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La doctrina de la inerrancia de la Biblia es central para nuestra fe: la Biblia es de origen divino y no contiene errores. No obstante, los cristianos siempre han visto dificultades en el texto bíblico en forma de supuestas contradicciones con la historia extrabíblica, la ciencia, las sensibilidades modernas, e incluso entre un texto bíblico y otro.

¿Cómo tratar con estos aparentes errores en la Biblia?

Para contestar esta pregunta, estudiemos un poco nuestra definición de inerrancia: La Biblia, en sus autógrafos originales, es veraz en todo lo que afirma y su veracidad se percibirá cuando se lea bien. Así que, al momento de tratar con dificultades en la Biblia, tengamos presentes algunas implicaciones de esta definición:

Lo inerrante son los autógrafos originales

Técnicamente, la inerrancia se aplica a los manuscritos originales de los libros bíblicos (los autógrafos). Dios no prometió la inspiración a los copistas. Si no crees esto, reúnete con unos amigos y pónganse todos a copiar a mano un libro bíblico. ¡Seguro habrá discrepancias entre sus versiones!

Los manuscritos bíblicos son inerrantes solo en cuanto conservan fielmente las palabras del original. Lo bueno es que se han descubierto muchos manuscritos, de modo que podemos establecer el texto bíblico con seguridad en casi su totalidad.

No obstante, a veces puede haber alguna duda sobre detalles textuales menores (por ejemplo, compara Apocalipsis 1:8 en la Reina Valera y La Biblia de las Américas: ¿debe aparecer la palabra “Dios” o no?). Cuando esto pasa, la inerrancia exige que investiguemos cuáles de los manuscritos reflejan la lectura original.

Las intenciones de los autores indican lo que el texto afirma

La definición de inerrancia indica que la Biblia es veraz en todo lo que afirma. Así que si queremos saber qué es lo que realmente afirma, es necesario identificar las intenciones de sus autores, indagando el propósito por el cual escribieron.

No debemos silenciar ciertos pasajes bíblicos que chocan con nuestras sensibilidades negando su inspiración.

Por ejemplo, hoy sabemos que la semilla de mostaza no es la semilla más pequeña, pero Jesús dice que lo es (Mr. 4:31). ¿Esto es un error en la Biblia? No lo es. Jesús presentó una parábola acerca del reino de Dios, y usó un ejemplo que sus oyentes originales entendieron. Jesús no tenía el propósito de corregir conceptos erróneos sobre las semillas.

La forma del discurso indica lo que el texto afirma

Debemos respetar la forma del texto bíblico, es decir, la naturaleza del lenguaje que los autores bíblicos usan. Entenderemos mejor la Biblia si dejamos de tratar su lenguaje como técnico e hiperpreciso, como si fuera un libro de matemáticas o ciencias. Más bien, el lenguaje de la Biblia es ordinario, muchas veces parecido a nuestro lenguaje diario. Además, la Escritura está llena de metáforas, hipérboles, parábolas, e incluso ironía.

Debemos reconocer estas características del texto y leerlo de forma natural. Por ejemplo, el salmista habla de cómo se mueve el sol (“nace” y “se pone”, Sal. 113:3), pero hoy sabemos que el sol en realidad no se mueve alrededor de la tierra. Entonces, ¿el salmista cometió un error? Debe ser obvio que no. No acusamos al meteorólogo de mentira ni error científico cuando nos habla de la hora de la puesta de sol. Su afirmación emplea lenguaje cotidiano pero sigue siendo completamente veraz. Así también es la Biblia.

Tengamos cuidado. Por un lado, quienes limitan la inerrancia hacen que la Biblia diga menos de lo que Dios quiso decir por medio de ella, restando autoridad a algunas o muchas de sus enseñanzas. No debemos silenciar ciertos pasajes que chocan con nuestras sensibilidades negando su inspiración. Pero por otro lado, tampoco debemos hacer que la Biblia diga más de lo que Dios quiso comunicar, cuando no entendemos bien lo que realmente pretende afirmar. Si somos insensibles a las intenciones del autor y su uso del lenguaje, podemos llegar a sostener posturas bien extrañas, como que la semilla de mostaza es la más pequeña o que la tierra está al centro del sistema solar. 

Es necesario crecer en humildad y competencia

Muchas veces no entendemos la Biblia porque no la leemos bien. El teólogo Kevin Vanhoozer dice que “la Palabra de Dios es plenamente fiable; sus intérpretes humanos, no tanto”. En vez de dudar del texto, debemos dudar de nosotros mismos.

Si ejercemos paciencia, veremos que hay buenas explicaciones que resuelven la mayoría de los aparentes conflictos bíblicos.

A menudo los “errores” que creemos ver en la Biblia se deben a nuestras limitaciones como lectores. Ellos pueden relacionarse, como vimos, con la falta de sensibilidad literaria para interpretar bien el lenguaje de la Biblia. Nuestras limitaciones también incluyen la falta de conocimiento de los contenidos y contextos bíblicos.

Por tanto, debemos acercarnos con humildad a las dificultades que hallamos en el texto mientras nos esforzarnos en ser mejores lectores.  

Es necesario leer con paciencia

Cuando nos topamos con textos bíblicos aparentemente contrarios, lo fácil es simplemente decir: “¡contradicción!”, y dejar que aumente la incredulidad. Pero la doctrina de la inerrancia enseña que debemos ser pacientes. En vez de sacar una conclusión prematura, debemos estudiar más, y no para comprobar la inerrancia, sino para entender mejor el texto.

Un ejemplo del fruto de este esfuerzo es la armonía que resulta entre Pablo y Santiago en sus respectivos discursos sobre la fe, las obras, y la justificación si profundizamos en la versatilidad de significados y referentes de estas palabras (ver Ro. 3:21-4:8 y Stg. 2:14-26). Si ejercemos paciencia, veremos que hay buenas explicaciones que resuelven la mayoría de los aparentes conflictos bíblicos.

Es necesario leer con el Espíritu

Recordemos que lectura de la Biblia es una actividad moral. Muchas veces se tuerce el sentido del texto porque los humanos caídos “detienen con injusticia la verdad” (Ro. 1:18). Necesitamos la iluminación del Espíritu Santo. Necesitamos que Él remueva los prejuicios pecaminosos que nos ciegan, y nos capacite para recibir y practicar el mensaje del texto. Sin el Espíritu es imposible leer bien la Biblia (1 Co. 2:12-16).

Tenemos que leer la Biblia con fe, de la misma manera en que vivimos nuestra vida cristiana.

Es necesario leer con fe

Por último, ¿qué hacer cuando, después de orar y trabajar, no podemos resolver una dificultad que percibimos en el texto? Afrontemos la situación con fe, esperando que se resuelvan las dificultades cuando tengamos más datos y leamos correctamente. Por ejemplo, en las últimas décadas las aparentes discrepancias entre el registro bíblico y la historia extrabíblica han disminuido como fruto de nuevos descubrimientos.

Sin embargo, aunque no veamos en este mundo la resolución de alguna duda, no abandonemos nuestra confianza en la Biblia. Tenemos que leer la Biblia con fe, de la misma manera en que vivimos nuestra vida cristiana.

Para Abraham fue una prueba esperar tantos años para el nacimiento de Isaac. Si él hubiese juzgado la veracidad de Dios según la evidencia que tenía al comienzo, hubiera dudado (de hecho, ¡dudó en algún momento!). Pero al final la Palabra fue vindicada cuando nació el heredero. Nosotros debemos tener una actitud parecida frente a las dificultades bíblicas que quedan por solucionar, confiando que Dios exaltará su Palabra.

Mientras tanto, fundemos nuestra doctrina de la Biblia y nuestra práctica de interpretarla en lo que dice sobre ella misma y no en los juicios de los hombres.


Imagen: Lightstock.
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