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Exultación expositiva: La predicación cristiana como adoración, del pastor John Piper, es uno de los mejores libros sobre predicación en los próximos años.

Estas fueron algunas frases que captaron mi atención a medida que lo visité recientemente.


“Dios ha designado la predicación en la adoración como un medio óptimo para llevar a cabo su meta suprema en el mundo” (p. 15).

“El propósito de Dios sobre la tierra avanzará por medio de iglesias saturadas de Biblia y centradas en Dios que exaltan a Cristo, donde la solemnidad y la dicha de la adoración eterna se estimulan y se practican semanalmente en la presencia y el poder de la exultación expositiva” (p. 21).

“Sea lo que sea que nos esforcemos por edificar en otros (amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, etc.), tales rasgos no son cristianos a menos que estén sustentados en un celo por la gloria de Dios en Cristo; es decir, a menos que sean expresiones de adoración. Separar la adoración y la edificación las destruye a ambas” (p. 46).

“La predicación muestra del valor supremo de Dios dando a conocer el significado de las Escrituras y, al mismo tiempo, atesorando y expresando las glorias de Dios reveladas en ese significado bíblico” (p. 54).

“El mensaje del predicador, o el mensajero, no es simplemente un conjunto de hechos que han de comprenderse. Es una constelación de glorias que han de atesorarse” (p. 68).

“La exultación expositiva facilita la adoración corporativa porque adora a Aquel a quien revela como digno de adoración” (p. 73).

“La finalidad de la predicación es la adoración, es decir, se propone crear y sustentar un pueblo que conoce, disfruta y demuestra la gloria y el valor de Dios” (p. 80).

“La predicación busca abrir la vista espiritual a las glorias de Dios en Cristo […]. Los éxitos retóricos que están por debajo de esta medida son fatales, especialmente en la iglesia” (p. 107).

“Los objetivos primordiales y finales de la predicación son imposibles aparte de la obra prodigiosa del Espíritu Santo. Sin su obra sobrenatural, ni el predicador ni la congregación pueden ver ni gustar la belleza y el valor de Dios” (p. 109).

“La predicación que no se esfuerza mentalmente por examinar el pensamiento de los escritores bíblicos y por comunicarlo a través de un mensaje claro que es lógicamente coherente y de urgencia existencial, constituye una deshonra para esos autores, devalúa la inspiración de la Escritura y no logra facultar a los santos para que disciernan los engaños de la falsa doctrina. Es realmente importante llevar a las personas a pensar correctamente” (p. 133).

“La Escritura solo tendrá autoridad en su predicación si usted hace un uso válido de ella” (p. 138).

“Es una gran tragedia cuando las personas aprenden del ejemplo del predicador que las preguntas difíciles no están permitidas en la iglesia” (p. 183).

“Yo me opongo a un tiempo de predicación generalizado que se basa en la Biblia pero no está saturado de Biblia. Me opongo a la lectura de un texto seguida de una predicación que presenta sus puntos, a veces excelentes y fieles al texto, sin mostrar a las personas las palabras exactas de las cuales han sido extraídos” (p. 185).

“A fin de saber cuál realidad intenta comunicar un autor bíblico, tenemos que conocer no solo las intenciones inmediatas que él deja claras en el texto, sino también la visión global de la realidad que gobierna la manera como el autor piensa acerca de todo” (p. 194).

“Si la totalidad de la vida se trata de la gloria de Dios, cuánto más la predicación” (p. 217).

“Si cada texto [en la Biblia] busca la glorificación de Dios, cada texto es una invitación a encontrar la satisfacción más completa en Él en lo que respecta a lo que trata el texto” (p. 220).

“Cada sermón que ofrece cualquier bien a los creyentes en Cristo o que ayuda a los creyentes a ver que Dios obra para bien todo mal que les sobreviene, debe ser un sermón que exulta en el Cristo crucificado” (p. 231).

“Cada aliento del creyente que sube al cielo fue comprado por la sangre de Cristo. ¿Qué podría ser más importante y predominante en la predicación?” (p. 232).

“La predicación debería esclarecer el camino que conduce a la vida y advertirnos acerca del camino que fracasa” (p. 248).

“Puedo dar testimonio de cuarenta años en el ministerio de la Palabra, en los peores y mejores momentos, de que Dios ama ayudar al predicador que ansía esclarecer la Palabra para la dicha santa de su congregación, por la sangre de Jesús, y para la gloria de Dios. Él le ayudará” (p. 314).

Para conocer más sobre este libro, lee la reseña de Coalición por el Evangelio.


Imagen: Lightstock.
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