Dios creó a los hombres para que sean líderes fuertes y fieles, especialmente en sus familias e iglesias. Sin embargo, convertirse en ese tipo de hombre no sucede de la nada; debemos disciplinarnos para un liderazgo piadoso y semejante al de Cristo (1 Ti 4:7-8).
Para crecer como hombres, seguimos a Jesús, el único Hombre sin pecado, el Dios-Hombre, el único que nos provee justicia y el ejemplo perfecto de cómo vivir. Pero también seguimos los pasos de aquellos que siguieron o precedieron los Suyos (1 Co 11:1). Josué, aunque vivió siglos antes del Cristo encarnado, puede servir como uno de esos ejemplos, especialmente para los hombres más jóvenes.
Josué nos enseña que liderar bien comienza con darte cuenta de que todo lo que eres, tienes y logras depende de la provisión de la gracia de Dios. Josué conocía esto a profundidad, incluso en los años de su juventud, mientras servía a Dios y guiaba al pueblo a la tierra prometida. Me gustaría resaltar cuatro rasgos de Josué que los hombres jóvenes y viejos necesitan hoy: confianza humilde, dependencia humilde, sumisión humilde y paciencia humilde.
1. Confianza humilde.
En momentos clave de la historia de Israel, incluso en su juventud, Josué dio un paso al frente como un gran ejemplo de confianza humilde. En una de las primeras veces que nos encontramos con Josué, vemos su fe en acción cuando confía en Dios, yendo en contra de la corriente de la opinión popular.
Josué nos enseña que liderar bien comienza con darte cuenta de que todo lo que eres, tienes y logras depende de la provisión de la gracia de Dios
Josué formó parte de un equipo de búsqueda enviado a Canaán para espiar la tierra que Dios había prometido. Los espías regresaron con una predicción deprimente sobre la habilidad de Israel para vencer a los «gigantes» de la tierra (Nm 13-14). Josué y Caleb fueron los únicos dos (de doce) que instaron al pueblo a tomar la tierra, porque creían en la palabra de Dios (Nm 14:7-10). Ellos conocían el historial de Dios y Su poder para cumplir Sus promesas. Su confianza no estaba en sí mismos, sino en el Dios al que servían.
Aquí vemos una cualidad que distinguía a Josué y Caleb del resto de los israelitas: creían en las promesas de Dios. No se dejaron intimidar por el tamaño de los guerreros ni por la fortaleza de las ciudades. Más bien, conocían a su Dios y recordaban cómo había actuado con Egipto, la nación más poderosa de la tierra en aquel entonces. Si Dios había podido ocuparse del poderoso ejército egipcio, sin duda podría ocuparse de las tribus cananeas. Dios recompensó la fe de Josué y Caleb eximiéndolos de toda la generación de israelitas que perecería en el desierto (Nm 14:29-30).
La humildad y la confianza pueden parecer dos cosas opuestas, pero en Josué y Caleb vemos que son dos caras del mismo corazón. Cuando encontramos nuestra identidad y seguridad en Dios, podemos descansar en saber que nuestra fragilidad y nuestro pecado ya no nos definen. Podemos caminar con la fuerza que Dios nos proporciona, incluso cuando acertadamente somos conscientes de lo débiles y pecadores que somos. De hecho, Dios solo elige y empodera a aquellos que saben lo poco que podemos hacer por nosotros mismos.
2. Dependencia humilde.
Josué podría ser considerado uno de los líderes militares más grandes de la historia. Lideró a los ejércitos de Israel a la victoria contra enemigos mucho más poderosos. Sin minimizar los dones y habilidades de Josué, él sabía que Dios es quien finalmente vence a los enemigos de Su pueblo. Esto lo aprendió al inicio de su carrera militar, cuando lideró al pueblo en la batalla contra los amalecitas. Éxodo 17 cuenta la historia de la provisión de Dios:
Y sucedía que mientras Moisés tenía en alto su mano, Israel prevalecía; y cuando dejaba caer la mano, prevalecía Amalec. Pero las manos de Moisés se le cansaban. Entonces tomaron una piedra y la pusieron debajo de él, y se sentó en ella. Y Aarón y Hur le sostenían las manos, uno de un lado y otro del otro. Así estuvieron sus manos firmes hasta que se puso el sol. Josué deshizo a Amalec y a su pueblo a filo de espada (Éx 17:11-13).
El resultado de la batalla dependía de algo que estaba completamente fuera del control de Josué. Sí, él peleó con gran valentía, pero todo el tiempo se daba cuenta de que la batalla pertenecía al Señor. Lo mismo era cierto incluso cuando las victorias no eran tan sobrenaturalmente evidentes. Dios había prometido dar la tierra de Canaán a Su pueblo, y la confianza de Josué en el poder y la fidelidad de Dios le dio la fe que necesitaba para ser el líder que Dios lo había llamado a ser.
Cuando encontramos nuestra identidad y seguridad en Dios, podemos descansar en saber que nuestra fragilidad y nuestro pecado ya no nos definen
Aunque los desafíos que enfrentamos no sean tan dramáticos como los de Josué, la base de nuestra confianza es todavía la misma fe, es decir, no la fe en nosotros mismos ni en los dones y talentos que Dios nos ha dado, sino la fe en el Dios que es el creador, el sustentador y el proveedor de cada aliento, cada latido del corazón y cada victoria en la vida. El ejemplo de Josué nos recuerda que cualquier habilidad, oportunidad, logro o victoria viene como un regalo de nuestro misericordioso Creador. Él merece todo el crédito por cualquier cosa buena en nuestras vidas.
Podemos recordarnos esto regularmente al hacernos la pregunta retórica del apóstol Pablo en 1 Corintios 4:7: «¿Qué tienes que no recibiste?». Darnos cuenta de que Dios es la fuente y el fin de todo lo que nos da nos lleva a una confianza humilde, y esa confianza nos libera para seguir Su voluntad y ser utilizados como Él considere apropiado.
3. Sumisión humilde.
Desde joven, Josué aprendió a confiar en la Palabra de Dios y esta guió su vida. Él sabía que las promesas de Dios son dignas de confianza, así que siguió Su plan aun cuando los desafíos eran inmensos. La Palabra de Dios se convirtió en el núcleo de su confianza, como vemos en la exhortación de Dios para él antes de que el pueblo entrara a la tierra de Canaán:
Este libro de la ley no se apartará de tu boca, sino que meditarás en él día y noche, para que cuides de hacer todo lo que en él está escrito. Porque entonces harás prosperar tu camino y tendrás éxito. ¿No te lo he ordenado Yo? ¡Sé fuerte y valiente! No temas ni te acobardes, porque el SEÑOR tu Dios estará contigo dondequiera que vayas (Jos 1:8-9).
Dios llama a Josué a que sea fuerte y valiente con base en su confianza en la Palabra de Dios. De la misma manera, la confianza de un hombre piadoso no depende de sus propias habilidades ni de las opiniones de otros para predecir el resultado de las circunstancias; más bien, depende de lo que Dios dice que es verdad. Cuando nos sometemos a la autoridad de la Palabra de Dios, estamos confiando en el carácter de Dios. En nuestros días, los deseos momentáneos de cada uno se han convertido en la guía principal para muchos, pero los hombres de Dios se sacuden esa tendencia y viven arraigados en las enseñanzas inmutables de la Biblia.
4. Paciencia humilde.
Los mejores líderes son los hombres que han aprendido a seguir bien. Ellos contribuyen con fidelidad a los objetivos de un equipo, aun cuando no tienen un título o una posición. La sumisión de Josué a Dios se traducía en su sumisión al líder que Dios había puesto sobre él.
La confianza de un hombre piadoso no depende de sus propias habilidades ni de las opiniones de otros, sino de lo que Dios dice que es verdad
Josué sirvió como asistente de Moisés cuando era joven (Éx 17:8-16). Después de ser elegido, desempeñó ese papel con paciencia durante cuarenta años. Se nos dice que, cuando Moisés entraba en el campamento, Josué «no se apartaba de la tienda» (Éx 33:11). En ocasiones debe de haber sido profundamente retador servir al pueblo a la sombra de Moisés, pero no hay indicios de que Josué fuera otra cosa que un asistente alentador para Moisés y un compañero enérgico en la misión. Su compromiso de servir con paciencia lo convirtió en el hombre que podría guiar al pueblo de Dios a la tierra prometida.
Las lecciones que Josué aprendió cuando era joven lo convirtieron en un anciano en quien se podía confiar como líder piadoso. Debido a su liderazgo, «Israel sirvió al SEÑOR todos los días de Josué y todos los días de los ancianos que sobrevivieron a Josué y que habían conocido todas las obras que el SEÑOR había hecho por Israel» (Jos 24:31).
La confianza de Josué en Dios y en Su Palabra lo convirtió en un hombre de carácter humilde. Su confianza, dependencia, sumisión y paciencia nos ofrecen poderosos destellos de Jesús, quien vivió a la perfección estas cualidades como nuestro sustituto y ejemplo. Que Dios conceda a muchos jóvenes de la próxima generación la capacidad de confiar en su Dios y liderar con un carácter semejante al de Cristo.