“Este año comienzo la dieta”. “Me propongo leer más libros este año”. “Ahora sí voy a leer la Biblia completa”.
Cada año inicia con resoluciones. Cosas que queremos lograr en nuestras vidas y otras que sabemos que necesitamos cambiar. ¿Pero has notado cómo en muchos casos las resoluciones llegan a quedarse solo en papel? Comenzamos el año tomando decisiones radicales, pero a medida que pasa el tiempo, la llama que al principio nos impulsó se va apagando.
No hay nada de malo en las resoluciones de año nuevo; todo lo contrario. Dios quiere corazones que actúen y vayan en pos de aquello que es bueno, de todo aquello que le es agradable a Él y por lo tanto bueno para nuestras vidas.
Deberíamos tener resoluciones muchas veces, no solo al comienzo de un año. Cada vez que sentimos, cada vez que veamos algo que debemos hacer que no estamos haciendo, debemos tener resoluciones.
El problema no son nuestras resoluciones en sí mismas, sino que muchas de nuestras resoluciones se quedan en el mero esfuerzo humano y carecen de la determinación que necesitamos. Y en el proceso, nos olvidamos del corazón.
Así que tomando esto en cuenta, quiero compartir contigo algunas cosas que no deberían faltar en nuestras resoluciones.
1. El arrepentimiento es esencial
Si lo piensas, la mayor parte de lo que nos proponemos tiene que ver con cosas en las que hemos fallado, y cometemos el error de no asociarlas con nuestro pecado. Queremos controlar lo que comemos, pero no nos damos cuenta que nuestro problema es falta de dominio propio. Queremos leer más la Biblia, y no nos damos cuenta de que no lo hacemos como debiéramos porque amamos más otras cosas… y la lista pudiera continuar.
Así que cuando hagamos nuestras resoluciones para este nuevo año, tratemos de identificar el pecado que no nos ha permitido lograr eso en particular, y llevémoslo en arrepentimiento delante de Él. “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad” (1 Jn. 1:9). Sin arrepentimiento no hay transformación.
2. Depende de Su gracia
Sin lugar a dudas, nuestras resoluciones requieren acción, pero nuestro accionar no debe estar despegado de una dependencia total de la gracia de Dios. Esta es una verdad que el apóstol Pablo tenía muy clara: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y Su gracia para conmigo no resultó vana. Antes bien he trabajado mucho más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios en mí” (1 Co. 15:10). La gracia de Dios no elimina nuestro esfuerzo, sino nos lleva a vivir en descanso al reconocer que Su poder es el que obra en nosotras a través de su continua presencia morando en nosotras.
3. Renueva tu mente
Todo aquello que necesitamos cambiar o mejorar tiene una idea errónea en nuestra mente que debe ser renovada. En distintos pasajes de las Escrituras, cada vez que se nos manda a cambiar algo, la Biblia nos dice lo que debemos dejar. Es decir, nos revela aquello que debe ser renovado en nuestra mente, nos dice la nueva conducta de la que debemos vestirnos:
“… que en cuanto a la anterior manera de vivir, ustedes se despojen del viejo hombre, que se corrompe según los deseos engañosos, y que sean renovados en el espíritu de su mente, y se vistan del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios, ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad”, Efesios 4:22-24.
La renovación de nuestras mentes es esencial para cumplir nuestras resoluciones, pero no debemos olvidar que no hay renovación aparte de la Palabra de Dios. Tú y yo necesitamos permanecer en su Palabra para que nuestras resoluciones se hagan una realidad.
4. Cubre tus esfuerzos en oración
Separados de Él nada podemos hacer. Él nos da la fortaleza, Él nos da la determinación, Él pone en nosotros el querer como el hacer y prepara obras de bondad para que caminemos en ellas. Nuestras resoluciones deben estar revestidas de oración porque todo lo que necesitamos depende completamente de Él.
5. Rinde cuentas
La carrera cristiana se corre acompañada. El Señor, que nos conoce y sabe bien cuáles son nuestras debilidades, ha puesto a otros a nuestro lado para que corramos la carrera y nos animemos unos a otros. Elige a alguien cerca de ti a quien le puedas compartir aquellas cosas que quieres cambiar y dale el permiso de hablar a tu vida.
La Palabra nos manda a que llevemos las cargas de los otros (Gál. 6:2), y cuando hacemos esto, estamos imitando a Cristo, a Aquel que cargó nuestra mayor carga: la culpa por el pecado.
6. Recuerda el propósito
Otra de las razones por las que muchas veces nuestras resoluciones fallan es porque no tenemos en mente un propósito para ellas que vaya más allá de nosotros.
Queremos rebajar para lucir mejor (el «yo» en el centro). Queremos leer más la Biblia porque nos sentimos culpables de no hacerlo como debiéramos (el «yo» en el centro).
Pero la Palabra nos enseña cuál debe ser el propósito que motive todo lo que hagamos: “Todo lo que hagan, háganlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres, sabiendo que del Señor recibirán la recompensa de la herencia. Es a Cristo el Señor a quien sirven” (Col. 3:23-24).
Cristo y la gloria de su Nombre debe ser el objetivo de nuestras resoluciones. Debemos querer bajar de peso (si genuinamente lo necesitamos) porque al hacerlo ejercitamos el dominio propio y honramos su Nombre al cuidar de nuestros cuerpos que son el templo de su Espíritu.
Debemos querer leer más la Biblia porque cada página de ella da testimonio de Cristo, y mientras más le conocemos, más le amamos y más gloria traemos a su Nombre. Hacerlo para Él y buscar su gloria debe ser el objetivo de cada una de nuestras resoluciones de este nuevo año.
Que nuestro Señor nos ayude a llevar a cabo en Él nuestras resoluciones para la gloria y honra de nuestro Señor Jesucristo.