En su libro Hombres y mujeres en la iglesia: Una introducción bíblica y práctica (Editorial Portavoz, 2021), Kevin DeYoung se propone realizar una teología bíblica del hombre y la mujer en el contexto de la iglesia. Estas son 20 frases destacadas que encontré en mi lectura de este nuevo recurso:
La Biblia dice que Dios creó a hombres y mujeres, dos sexos diferentes, con el propósito de pintar un cuadro vivo de la unión diferenciada y complementaria de Cristo y la Iglesia (p. 14).
Cualquier iniciativa para abolir toda distinción entre hombres y mujeres es una iniciativa (ya sea intencional o no) para derribar los cimientos de la redención misma (p. 14).
El modelo bíblico de liderazgo masculino nunca es una excusa para ignorar y menospreciar a las mujeres, ni para subestimar sus aportes ni maltratarlas (p. 18).
La complementariedad bíblica es un llamado a los hombres a proteger y honrar a las mujeres, y aprender de ellas e incluirlas tanto en el hogar como en la iglesia (p. 18).
El diseño de Dios es que los hombres lideren, sirvan y protejan, y que, en la iglesia, las mujeres puedan florecer bajo este liderazgo, donde ellas también trabajen con fidelidad y lealtad bíblica conforme a la sabiduría y belleza del orden divino para la creación (p. 20).
Los hombres y las mujeres son portadores de la imagen de Dios. Somos como símbolos puestos en la creación para dar testimonio al mundo de que Dios domina sobre este lugar (p. 27).
No era bueno que el hombre estuviera solo, porque no había sido diseñado para «fructificar y multiplicarse y llenar la tierra» por sí solo (Gn 1:28; p. 30).
Los hombres y las mujeres están hechos el uno para el otro, no para quedar anulados en el otro, sino para que los dos se vuelvan uno (p. 32).
El matrimonio debe ser y solo puede ser entre un hombre y una mujer, porque el matrimonio no es solo la unión de dos personas, sino la unión de un par complementario (p. 33).
Dios diseñó la diferencia sexual en pro de cada uno; el pecado se apropia de la diferencia sexual y la vuelve en contra del otro (p. 35).
Los hombres que maltratan, difaman o abusan de las mujeres no solo pecan como seres humanos, sino que pecan al violar su llamado como hombres (p. 43).
Es impresionante ver cómo el autor y perfeccionador de nuestra fe interactuó con valentía y nobleza con mujeres de su época (p. 48).
En un trasfondo cultural que restaba importancia a la dignidad de las mujeres e incluso las despersonalizaba, Jesús afirmó con entereza su valor y con agrado se benefició del vital ministerio de ellas (p. 48).
Efesios 5:22-33 es el plan de Dios para el matrimonio: «esposas, estén sujetas a sus maridos; y esposos, amen a sus esposas (p. 70).
Dios está tratando de revelarnos algo en nuestros matrimonios. Si rechazamos la diferenciación sexual, robamos el brillo a la esencia misma del matrimonio (p. 80).
El plan de Dios es que cuando el mundo mire a un esposo y a una esposa en una relación de sujeción apacible y gozosa, bajo un liderazgo amoroso y sacrificado, pueda ver con claridad la imagen de la belleza que existe en la relación entre Cristo y su Iglesia (p. 80).
La revelación objetiva de Dios en las Escrituras debe tener prioridad sobre nuestra comprensión subjetiva de la voluntad de Dios para nuestra vida (p. 121).
La esposa debe estar dispuesta a ser guiada y el esposo debe estar dispuesto a tomar la iniciativa sacrificada de liderar (p. 125).
El sexo biológico, lejos de ser un asunto fortuito o maleable, encierra en sí mismo el sentido de lo que debe ser. Por lo tanto, nuestras acciones deben corresponder a nuestra identidad sexual divinamente designada (p. 126).
Sí, los vientos culturales soplan con dureza en contra la iglesia también en temas de sexualidad. No obstante, la buena noticia es que detrás de nosotros hay un río inmenso de diseño divino que es patente en cada ser humano (p. 135).
Busquemos promover con nuestra vida y con nuestros labios todo lo que es bueno, verdadero y hermoso en el plan de Dios al crearnos hombres y mujeres (p. 144).
