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Seguramente lo has escuchado antes: “Pídele a Dios una revelación fresca para ti”. Quizá alguien te dijo algo como, “Siento que no estoy creciendo, quiero aprender algo nuevo de parte de Dios”. Después de un rato asistiendo a la iglesia, parece que nos aburrimos de lo “básico” y queremos algo más.

Es ahí cuando hemos perdido de vista lo glorioso del evangelio.

“Timoteo no necesitaba una nueva verdad, escuchaba que le decía su viejo amigo. Cuida la única verdad. Sigue el único mensaje. ‘No dejes de recordar a Jesucristo, descendiente de David, levantado de entre los muertos. Este es mi evangelio’ (2 Timoteo 2:8)” (pp. 13-14).

Quizá no has entendido lo maravilloso que es que Dios haya perdonado tus pecados. O puede ser que lo has escuchado tantas veces que ya no produce asombro en ti. Tal vez las actividades del ministerio han desviado tu mirada de la cruz. Sea como sea, es momento de realmente escuchar la verdad más gloriosa de todas y ser cautivado por ella.

En el primer capítulo de su libro “La vida cruzcéntrica”, C. J. Mahaney nos habla de la importancia de “recordar lo obvio”. Y es que, como escribió Tim Keller, “el evangelio no es solo el A-B-C, sino el A-Z del cristianismo”. La obra de Jesús en la cruz no es algo que escuchamos y afirmamos una vez; no es un arroyo que cruzamos para convertirnos en cristianos, es enorme mar de gloria que estaremos explorando por la eternidad.

“La cruz era el plato fuerte de la teología de Pablo. No era simplemente uno de los mensajes de Pablo; era el mensaje” (p. 14).

Centrados en el evangelio

¿Significa esto que nunca hablamos de nada más excepto el evangelio? ¡Para nada! Como Pablo, los cristianos debemos hablar del gozo, el sufrimiento, las relaciones, el dinero, el servicio, la cultura, y todo aquello que afecta nuestras vidas cada día. Sin embargo, al vivir centrados en la cruz, todos estos temas son iluminados por el evangelio. Todo está conectado con lo que Jesús hizo a favor de nosotros en la cruz.

Somos generosos porque Cristo fue infinitamente generoso al entregar su vida a favor nuestro. Perdonamos a quienes nos ofenden porque el Dios del universo, perfecto en amor, ha perdonado a los pecadores por la cruz. Servimos porque Jesús se despojó de su gloria eterna para lavar los pies de sus discípulos. Absolutamente todas nuestras vidas deben apuntar a la persona y la obra de Jesús, porque Él es digno de todo.

¿Puedes ver lo maravilloso que es este mensaje?

Si no es así —si tu vida no está centrada en el evangelio— es porque está centrada en alguna otra cosa. Y puede ser que esa otra cosa sea muy buena: tu familia, tu ministerio, tu carrera. Sin embargo, si lo que define y guía tu vida no es la cruz de Jesús, no es lo esencial.

“La Biblia nos dice que, mientras hay muchos llamados diferentes y muchas posibles esferas de servicio en el reino de Dios, una verdad trascendente debe definir nuestra vida. Una simple verdad debe motivar nuestro trabajo e influir en cada lugar que estemos. Cristo murió por nuestros pecados” (p. 25).

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