¿Qué hace tan importante el rol del profesor cristiano? ¿Qué significa para el docente creyente que Jesús sea el gran Maestro?
Preguntas como estas son importantes para los cristianos que tienen el llamado de enseñar a otros, dentro y fuera de la iglesia, sobre la Palabra y el mundo que Dios creó. El evangelio debe transformar nuestra visión de la vocación docente.
Pensando en eso, a continuación una breve entrevista a Lester Flaquer sobre el tema. Él es pastor en la Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo en Santo Domingo (República Dominicana), director administrativo del Colegio Cristiano Logos, y director para el Caribe Hispanoparlante de la Asociación Internacional de Colegios Cristianos (ACSI), con sede en Colorado Springs (Estados Unidos).
Para empezar, ¿cómo conoció al Señor y la importancia de la enseñanza en escuelas basada en una cosmovisión bíblica?
Conocí al Señor a través del ejemplo del poder del evangelio en la vida de mi esposa. En momentos en los que Dios estaba guiándome a cuestionar el sentido de todas las cosas, ella fue transformada por el Señor y su vida impactó la mía. Siempre digo que esto es un vivo ejemplo de lo que Pedro declara en 1 Pedro 3:1.
Caminando con el Señor llegué a ver que tenemos garantías bíblicas para afirmar que no existe verdadera educación cuando la cosmovisión bíblica, la visión de Dios de las cosas, es dejada a un lado. El verdadero entendimiento e interpretación correcta de las cosas creadas, y aun de su utilidad para el hombre, requieren de la perspectiva de Dios.
En Génesis 1-2 encontramos que Dios hace esta labor de enseñanza con Adán y Eva de manera personal. El conocimiento que ellos necesitaban para entender el uso de las cosas y el propósito de Dios venía de la mano de Dios mismo. Él procuraba que ellos fueran sus instrumentos en este mundo para llenarlo de su gloria y conocimiento, y que conocieran más de Él y disfrutaran de su presencia. Partiendo de esa realidad, muchos cristianos han hablado del mandato cultural que todos hemos recibido.
Todo iba bien en el Edén hasta que llegó el pecado y distorsionó en la mente del hombre todas las cosas, aun el deseo en el corazón humano de intimar con su Creador. El hombre perdió la habilidad de conocer a Dios e inició su propia interpretación de lo creado. Pablo nos recuerda esta verdad en Romanos 1:18-20, cuando explica que la ira de Dios se rebela contra los que detienen la verdad incluso al ver la huella dactilar de Dios en toda la creación (por decirlo de alguna manera), y se apartan de conocerlo y amarlo.
Nuestro propósito debe ser desarrollar en nuestros alumnos una forma de pensar que los ayude a interpretar el mundo como Dios lo ve.
Solo cuando la educación redime el propósito original de mostrar a Dios y su voluntad para el hombre tenemos la verdadera libertad de llamarla educación. En resumen, si la educación que impartimos no lleva al estudiante a ver a Dios, a conocerle y entender cuál es su voluntad para nuestras vidas, para el cuidado de los demás y de su creación, esta educación no promueve la verdad y es una educación falsa.
¿Qué ocurre cuando un docente ignora que debe realizar su trabajo conforme a la Biblia?
Un maestro que no tome en cuenta la necesidad de inculcar una cosmovisión bíblica en sus estudiantes está promoviendo el secularismo en ellos.
Cuando no le enseñamos al estudiante a conectar lo que conoce de la creación con el Creador y Sus propósitos, cuando no mostramos que nuestro aprendizaje está relacionado con conocer a Dios y llevar a cabo el mandato cultural, estamos promoviendo un aprendizaje que alienta únicamente nuestros intereses personales.
Nuestro propósito siempre debe ser desarrollar en nuestros alumnos una forma de pensar que los ayude a interpretar el mundo como Dios lo ve (Ro. 12:2). Cualquier educador que falle en realizar la tarea bajo esta perspectiva yerra al blanco.
¿Cómo nos impulsa el evangelio a enseñar la Palabra y el mundo que Dios creó?
El evangelio nos impulsa a enseñar porque se nos demanda que demos a conocer a Dios a través de Cristo al enseñar a otras personas (Mt. 28:20). Esta demanda es para todo creyente, incluyendo aquellos que tienen la vocación de enseñar.
El salmo 78 nos introduce a la mente de Dios cuando expresa que, al escuchar la ley de Dios, somos llevados a no encubrirla a nuestros hijos (v. 4) sino a “[contar] a la generación venidera las alabanzas de Jehová, y su potencia, y las maravillas que hizo. […] A fin de que pongan en Dios su confianza” (vv. 4-7, RV60). Este llamado es a todos los padres y creyentes con la responsabilidad de instruir a los hijos del pueblo de Dios.
¿Qué consejos daría a un profesor que desea ser fiel a su vocación en medio de una cultura secularizada?
El consejo más importante sería éste: compra la verdad y no la vendas, tal como nos enseña el evangelio. Estamos en un mundo que no está simplemente secularizado, sino que además es agresivo con sus posturas. Ante eso, debemos ser mansos como palomas, pero astutos como serpientes (Mt. 10:16).
Nuestro llamado es a conocer a Jesús y examinar su vida y ejemplo de modo que podamos reflejarlo a Él en toda nuestra manera de vivir.
Necesitamos desarrollar una mente clara sobre lo que Dios llama bueno y malo para que las metodologías y doctrinas que se oponen al evangelio no nos atraigan. Asimismo, necesitamos desarrollar la habilidad de plantear con mansedumbre lo que Dios declara con claridad (1 Pe. 3:15).
¿De qué maneras la Biblia nos instruye a ser mejores maestros y profesores?
La Biblia nos instruye de muchas maneras. En especial, dice Hebreos 12:3, debemos “[considerar] a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo”.
Nuestro llamado es a conocer a Jesús y examinar su vida y ejemplo de modo que podamos reflejarlo a Él en toda nuestra manera de vivir. Él es el maestro por excelencia. Él dijo: “aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt. 11:29). También nos enseñó que el discípulo no es mayor que su maestro (Lc. 6:40).
Si le imitamos en nuestra docencia, tanto por precepto como por ejemplo, de seguro creceremos en el desempeño de nuestra labor como maestros.
¿Cómo describiría la importancia de cultivar una vida de meditación y oración? Es decir, una vida no solo intelectual, sino también espiritual.
Recuerdo que en una ocasión un maestro nos dio un ejemplo de lo que sucede cuando abandonamos el cultivo de nuestra vida espiritual. Nos dijo que es semejante a una centrífuga que, cuando la desconectas, permanece por mucho tiempo dando vueltas, como si todo estuviese normal… pero al cabo de un tiempo se detiene. La fuerza del roce, la resistencia, terminará mostrando la realidad de que no existe elemento para el empuje.
Lo mismo ocurre con el que pretende ministrar en el aula sin estar conectado con el Espíritu Santo, quien es Aquel que revela a Cristo a los demás (Jn. 16:14). La capacidad del docente para apuntar a Dios en todas las cosas se tornará mecánica, sin poder.
Cuando un maestro no desarrolla su vida de oración y meditación en la Palabra, hay un desastre esperando a suceder. Por tanto, debemos alimentarnos correctamente de la verdad y anhelar el poder del Espíritu Santo en nosotros, para la gloria de Dios.