Este es un fragmento adaptado del libro Clama a mí: Acércate al Dios que escucha y atiende tus oraciones (B&H Español, 2025), por Miguel Núñez.
Pablo escribe su carta a los efesios para recordarles las doctrinas fundamentales que ya les había enseñado: la elección, la predestinación, la redención, la adopción, la santificación y la glorificación (Ef 1:3‑14).
Luego, les ofrece una visión panorámica de la historia de la redención, desde antes de la fundación del mundo hasta la glorificación final (Ef 1:15‑23). Con este recordatorio, Pablo reafirma las bendiciones que los creyentes han recibido en Cristo y, a partir de ahí, hace una transición natural hacia otro tema central: la oración. Es como si les hubiera dicho: «Estas son las bendiciones que han recibido en Cristo» (1:1‑14). «Ahora, esta es mi oración por ustedes» (1:15‑21).
Pablo parece haber recibido noticias alentadoras sobre el testimonio de la iglesia en Éfeso; al menos, había escuchado dos testimonios importantes acerca de ellos:
1) La fe en el Señor Jesús que ellos exhibían.
2) Y el amor por todos los santos.
Estas noticias llenaron a Pablo de gratitud y lo llevaron a orar fervientemente por ellos. Les expresó: «No ceso de dar gracias por ustedes, mencionándolos en mis oraciones» (v. 16). Su reconocimiento de la fe y el testimonio de los cristianos en Éfeso se tradujo en una oración constante.
Esto nos lleva a una pregunta clave: ¿qué pidió Pablo en su oración por los creyentes de esta iglesia?
La respuesta no solo ilumina cómo oraba el apóstol, sino que también nos enseña a interceder de manera intencional, no solo por nuestras necesidades, sino también por la vida de otros hermanos y hermanas en la iglesia de Cristo alrededor del mundo.
Ora por conocimiento
El apóstol Pablo nos enseña a elevar nuestras oraciones y a pedir algo más grande: conocimiento. Pero no un conocimiento meramente doctrinal o intelectual que carece de poder transformador, sino un conocimiento que, al ser vivido, produce una comprensión más profunda y práctica que da como resultado una verdadera transformación en la vida del cristiano.
Me parece que la mayoría de cristianos oran todos los días por las añadiduras y luego esperan que el Señor les agregue el reino de los cielos
Al inicio de su oración, Pablo pide: «Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, les dé espíritu de sabiduría y de revelación en un mejor conocimiento de Él» (v. 17). Esta oración está dirigida a Dios, a quien Pablo se refiere como «el Dios de nuestro Señor Jesucristo» y «Padre de gloria». Estas dos referencias a Dios son importantes porque destacan la humanidad de Cristo y la majestad divina del Padre.
Al llamar a Dios «el Dios de nuestro Señor Jesucristo», Pablo enfatiza la dependencia de Cristo en Su humanidad y Su rol como mediador para nuestro acceso a Dios. «Padre de gloria» resalta la grandeza esencial de Dios y Su acción como fuente de toda gracia, poder y revelación.
Estos títulos subrayan que el conocimiento y la sabiduría que Pablo pide para los creyentes provienen del Dios trascendente que, en Cristo, se hace cercano y accesible, y que transforma la vida de Su pueblo.
Si te detienes y meditas en esta oración, te percatas de que la persona que hace esta oración poseía un íntimo conocimiento de Dios, un gran sentido de reverencia y un corazón pastoral para enseñar a las ovejas del Señor cómo orar más allá de sus necesidades cotidianas. Cristo enseñó a buscar primero el reino de Dios y Su justicia y prometió que todas las demás cosas se darían por añadidura. Pero me parece que la mayoría de Sus hijos oran todos los días por las añadiduras y luego esperan que el Señor les agregue el reino de los cielos.
Lo que Pablo pide en su oración es que Dios conceda a los creyentes en Éfeso un espíritu de sabiduría y revelación, no para simplemente aumentar su conocimiento intelectual, sino para que este conocimiento transforme profundamente su relación con el Padre. Pablo no está buscando que los cristianos simplemente sepan más sobre Dios, sino que, al conocerlo mejor, su vida sea transformada y crezcan en una mayor intimidad con el Padre. Así, el propósito de la revelación que Pablo pide en Efesios no es solo aumentar el saber, sino producir un cambio radical en la vida de los creyentes acercándolos más a la gloria de Dios.
La iglesia de Éfeso había recibido una enseñanza teológica de primer nivel, directamente a los pies del apóstol Pablo. Sin embargo, Pablo les señala que aún necesitan conocer más a Cristo. Esta realidad refleja una lucha común entre muchos cristianos: aunque cuentan con una sólida base teológica o un buen conocimiento doctrinal, su vida de obediencia sigue siendo débil y sienten que caminar con Cristo es algo pesado. Esto sucede porque a pesar de tener una comprensión intelectual de Dios, aún carecen de un conocimiento profundo y genuino que transforme su relación con Él y los impulse a vivir de acuerdo con Su voluntad.
El propósito de la revelación que Pablo pide en Efesios no es solo aumentar el saber, sino producir un cambio radical en la vida de los creyentes acercándolos más a la gloria de Dios
La sabiduría y el conocimiento que Pablo pide son dados por medio del Espíritu Santo (Jn 14:26, Hch 6:3, 9‑10, 1 Co 2:10‑14, entre otros pasajes). Sin embargo, es importante aclarar que Pablo no está pidiendo que Dios les otorgue conocimiento secreto o esotérico que no esté disponible para otros, ni sugiere que la Biblia no sea suficiente para nosotros. Más bien, lo que Pablo pide es un espíritu de sabiduría y revelación que permita a los creyentes comprender de manera más profunda lo que Dios ya ha revelado. Su oración busca que los cristianos entiendan mejor las implicaciones de las verdades que aprenden en la Escritura, las cuales a menudo repetimos casi de memoria, pero sin captar plenamente cómo se aplican a nuestra vida diaria.
La sabiduría es el conocimiento que se aplica a la vida diaria. Es lo que Dios dio a Salomón para que pudiera gobernar a su pueblo con justicia y discernimiento. Es la habilidad de entender las verdades reveladas por Dios en Su Palabra, para que un esposo pueda guiar a su esposa y a sus hijos de acuerdo con Su voluntad. Es la capacidad que Dios otorga a los maestros para enseñar de manera profunda, llevando a sus alumnos más allá del conocimiento básico y ayudándoles a entender a un nivel más maduro. Es, además, la habilidad que el predicador debe solicitar cada vez que se dispone a estudiar la Escritura, para que al exponerla sus oyentes no solo comprendan la verdad, sino que esa comprensión los transforme profundamente.
Pablo pide es un espíritu de sabiduría y revelación que permita a los creyentes comprender de manera más profunda lo que Dios ya ha revelado
El conocimiento bíblico memorizado pero no comprendido forma personas orgullosas en lo doctrinal y legalistas en lo moral. Por ello, al acercarnos a la Biblia, no basta con analizar su trasfondo cultural o relacionarla con categorías de la teología sistemática, aunque estos acercamientos son valiosos para un estudio profundo. La sabiduría y la revelación que necesitamos trascienden estos aspectos. El verdadero propósito del conocimiento bíblico, según Pablo ora por los efesios, es discernir las demandas de Dios: cómo la Escritura debe moldear nuestra obediencia, renovar nuestro pensamiento y transformar nuestra vida en conformidad con la voluntad de Dios.
Por esta razón, Pablo ora para que los creyentes tengan un conocimiento más profundo de Cristo. Él sabe que al conocer más a Cristo, crecerá un amor más intenso hacia Él, y este amor resultará en una obediencia más genuina. Además, un mayor conocimiento de Cristo producirá una pasión más ferviente por Su causa y Su reino, debilitando al mismo tiempo nuestros afectos por el reino de este mundo. A medida que crece mi interés por conocer a Cristo, disminuye mi interés por lo que el mundo promueve a través de las redes sociales, la televisión y otros medios.
Es sorprendente observar la pasión que despertó en tantos fanáticos del béisbol que Albert Pujols, un reconocido beisbolista dominicano, alcanzara los 700 jonrones, mientras que muchos muestran apatía ante los innumerables «jonrones espirituales» que Dios ha realizado desde que habló y toda la creación llegó a existir. Para algunos, el logro deportivo de Pujols genera más entusiasmo que la misma resurrección de Cristo, y más emoción que la gloria venidera, la cual, lamentablemente, ocupa tan poco espacio en nuestros pensamientos.
El conocimiento bíblico memorizado pero no comprendido forma personas orgullosas en lo doctrinal y legalistas en lo moral
Tristemente, la oscuridad del mundo brilla más que la luz de Cristo en las mentes y corazones de muchos que se llaman cristianos. Cada vez que me acerco al texto bíblico para preparar un sermón, mi deseo más profundo es que al final termine conociendo mejor a Cristo, de tal manera que transforme todas las áreas de mi existencia:
- Como pastor, para cuidar a las ovejas con el amor y la dedicación de Cristo.
- Como médico, para ministrar con compasión al enfermo y al débil.
- Como profesional, para que mis logros reflejen Su gloria.
- En mis fracasos, para hallar refugio en Su gracia.
- En mi obediencia, para someterme más plenamente a Su señorío.
- En mis pecados, para comprender mejor Su gracia y perdón.
- En mis relaciones, para amar al prójimo como Él me amó.
- En las ofensas y heridas recibidas, para recordar las que todos hemos infligido a Cristo.
- En mis sufrimientos, para experimentar Su consuelo.
- Y en los momentos de alegría, para disfrutar aún más el gozo que Él da.
Siéntate a los pies de Jesús
Podemos orar por un conocimiento profundo de Cristo. Sin embargo, esta virtud no se obtiene mediante una oración mecánica, la lectura superficial de la Biblia o un tiempo devocional basado en las reflexiones de otros.
Tampoco se desarrollan al escuchar un sermón ocasional. Este nivel de conocimiento y discernimiento solo se alcanza al pasar tiempo con Cristo en una meditación intencional y profunda de Su Palabra. No te acerques a las Escrituras únicamente para leerlas; deja que ellas te lean a ti, confronten tus pensamientos y transformen tu vida.
No te acerques a las Escrituras únicamente para leerlas; deja que ellas te lean a ti, confronten tus pensamientos y transformen tu vida
En una ocasión, el reconocido ministro Harry Ironside (1876‑1951), siendo aún joven, visitó a un hombre piadoso llamado Andrew Fraser, quien se encontraba en las etapas finales de la tuberculosis. Aunque respirar le resultaba extremadamente difícil, Fraser hizo el esfuerzo de conversar con Ironside y le dijo:
—Joven, estás tratando de predicar a Cristo, ¿verdad?
—Sí —respondió Ironside.
—Entonces siéntate un momento y hablemos acerca de la Palabra de Dios.
Andrew Fraser abrió su Biblia y con las pocas fuerzas que le quedaban, leyó pasaje tras pasaje, enseñándole a Ironside verdades que él nunca había visto ni valorado. Pronto, las lágrimas corrían por las mejillas de Ironside. Conmovido, le preguntó al señor Fraser:
—¿Podría decirme dónde encontrar un libro que explique estas verdades? ¿Aprendió usted esto en algún seminario o universidad?
Fraser le respondió:
—Mi querido joven, aprendí estas cosas de rodillas, en el suelo de una humilde casa en el norte de Irlanda. Allí, con mi Biblia abierta frente a mí, pasaba horas arrodillado, pidiendo al Espíritu de Dios que revelara a Cristo a mi alma y abriera Su Palabra a mi corazón. Él me enseñó más en esos momentos, en ese suelo de tierra, que todo lo que podría haber aprendido en los seminarios o universidades del mundo.
James Montgomery Boice relata esa historia en su comentario de la carta a los Efesios, y agrega esta nota: «Ese es el secreto. No es inteligencia ni instrucción extraordinaria o grados académicos. Es tiempo pasado con Dios. Él les abre el corazón [o los ojos del entendimiento] solamente a personas que se sientan a los pies de Jesús» (Ephesians [Efesios], p. 38).