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Todos los días debemos tomar decisiones, muchas de ellas importantes. ¿Te has preguntado cosas como con quién debes casarte, qué estudiar, en qué lugar vivir, si debes o no hacer una compra, cuánto dinero debes tener en el banco, o si deberías aceptar cierto trabajo?

Si eres cristiano, uno pensaría que tomar este tipo de decisiones es más fácil; tenemos un Dios omnisciente y soberano que nos ayuda a determinar qué es lo que está en su voluntad, ¿no? Pero, con toda honestidad, ¿no te resulta agotador tratar de entender lo que Dios quiere para ti a cada momento? ¿No te parece a veces que no es tan evidente lo que debes hacer?

Si lo anterior te describe de alguna forma, entonces quiero ayudarte a entender cómo cumplir la voluntad de Dios. Para eso, desarrollé este breve cuestionario inspirado en el libro Haz algo de Kevin DeYoung. Este recurso, aunque fue publicado por primera vez hace 10 años, tiene prácticamente todas las respuestas que necesitas para vivir hoy la mejor vida posible (¡aunque no sean la clase de respuestas que estás imaginando!). 

Contestar estas preguntas te ayudará descubrir si es la voluntad de Dios que leas este libro. Reflexionar en ellas también te ayudará a ver con más claridad cómo tomar decisiones que glorifiquen en todo al Señor.

Pregunta 1: ¿Crees que Dios tiene un plan específico para tu vida que debes descubrir?

Yo también lo creía al principio. No es por nada que se han escrito cientos de libros respecto a este tema (en mi librero todavía tengo alguno por ahí). Sin embargo, DeYoung deja en claro que, aunque Dios sí tiene un plan específico en el sentido de que ha determinado lo que sucederá, Él no va a revelarnos a cada paso del camino los detalles de lo que hemos de hacer. El Señor no promete revelarnos qué camisa ponernos por la mañana o el barrio en el que deberíamos comprar una casa.

El autor lo expresa así: 

“Dios no es una bola mágica que podemos sacudir y consultar cada vez que tengamos que tomar una decisión. Él es un Dios bueno que nos dio cerebros, nos muestra Su camino de obediencia y nos invita a tomar riesgos por Él. Sabemos que Dios tiene un plan para nuestras vidas. Eso es maravilloso. El problema es que creemos que Él nos va a contar ese plan maravilloso antes de llevarlo a cabo. Pensamos que podemos saber —y que necesitamos saber— lo que Dios quiere en cada paso que tomamos. Pero tal preocupación por conocer la voluntad de Dios, por más bienintencionado que sea nuestro deseo, es más necedad que libertad” (loc. 240).

Nuestra esperanza no está en descubrir la voluntad secreta de Dios, sino en tomar acciones que reflejen que de verdad estamos dispuestos a confiar en Él, sea cual sea nuestro camino

Pregunta 2: ¿Has orado para que Dios te diga exactamente qué decisión tomar?

Pedir dirección a Dios es algo natural, pero nuestra condición caída a veces nos lleva a querer que Dios sea demasiado específico. De acuerdo a DeYoung, existen cinco razones por las cuales queremos que Dios nos diga exactamente qué hacer:

  • Quieres agradarle. Posiblemente sea la razón menos problemática, porque quiere decir que tienes buenas intenciones. Sin embargo, que tu corazón esté en el lugar correcto no implica que Dios va a responderte como quieres que lo haga.
  • Eres demasiado tímido o cauteloso. Este es el mal de nuestro tiempo: queremos tener todos los elementos, todos los pros y todos los contras, queremos saber con exactitud el resultado de nuestras decisiones. De seguro que encuentras algún parecido contigo, tiendes a quedarte inmóvil y terminas por no tomar ninguna decisión.
  • Quieres plena satisfacción. Si dices que no quieres una vida feliz, seguramente estás mintiendo. Posiblemente, como cristiano, busques en la Biblia las respuestas para que todo salga como esperas… el problema es que terminamos buscando en la tierra lo que Dios ha preparado para el cielo. 
  • Tienes demasiadas opciones. Basta una visita al supermercado o asistir a una feria universitaria para darte cuenta de esto. Los más jóvenes han acuñado el término FOMO (Fear Of Missing Out), el miedo a perderse de algo, para describir el terror que le da a las personas tomar una decisión, sabiendo que pudieron tomar otra… y esto se vuelve más complejo cuando tienes más de dos alternativas.
  • Eres cobarde. No lo tomes personal, así lo escribe el autor. Lo que quiere decir es que con frecuencia pedimos a Dios que nos revele Su voluntad porque no queremos tomar malas decisiones, no queremos que tengan un impacto negativo, ya sea en nosotros o en los que queremos. Eso nos lleva a no hacer nada solo porque me lleno de temores que no quiero enfrentar.

Entonces, ¿cómo se supone que seamos obedientes si no podemos conocer exactamente lo que desea? Dios en su misericordia ha provisto medios de gracia para hacerlo: la Palabra es literalmente la expresión de Su voluntad; la oración —en la que el Espíritu Santo da testimonio a nuestro espíritu—, y finalmente la Iglesia, la comunidad de santos que nos apuntará a lo que verdaderamente importa. 

Pregunta 3: ¿Has considerado “señales” como respuestas de Dios?

Si Dios no te dice claramente qué hacer —ya sea al leer el versículo del día, en un sueño o en la conversación que tuviste con un amigo— entonces lo más probable es que empieces a “vibrar” con lo que sucede a tu alrededor y trates de considerarlo como un mensaje de Dios. Si has usado frases como “Dios abrió la puerta”, te has puesto en plan Gedeón y extiendes un vellón para descubrir con quién casarte (he conocido a algunos), o abres tu Biblia esperando que el primer versículo que aparezca sea la respuesta a tu cuestionamiento, entonces tienes un problema… bueno, varios, según Kevin DeYoung:

  • Tiendes a enfocarte en los temas incorrectos. A Dios le importa más lo que pasa en nuestro corazón: “la pureza moral, la sana doctrina, la compasión, el gozo, nuestro testimonio, la fidelidad, la hospitalidad, el amor, la adoración y la fe” (loc. 475)
  • Crees que Dios es sigiloso. En otras palabras, crees que disfruta jugar contigo o que te pone en laberintos con muchos caminos pero una sola salida. 
  • Necesitas conocer el futuro. No es solo que te preocupen las cosas o quieras que todo salga bien, de alguna forma —dice DeYoung— desconfías de lo que Dios sí ha prometido en Su Palabra.
  • No quieres asumir las consecuencias. Si crees que Dios te lleva a tomar decisiones específicas, entonces cuando no salgan como esperas, puedes echarle la culpa fácilmente.
  • Eres subjetivo. Muchas de tus decisiones están sujetas a tus sentimientos y a tus deseos… pero sentirte esclavizado por una especie de “paz” al tomar una decisión no es la forma en la que Dios expresa su voluntad. 

Para este momento, ya debes haber captado la idea general. Nuestra esperanza no está en descubrir la voluntad secreta de Dios, sino en tomar acciones que reflejen que de verdad estamos dispuestos a confiar en Él, sea cual sea nuestro camino. Y en eso, el Señor nos toma de la mano.

Resultado del test: Si respondiste afirmativamente al menos a una de las preguntas, definitivamente está en la voluntad de Dios que leas ¡Haz Algo! de Kevin DeYoung 😉. 

En cada capítulo te encontrarás, como yo, diciendo: “Es cierto… ¿por qué no lo vi antes?”. Y lo mejor de todo, podrás sentir la profunda y hermosa libertad que es vivir para la gloria de Dios, afirmando junto con DeYoung:

“Así que el fin del asunto es este: Vive para Dios. Obedece las Escrituras. Piensa en los demás antes que en ti mismo. Sé santo. Ama a Jesús. Y mientras hagas estas cosas, haz lo que quieras, con quien quieras, donde quieras, y estarás haciendo la voluntad de Dios” (loc 1432).

No pierdas más tiempo; la próxima decisión que tomes debería glorificar a Dios y, para ello, debes entender cómo hacerlo. ¡Haz algo, y consigue este valioso recurso!

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