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A principios del año, cuando me parecía que estaba subiéndome a un avión cada semana y al mismo tiempo lidiando con algunos síntomas de salud misteriosos, recuerdo pensar: “Si pudiera estar en casa, en mi rutina habitual, haciendo todo mi trabajo ordinario, yendo al mismo supermercado, corriendo la misma ruta, lidiando con las mismas discusiones, preparando para dormir a los mismos seis niños, durmiendo en la misma cama con mi esposa, y hacer esto me haría sentir relativamente bien, le daría gracias a Dios todos los días por mi vida maravillosamente aburrida”.

Por supuesto, esos tipos de votos desaparecen mas rápido de lo debido. Sé que he tenido algunos días normales y aburridos desde entonces, y no paré ni un momento para darle gracias a Dios por la bendición de lo rutinario.

Pero lo hago más de lo que lo solía hacer.

Habla con los padres de familia cuya casa fue inundada o cuyos hijos no duermen durante la noche. Habla con el amigo que ha estado sentado junto a la cama de un ser querido en el hospital durante días o semanas. Habla con el hombre de 50 años que está haciendo viajes para cuidar de un padre anciano. Habla con la familia cuya remodelación de cocina está tardándose otro mes. Habla con las mujeres jóvenes que andan de médico en médico en búsqueda de un diagnóstico definitivo que aún no ha llegado. Habla con el padre que ha estado en la carretera más días de lo que puede recordar. Habla con la mamá que no puede librarse de su ansiedad o de sus dolores de cabeza. Habla con cualquiera que siente como que el caos de la vida continuamente gira, sin ningún tipo de rutina o regularidad a la vista. La mayoría de nosotros no aprendemos lo precioso que es lo normal hasta que lo perdemos.

Si tu vida se siente aburrida y monótona, si luchas para encontrar satisfacción en lo ordinario y mismo de siempre, si estás tentado a romper con la rutina predecible de la vida con alguna tontería o pecado, considera por un momento que tu vida aburrida es la envidia de casi cada persona que se sienta en este momento en una cama de hospital o en un campo de refugiados. Considera cuantos amigos y familiares quisieran cambiar toda su conmoción e incertidumbre diaria por un día de tu vida simple y normal. Los únicos que están aburridos con lo aburrido son los que jamás han tenido que vivir sin ello.

En un sentido, no hay normalidad. Todos nosotros sufrimos. Todos enfrentamos interrupciones, retrasos, decepciones y sorpresas no deseadas. Casi todos los que tenemos niños vivimos en un mundo de locura. Y aún así, hay una diferencia entre extremadamente ocupado y catástrofe. Si esta semana se parece mucho a la semana pasada, que en sí misma probablemente será muy parecida a la próxima semana, disfruta de la cordura que viene con la constancia. No desprecies el día de las pequeñeces, porque se suman a más de lo que sabes (Zac. 4:10)

Dale gracias a Dios por tu vida normal y aburrida.

Y ten piedad de los que te rodean, que desearían volver a tener sus vidas aburridas.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Stephanie Gonzalez.
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