Yo era una joven que había comenzado a servir en el ministerio de adolescentes. Poco a poco el Señor iba haciendo arder en mí la pasión por servirle en esa área. Tenía pocos años en la fe, poco conocimiento de la Palabra y muchas áreas en las que necesitaba crecer.
Aun así, el líder que estaba a cargo del ministerio de adolescentes me dio la oportunidad de servir y caminó conmigo. Su confianza en mí y su impulso para que usara mis dones y talentos me llevaron a tener un mayor compromiso con el Señor, lo que ha sido de impacto en mi vida hasta el día de hoy.
Pensando en lo que significó para mí, y sabiendo lo importante que es que las mujeres sirvamos a nuestras iglesias locales, quisiera compartir algunos principios que he visto que son de bendición cuando pastores y líderes los aplican con las mujeres que sirven en su congregación.
1. Voces que se escuchan
Escuchar es una de las mayores muestras de valoración que podemos darle a una persona, y es un medio en el que podemos crecer en sabiduría (Pr 19:20).
Dios ha bendecido a Su iglesia con dones, talentos y distintas capacidades, lo que incluye a las mujeres que sirven allí. Es de gran ánimo para nosotras cuando nuestras opiniones, perspectivas e ideas son recibidas, escuchadas y aun solicitadas, en aquellas áreas de servicio en las que estamos involucradas, con el genuino deseo de considerarlas para ponerlas en práctica, siempre que sean apropiadas y conforme con la visión de la iglesia.
Las mujeres, con los dones que Dios nos ha dado y bajo el liderazgo de nuestros pastores y líderes, debemos contribuir a que el cuerpo de Cristo sea edificado
En este punto, puede ser que algún pastor o líder sienta que hacer esto coloque o empuje a la mujer a una posición que no le corresponde, pero, lo que he visto en mi propio servicio es que, ser escuchada ayuda aún más a que sirvamos confiando en y sometidas al liderazgo de nuestros pastores y líderes. Al saber que tenemos «un espacio» para ser escuchadas, no sentimos que estamos siendo «usadas», sino que tenemos algo que aportar con aquello que Dios nos ha dado.
2. Crecimiento que se fomenta
Las mujeres también necesitamos crecer: en nuestro conocimiento de la Escritura y en nuestra preparación para las áreas de servicio en las que estamos involucradas. La Palabra también nos llama a manejar con precisión las Escrituras (2 Ti 2:15), y lograrlo requiere que seamos capacitadas en cómo estudiar la Biblia de una mejor manera.
Es de gran bendición para nosotras, y de beneficio para toda la iglesia local, cuando las mujeres somos consideradas y animadas para ser parte de los programas de formación que desarrollan nuestras iglesias, o cuando somos estimuladas a tener estudios teológicos y estar más preparadas en las áreas en las que estamos sirviendo. Necesitamos prepararnos más allá de las áreas que competen solo a las mujeres —como la maternidad o el ser ayuda idónea—, sino también en lo que nos compete a todos los creyentes: el crecer a la imagen de Cristo.
3. Llamado que se reconoce
La Biblia hace un llamado a los pastores a capacitar a los santos para la obra del ministerio, con el propósito de que el cuerpo de Cristo sea edificado (Ef 4:12). Las mujeres en diferentes áreas de servicio también somos parte de esos santos que ayudan a llevar a cabo la obra del ministerio.
Pablo entendía esto y por eso reconoció la labor de Febe y animó a la iglesia en Roma a que la recibieran y ayudaran en todo, porque había ayudado a muchos (Ro 16:1-2). También menciona a Priscila como su colaboradora en Cristo (vv. 3-4), reconocida en todas las iglesias de los gentiles, pues expuso su vida junto con Aquila por él.
Las mujeres, con los dones y talentos que Dios nos ha dado, con nuestro llamado a diferentes áreas de servicio y bajo el liderazgo de nuestros pastores y líderes, debemos contribuir a que el cuerpo de Cristo sea edificado y aun podemos ayudar a aligerar la carga tan pesada de nuestros pastores.
4. Honra que se entrega
En nuestro trato con los demás, la Palabra nos llama a darnos honra: «Sean afectuosos unos con otros con amor fraternal; con honra, dándose preferencia unos a otros» (Ro 12:10).
Es de bendición para nosotras, y de beneficio para toda la iglesia local, cuando las mujeres somos animadas a prepararnos en las áreas en las que servimos
Vivimos en una cultura en la que se nos hace difícil animar y reconocer la labor de otros, ¡pero la Biblia nos llama a hacerlo! En mi servicio dentro de mi iglesia local es de gran estímulo para mi vida cuando mi pastor o mis líderes me animan en alguna labor que fue puesta en mis manos. Me anima saber que mi servicio está contribuyendo a la edificación del cuerpo de Cristo.
Al mismo tiempo, parte de esta honra implica también que aquellas que tienen un empleo en algún área de la iglesia y hacen su trabajo con entrega y excelencia, sean remuneradas económicamente de manera justa y considerada y que, en la medida de lo posible, se les provea de períodos sabáticos que puedan servir para el descanso o la capacitación ministerial y teológica.
Un solo cuerpo
Dios creó a las mujeres con dones y talentos y nos ha dado el regalo de ser parte de Su iglesia. Es por Su gracia que podemos, para la gloria de Dios y bajo el liderazgo saludable de nuestros pastores y líderes, ofrecer y poner en práctica lo que nuestro buen Señor nos ha dado. Pastores y líderes, ayúdennos a servir con gozo y fidelidad.