangre de Cristo, no por las aguas del bautismo

Dios ordena que honremos a nuestros padres y madres de manera específica en el Antiguo Testamento. De hecho, la manera en que les honramos es un indicador de cómo glorificamos a Dios (Éx 20:12; Dt 5:16). En todo el libro de Proverbios descubrimos que seguir las instrucciones de nuestros padres es una señal de verdadera sabiduría.

En el Nuevo Testamento no es diferente. La forma en que cuidamos a nuestros padres, en particular en su edad avanzada, está profundamente conectada con el evangelio (1 Ti 5:8). La última cosa que Dios quisiera es que deshonren a sus padres, especialmente en nombre de tradiciones religiosas humanas (Mr 7:8-13).

Por supuesto, el bautismo no es una tradición humana; es el regalo y mandato continuo de Jesús a su iglesia (Mt 28:18-20). Es la señal externa de que le pertenecemos a Él.

Pero no es el bautismo lo que nos da un sentido de pertenencia. Somos salvos por la sangre de Cristo, no por las aguas del bautismo (1 Co 10:1-5; 1 P 3:21-22). Con o sin el bautismo, ya le pertenecemos a Dios por la gracia sola, por la fe sola, solo por Cristo.

Dios nos llama a confiar en Jesús hoy, pero su mandato de ser bautizados no exige una respuesta inmediata. Todo esto puede significar que sean pacientes. Puede significar que esperen que los padres cambien de opinión, que llegue la graduación o que salgan de casa antes de ser bautizados. Pero, si van a esperar, no malgasten este tiempo. Aprovéchenlo para mostrar a sus padres que Jesús les hace un mejor hijo o hija, no peor. Hónrenles de tal manera que «puedan ser ganados sin palabra alguna… estando siempre preparados para presentar defensa… de la esperanza que hay en ustedes» (1 P 3:1, 15).

Su familia espiritual importa más

Irónicamente, el cuidado que Dios tiene de tu familia terrenal pone en evidencia la magnitud del cuidado mayor por tu familia espiritual. El hecho de que las familias son importantes es lo que precisamente nos ayuda a entender que la familia de Dios importa mucho más.

No es sin razón alguna que Jesús dice: «Si alguien viene a Mí, y no aborrece a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser Mi discípulo» (Lc 14:26).

Al igual que nosotros, los judíos del primer siglo creían que la familia terrenal es el lugar primordial donde pertenecemos. Ellos también creían, como muchos de nuestros padres, que «la sangre pesa más que el agua».

Pero el Espíritu pesa más que la sangre. Dios está formando una familia mucho más grande, una familia identificada no por la sangre y el parentesco, sino por la fe. En esta familia, Dios es nuestro Padre, Jesús es nuestro hermano, y nosotros somos una familia unida por el Espíritu (He 2:11-12; 1 Ti 5:1-2). Por su misericordia, Dios nos ha adoptado en su gran familia por el Espíritu de su Hijo (Gá 4:4-7). La iglesia es nuestra familia verdadera, es donde realmente pertenecemos.

Dios nos ha adoptado en su gran familia por el Espíritu de su Hijo. La iglesia es nuestra familia verdadera, es donde realmente pertenecemos

A pesar del llamado de Dios de honrar a nuestros padres, no es ninguna sorpresa que haya un límite a este llamado. Honrar a nuestra familia terrenal no justifica el no seguir o vivir para Jesús y, sin ninguna duda, no es una excusa para pecar. De hecho, Jesús dice que el costo del discipulado es nuestra pertenencia a la familia terrenal porque ahora le pertenecemos a Él y no a ellos (Mt 10:34-37; Mr 3:31-35).

Eso es lo que hace que el bautismo sea tan importante.

El bautismo le dice al mundo que le pertenecemos a Jesús y a su gran familia (1 Co 12:12-13), es el símbolo supremo de lealtad. Si bien es cierto que el bautismo no es esencial para la salvación, es ineludiblemente importante: es lo que traza una línea en la arena, revela abiertamente nuestras intenciones y marca el comienzo de nuestra nueva vida en Cristo. Aparte de nuestra conversión, nuestro bautismo es el momento más importante en nuestra vida cristiana (Ro 6:1-5).

Ser cristiano sin pasar por las aguas del bautismo es como casarse sin anillo. No es que el anillo constituya el matrimonio, pero el matrimonio es firmado y sellado por el anillo.

Si estás pensando en esperar para bautizarte, por favor entiende esto: existe una línea y no puedes esperar para siempre. De hecho, sospecho que cuanto mayor es la espera, más grande será la tensión que sentirás entre tu familia terrenal y espiritual.

La promesa de una gran familia

No puedo decirte qué va ocurrir cuando decidas ser bautizado, sea cuando sea. No sé si tus padres asistirán y no te puedo prometer que no sufrirás a causa de ello.

Pero debes saber esto: Dios te ha adoptado en su gran familia y «todo el que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o hijos o tierras por Mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna» (Mt 19:29).

Cuando llegue tu día, confía en que tu bautismo será una señal visible para tu familia que perteneces a una familia más grande y que, en Jesús, ellos también pueden formar parte de ella.

Sea cual sea tu decisión, y pase lo que pase, nunca olvides: «aunque mi padre y mi madre me hayan abandonado, el SEÑOR me recogerá» (Sal 27:10).

Tu pastor y hermano en la fe,

Adam


Publicado originalmente en The Gospel Coalition: Australia. Traducido por CASIAN.
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