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10 principios para votar con sabiduría en elecciones políticas

Más de Alejandro Ramírez

Debido a los sistemas electorales de la mayoría de nuestros países, a los cristianos nos surgen preguntas en tiempos cómo estos: ¿Debo votar? ¿Por quién votar? ¿Cómo puedo elegir sabiamente entre tantos candidatos? ¿Cómo me orienta la Biblia al respecto?

Esperando ser útil, aquí hay 10 principios a considerar para votar con sabiduría en elecciones políticas:

1. Reconoce el rol del gobernante según la Biblia

Aunque es evidente, resulta importante precisar que la democracia y la monarquía no son lo mismo. En la monarquía, todo el poder político radica en un rey o monarca que gobierna a una nación de manera absoluta. Su poder es traspasado a su linaje por sucesión de manera indefinida. En la democracia, el poder radica en el pueblo, quien elige a las personas más idóneas para que les representen en los puestos de gobierno para el servicio público.

Por tanto, no elegimos autoridades para que ellas se lucren y entronen buscando la manera de perpetuarse en el poder, tal como si fueran monarcas. En cambio, elegimos servidores públicos para que sirvan al pueblo y no se sirvan del pueblo. Tal como nos dejó ejemplo nuestro Señor Jesucristo, quien siendo Rey de reyes y Señor de señores, “no vino para ser servido, sino para servir y para dar Su vida en rescate por muchos” (Mt. 20:28).

2. Reconoce la responsabilidad de votar

El voto es tanto un derecho como un deber ciudadano amparado en la constitución de muchos paises. Es un privilegio otorgado en última instancia por Dios, del cual disfrutamos gracias al gran sacrificio hecho por nuestros predecesores para construir una democracia en la que podamos escoger a los gobernantes de nuestra nación.

Dios nos ha capacitado para tomar decisiones de este tipo. Para que nos vaya bien,  debemos procurar que estas sean acordes a su voluntad. Tenemos el ejemplo del pueblo de Israel, quien eligió mal prefiriendo el gobierno de un hombre en lugar de Dios, y pasar a ser una monarquía al igual que las demás naciones (1 S. 8:4-5). Dios permitió la decisión del pueblo al rechazarle a Él y elegir un hombre mortal y pecador en Su lugar, dándole lo que querían, e instruyó al profeta Samuel para que eligiera al ungido (1 Samuel 9). Sin embargo les advirtió de todos los males con los que serían afectados, y así fue.

3. Procura votar con conciencia, no por conveniencia

El cristiano no debe decidir votar por un candidato por las dádivas que ha recibido o pudiera recibir si ese candidato gana. Dios es nuestro proveedor y nuestro trabajo es el medio que Él ha establecido para suplir nuestras necesidades. No es correcto poner nuestra esperanza en hombres ni vivir a costa del Estado sin trabajar a cambio. Es deshonesto recibir nombramientos sin funciones o cobrar de una nómina pública sin trabajar. Esto es un desfalco al Estado y robo contra sus conciudadanos.

Pablo nos dejó ejemplo de esto al trabajar de día y de noche, esforzándose hasta la fatiga con tal de no serle carga a otros (1 Ts. 2:9). Recordemos que la arcas del Estado se nutren de los impuestos que con esfuerzo pagan los ciudadanos. Dichos recursos deben ser utilizados para el bien común retribuyendo en infraestructuras, servicios, y asistencias sociales para la ciudadanía que contribuye. Su propósito no es enriquecer a quienes lo administran o a sus seguidores.

4. Vota por valores, no por colores

Los valores de los candidatos son sumamente importantes. Sus principios y prioridades determinan cuál será el curso de acción a seguir de esa persona una vez sea favorecida por la voluntad popular. Las ideas tienen consecuencias, como dicen las Escrituras: “Pues como piensa dentro de sí, así es él” (Pr. 23:7a).

Debemos analizar el perfil de los candidatos y no elegirlos por el simple hecho de que pertenecen a un partido, sino por lo que individualmente cree y propone esa persona en particular que se ofrece a ser un servidor público. Debemos conocer, por ejemplo, qué piensa ese candidato sobre el aborto, la ideología de género, la libertad religiosa, el derecho de los padres de educar a sus hijos conforme a sus convicciones, la regulación migratoria, etc.

Es más importante lo que piensa el candidato a cómo se ve. Evitemos dejarnos persuadir por la cantidad de anuncios a favor de un candidato, y preocupémonos mejor por su carácter, su cosmovisión, su historial. Sigamos el ejemplo de nuestro Señor al elegir a David como rey de Israel, quien no se fijó en las apariencias sino en el corazón (1 S. 16:7). Lo cual nos lleva al siguiente principio.

5. Haz la tarea de conocer a los candidatos

Si fueras a salir de viaje, ¿le dejarías las llaves de tu casa al primer transeúnte desconocido que cruzase por el frente? La respuesta es obvia, ¿no? Pues algo similar ocurre con la política: no podemos darle nuestro voto a cualquier desconocido. Debemos conocer a los candidatos, enterarnos de sus propuestas, buscar y solicitarles que nos expliquen sus planes de gobierno, que debatan con otros candidatos, y que nos digan cuáles son sus perspectivas y los valores que sostienen.

6. Vota por convicción, no por tradición

Nuestro voto debe basarse en nuestra íntima convicción y no en aspectos tradicionales, familiares, o culturales. El ejercicio del sufragio no se trata de un evento deportivo sino democrático. Debemos evitar sumarnos a las mayorías simplemente porque son mayoría, o unirnos al sentir popular por el mero hecho de “ganar” sin premeditar lo que es más correcto y da gloria a Dios, independientemente de si el candidato es mayoritario o minoritario.

Si todos pensáramos de este modo, cualquier buen candidato tendría posibilidades reales de ser elegido. Sin embargo, tradicionalmente nos encontramos considerando a los mismos políticos corruptos que no queremos que nos gobiernen, pero terminamos votando por ellos de todos modos solo por el hecho de que están en un partido mayoritario o tienen más posibilidades de ganar según las encuestas.

7. Considera cómo debe ser el candidato ideal

Consideramos que algunas de las cualidades que deberían investir a un candidato a la manera de Dios es que sea justo, sabio, coherente, no amante de ganancias deshonestas, digno, de una sola palabra, íntegro, temeroso de Dios (o en su defecto una persona moral), defensor de la verdad y el bien común, prudente, no avaricioso. No debe ser utilitarista o pragmático, sino ético y moral, capaz de gobernar, con aptitudes y actitudes propias de un líder, conocimientos de administración pública, profesional.

En caso de que un candidato sea así, su gabinete de gobierno debería estar compuesto por personas del mismo calibre, íntegras y capaces. Sabemos que es muy difícil encontrar a un candidato que en el medio político, fruto de un mundo caído, pueda tener estas cualidades. Sin embargo, debemos analizar cual de todos se acerca más al ideal y por este votar.

8. Evita las riñas por preferencias políticas

Es común que las pasiones afloren cuando se habla de política. Con frecuencia podemos pecar de orgullo, arrogancia, falta de gentileza o amabilidad contra los demás con palabras ásperas o hirientes. Tengamos en mente que nuestra opinión no es la norma por la cual se deben regir los demás. Necesitamos estar abiertos a considerar otros puntos de vista sin que esto nos altere o moleste.

Seamos humildes, con un uso cuidadoso y sabio de nuestras palabras en cuanto a la forma y el fondo. “Que su conversación sea siempre con gracia, sazonada como con sal, para que sepan cómo deben responder a cada persona” (Col 4:6); “No salga de la boca de ustedes ninguna palabra mala, sino solo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento, para que imparta gracia a los que escuchan (Ef. 4:29). Es más importante que tengamos paz con nuestro hermano que demostrar que tenemos la razón. Respetemos las preferencias de los demás aunque entendamos que están errados. Esto no solo aplica a nuestros hermanos, sino especialmente con el mundo que observa, particularmente en nuestras redes sociales.

9. Recuerda que rendiremos cuentas de nuestro voto

Sabemos que el Señor nos pedirá cuentas por todas nuestra obras. Esto incluye nuestro voto, y Dios conoce las intenciones de nuestros corazones (Jer. 17:10). Por lo tanto, debemos ponderar nuestras motivaciones y sopesar bien la decisión que vamos a tomar. Al final, cosecharemos los frutos de nuestras elecciones.

La Palabra dice que “el avisado ve el mal y se esconde mas los simples pasan y reciben el daño” (Pr. 22:3, RV60). Si tomamos decisiones tan serias a la ligera, pasaremos y recibiremos el daño como los simples. Si consideramos juiciosamente nuestra decisión, seremos como los avisados y podremos evitarnos muchos males, a la vez que tendremos nuestras conciencias limpias para rendirle algún día cuentas a Dios. 

10. Ten conformidad con lo que determine Dios

En última instancia, Dios es quien pone y quita reyes (Daniel 2:21). Aunque no haya sido electo el candidato de nuestra preferencia, el candidato ganador es el que Dios quiso que sea el nuevo gobernante. Debemos acatar la voluntad de Dios con conformidad, teniendo en mente que ella siempre es buena, agradable, y perfecta (Ro. 12:2).

Los caminos de Dios no son nuestros caminos (Is. 55:8-9). Él actúa por caminos misteriosos (Ec. 11:5). Lo que nos puede parecer una derrota o tragedia, está siendo utilizado por Él para cumplir sus propósitos, como nos recuerda la cruz del calvario. No hay evento en la vida del hombre en el cual Dios se abstenga de participar. Él tiene control de todo y lo conduce para cumplir Su plan soberano.

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