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Los amigos son la nueva familia. Con el declive de la familia nuclear tradicional en Estados Unidos, la gente todavía está buscando algún tipo de estabilidad, y para muchos, su mirada se está volviendo hacia la amistad. Con la gran población de solteros que ha visto nuestra nación, no deberíamos sorprendernos demasiado.

Megan Gerber de la revista The Atlantic hizo esta misma observación en 2017:

“Las amistades, cada vez más, juegan un papel organizador en la sociedad. Durante mucho tiempo concebidas como guarniciones para la fiesta principal (matrimonio, hijos, la familia nuclear sobre todo), las amistades, cada vez más, están ayudando a definir el sentido de sí mismos de las personas en el mundo. Durante una época de adultez emergente y movilidad geográfica, las amistades prestan estabilidad y significado a las vidas de las personas, y especialmente de los jóvenes”.

Este es un desarrollo interesante ya que, como cristianos, sabemos que la amistad es increíblemente importante. En Mateo 12:46-50 Jesús eleva nuestras relaciones con los demás, nuestras amistades, de una manera profunda. Y la Biblia claramente no menosprecia la soltería, sino que le da preferencia de muchas maneras sobre el matrimonio (1 Co. 7:6-7, 32-35). Entonces, no es malo que la amistad tome el centro del escenario.

¿Pero significa eso que cualquier expresión de amistad es correcta? No, no puede significar eso, porque la Biblia nos exhorta a “velar por que nadie nos lleve cautivos por la filosofía y el engaño vacío, según la tradición humana, según los espíritus elementales del mundo, y no según Cristo” (Col. 2:8). El problema es que la mayoría de las personas nunca han considerado cómo su fe debería afectar sus amistades.

Entonces, ¿cómo informa el evangelio nuestras amistades? ¿Qué es la amistad según Cristo? Si bien la Biblia no habla tan directamente de la amistad como del matrimonio y la familia, eso no significa que no tenga nada que decir. De hecho, hay mucho que podemos deducir de los fundamentos que ya conocemos.

Aquí hay cuatro formas en que nuestra fe en Cristo debe influir en nuestras amistades.

1. Los amigos cristianos mantienen a Jesús primero

Jesús exige nuestra máxima lealtad, Él debe ser nuestro amigo sobre todos los demás (Lc. 14:26). Nuestra devoción a Él debería ser tan primordial que todas las demás relaciones, en comparación, parezcan odio. Pero la mayoría de nosotros sabemos por experiencia que es muy fácil dejar que los buenos dones de Dios se cuelen en primer lugar en nuestros corazones. Y la amistad no es la excepción.

Esto significa que la amistad cristiana debe luchar para no estar en el primer lugar. En esencia, es una compañía que se forja en el fuego de la convicción de que solo Jesús puede satisfacer nuestras almas. Nuestras amistades deberían fomentar la dependencia en Dios, no solo el uno del otro.

Por supuesto, una parte importante de cómo corremos hacia Cristo es con nuestros amigos. Pero hay una diferencia entre mirar a nuestro amigo para satisfacer nuestras necesidades y mirar a nuestro amigo como guía para la cruz. Entonces, ¿cómo puedes saber si has puesto tu esperanza en un amigo, no en Cristo? Bueno, si algo amenaza con interrumpir esa amistad (una mudanza, un nuevo matrimonio, un nuevo amigo) y te sientes celoso, inestable, o deshecho, esto puede indicar que mucha de tu esperanza recae en tu amigo.

Hay una diferencia entre mirar a nuestro amigo para satisfacer nuestras necesidades y mirar a nuestro amigo como guía para la cruz

Pero la buena noticia del evangelio es que tenemos todo lo que necesitamos en Cristo. Él es nuestro salvador, nuestro mediador, nuestro pastor, y el que nos satisface. Entonces, cuando nuestras almas tienen sed, no recurrimos a un amigo sino al Salvador. Cuando un amigo se acerca a nosotros y nos comparte sus anhelos profundos, no buscamos satisfacer esa necesidad, sino apuntarle a Jesús.

2. Los amigos cristianos son desinteresados

Cuando un amigo se acerca a nosotros con sus anhelos profundos, no buscamos satisfacer esa necesidad, sino señalarle a Jesús.

Después del mandato a amar a Dios con todo lo que somos está el llamado a amar a los demás como a nosotros mismos (Mr. 12:29-31; Jn. 13:34). Nuestras amistades con los demás deben estar marcadas por el desinterés. Pero es muy común para nosotros permitir que nuestro propio deseo de amistad conduzca nuestras acciones. A menudo enmascaramos nuestra codicia interna con generosidad externa.

He visto esto en mi propia vida. Esto se muestra en mi tendencia a ser más amable con la persona popular que podría mejorar mi vida social. También en la forma en que he evitado hablar sinceramente con mis amigos porque prefería una amistad falsa pero cómoda en lugar de algo real. Todo es “agradable” por fuera pero, debajo, mis propios deseos y preferencias reinan. Y como cristiana, eso nunca es aceptable.

La buena noticia es que Jesús nos ha dado acceso a Dios el Padre, la fuente de todo amor y poder. Al encontrar todo lo que necesitamos en Él, podemos entablar una amistad satisfecha, no morir de hambre, y así encontrar el poder de amar a los demás con sacrificio. Podemos ser el tipo de amigas que desearíamos tener nosotras mismas.

3.  Los amigos cristianos honran las instituciones del matrimonio y la familia

La Biblia es clara en que Dios es el arquitecto detrás del matrimonio, y la familia crece de allí. Es importante que conservemos la integridad de estas relaciones, ya que son sombras de realidades mayores y más importantes: la unión con Cristo y la familia eterna de Dios.

Esto no significa que la amistad sea menos importante. En cierto modo, es más esencial que el matrimonio y la familia, porque aunque no todos se casarán, todos necesitan amigos. Pero solo porque sea esencial no significa que debamos practicar la amistad de la misma manera que practicamos la familia.

Esto significa dos cosas para nuestras amistades. Primero, nos aseguramos de que nuestras amistades no estén imitando la naturaleza unívoca del matrimonio. Las amistades saludables no deberían fomentar la exclusividad, los celos, la propiedad, o la sensualidad. Más bien, sostenemos a nuestros amigos con las manos abiertas e invitamos a que otros entren. Celebramos la formación de nuevas amistades en la vida de nuestros amigos y estamos abiertos a construir nuevas amistades nosotros mismos.

A medida que encontramos todo lo que necesitamos en Jesús, podemos llegar a una amistad satisfecha, no morir de hambre, y encontrar el poder de amar a los demás con sacrificio.

En segundo lugar, trabajamos para fortalecer los matrimonios y las familias que nos rodean con nuestras amistades, no para quitarles algo. Si una amiga tiene que consultar con su esposo antes de aceptar una noche de chicas, no lo lamentamos, sino que lo celebramos. Si un amigo pasa más y más tiempo con nosotros para jugar videojuegos en lugar de estar con su familia, confrontamos el comportamiento, no lo habilitamos.

4. Los amigos cristianos permanecen en misión

Somos personas salvadas y enviadas. Nuestro tiempo en la tierra no es solo una sala de espera para el cielo sino un campo misionero. Hay una guerra a nuestro alrededor, y las almas eternas están en juego. Vivimos para servir a Aquel que nos salvó, como buenos soldados de Jesucristo. Y un soldado no “se enreda en actividades civiles, ya que su objetivo es complacer al que lo alistó” (2 Ti. 2:4).

Entonces ¿qué tiene eso que ver con nuestras amistades? Significa que no permitimos que nuestro objetivo sea mantener nuestros cómodos círculos sociales. Debemos estar contentos con menos amigos y amistades temporales. De lo contrario, mientras corremos de una cita de café a otra, perderemos la capacidad de ver al vecino solitario en la casa de a lado o la madre soltera que lucha en el supermercado.

La alegría de esta verdad infunde nuestras amistades con un propósito eterno. Nos convertimos en más que amigos; nos convertimos en camaradas. Los expertos en guerra nos dicen que los camaradas son más cercanos que los amigos, porque se unen por razones más allá de su propia amistad. Lo mismo es cierto para nosotros. Cuando nos unimos, no con el propósito mundano de satisfacer nuestros propios deseos de amistad, sino con el propósito eterno de luchar lado a lado para ver venir el reino de Dios, nuestras amistades serán más satisfactorias y eclipsarán fácilmente a sus contrapartes mundanas.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Patricia Namnún.
Imagen: Lightstock.
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