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De la Introducción a los salmos (Introduction to the Psalms) escrita por Jack Collins en la Biblia de Estudio ESV.

En muchos salmos, los fieles piden ayuda a Dios cuando son amenazados por los enemigos (a menudo llamados “los impíos”—frecuentemente en referencia a los infieles que persiguen a los piadosos, y en otras ocasiones en referencia a los gentiles opresores). En varios lugares, la ayuda solicitada es que Dios castigue a dichos enemigos. Los cristianos, basándose en la enseñanza y el ejemplo de Jesús (en pasajes como Mat. 5:38-48; Luc. 23:34; 1 P. 2:19-23; cf. Hch. 7:6), pueden preguntarse qué hacer con este tipo de maldiciones: ¿cómo es posible que el pueblo de Dios ore de esta manera?

Muchos han pensado que esta es un área en la cual la ética del Nuevo Testamento ha mejorado y sustituido la del Antiguo Testamento.

Otros sugieren que estas solo se aplican a la guerra de la iglesia contra su máximo enemigo —Satanás—, y sus demonios.

Ninguna de estas posiciones es totalmente satisfactoria ya que los autores del Nuevo Testamento se describen a sí mismos como herederos de la ética del Antiguo Testamento (cf. Mat. 22: 34-40), y también porque el Nuevo Testamento tiene algunas maldiciones propias (por ejemplo, 1 Co. 16:22; Gal. 1: 8-9; Ap. 6:9-10). Inclusive, encontramos instrucción en algunas de las maldiciones de los Salmos (por ejemplo, Hch. 1:20 y Rom. 11: 9-10, utilizando los Salmos 69 y 109).

Cada uno de los pasajes de los salmos debe tomarse por sí mismo. Sin embargo, algunos principios generales ayudarán a comprender estos textos.

En primer lugar, hay clarificar que las personas que están siendo maldecidas no son enemigas debido a asuntos triviales; son personas que odian a los fieles, precisamente por su fe; se burlan de Dios y utilizan medios despiadados y engañosos para suprimir a los piadosos (cf. 5:4-6, 9-10; 10:15; 42:3; 94:2-7).

En segundo lugar, vale la pena recordar que estas maldiciones están en forma poética y pueden emplear expresiones extravagantes y vigorosas. (El cumplimiento exacto se lo dejamos a Dios).

En tercer lugar, estas maldiciones son expresiones de indignación moral, no de venganza personal. Para alguien que conoce a Dios, es insoportablemente injusto que los que persiguen a los fieles y alejan a la gente de Dios puedan salirse con la suya, e incluso que parezcan prosperar. Sión es la ciudad de Dios, el foco de su afecto (cf. Sal. 48; 122); es impensable que Dios pueda tolerar a hombres crueles deleitándose en destruirla. Estos salmos son oraciones para que Dios se vindique a sí mismo, mostrando su justicia para que todo el mundo lo vea (cf. 10:17-18). Además, estas oraciones demuestran confianza en que Dios hará lo que dijo que haría: el Salmo 35:5 hace referencia al 1:4, e incluso al 137:9, que tiene a Isaías 13:16 como base. La mayoría de estas oraciones asumen que los perseguidores no se arrepentirán; sin embargo, en un lugar (Sal. 83:17), la oración ve al castigo como una vía a su conversión.

En cuarto lugar, el sistema ético del Antiguo Testamento prohíbe la venganza personal (por ejemplo, Lev. 19:17-18; Prov. 24:17; 25:21-22), una prohibición que el Nuevo Testamento hereda (cf. Rom. 12:9-21).

Así que, cuando los escritores del Nuevo Testamento emplean estas maldiciones o formulan las suyas propias (como indicado anteriormente), están siguiendo las normas del Antiguo Testamento. Orar que el Señor apresure su venida significa un desastre para el impenitente (2 Tes. 1:5-10). Sin embargo, los cristianos deben mantener como su deseo más profundo —incluso para aquellos que buscan dañar a la iglesia— que otros lleguen a confiar en Cristo y a amar su pueblo (cf. Luc. 23:34; Rom. 9:1-3; 10:1; 1 Tim. 2:4; 2 P. 3:9). Por lo tanto, cuando los cristianos oran a Dios pidiéndole proteger su pueblo de sus perseguidores, deben explicitamente pedir que Dios dirija a estas personas al arrepentimiento.

Con estas cosas en mente, entonces, todavía es posible que los fieles puedan hoy cantar o leer en voz alta incluso estas secciones de los Salmos, si se lleva a cabo en un servicio de adoración, bajo un liderazgo sabio, para el bien de todo el pueblo de Dios.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Juana Gervais.
Imagen: Lightstock
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