En muchos círculos «cristianos» contemporáneos se practica la «declaración positiva». Esta consiste en declarar de manera audible bendiciones, sanidades, prosperidad o incluso cambios circunstanciales porque se piensa que «declarar con fe» puede hacer que las cosas sucedan.
Frases como: «¡Declaramos que este será un año de prosperidad!» o «¡declaramos sanidad en el nombre de Jesús!» se han vuelto populares, ya que parecen mostrar la fortaleza de la fe de quien declara.
Aunque esta práctica aparenta ser piadosa por su lenguaje «cristiano», es necesario evaluar si está enraizada en una correcta interpretación bíblica o si, por el contrario, representa un desvío doctrinal que distorsiona el evangelio y la soberanía de Dios.
Sus orígenes
La práctica de declarar bendiciones no surge de la Biblia, sino que tiene sus orígenes en la relación entre el Nuevo Pensamiento y el pentecostalismo temprano.
Los orígenes del Nuevo Pensamiento se remontan a figuras como Phineas Quimby, quien fue conocido como un mentalista que creía en la conexión entre el pensamiento, las palabras y la realidad física.
A partir del siglo XX, el Nuevo Pensamiento empezó a mezclarse con el pentecostalismo temprano a través de figuras como E. W. Kenyon, Aimee Semple McPherson, quien fue reconocida por su ministerio de sanidades, y Oral Roberts, un destacado televangelista conocido por popularizar el evangelio de la prosperidad. En el mundo anglosajón, este movimiento de declaración lleva por nombre Word of Faith (Palabra de fe).
El movimiento de la Palabra de fe es una síntesis entre las enseñanzas del Nuevo Pensamiento y la espiritualidad cristiana del movimiento carismático y pentecostal. Promueve la confesión positiva, en la cual la palabra está ligada a la realidad. Las palabras tienen un poder creativo que puede originar realidades (bendiciones, riquezas, éxito) y moldear circunstancias.
Sus errores
1) Atribuye al ser humano poder y control que solo pertenecen a Dios.
La filosofía detrás de la declaración positiva borra la distinción fundamental entre el Creador y la criatura. Por ejemplo, según esa perspectiva, Mateo 16:19 provee del lenguaje y autoridad para «atar y desatar» cualquier cosa en la tierra y así forzar una respuesta del cielo. Sin embargo, esta interpretación viola el principio hermenéutico de tomar en cuenta el contexto para interpretar un texto. Si prestamos atención al texto, Jesús está hablando a Pedro y a Sus discípulos sobre una autoridad que Él les confiere para enseñar y aplicar la disciplina eclesial (Mt 18:15-18), no de decretar circunstancias a voluntad.
La declaración positiva promueve el materialismo a tal punto que sus propósitos son contrarios al evangelio bíblico, el cual nos llama a someter nuestros deseos a Dios
Solo Dios tiene la prerrogativa divina de poder y control, tal como lo describe la Palabra (p. ej., Dn 4:35). Si bien es cierto que nuestra unión con Cristo nos hace gozar de todo tipo de bendiciones espirituales (Ef 1:3-2:10), llegar a ser divinos no es una de ellas. Aun después de nuestro nuevo nacimiento seguimos siendo criaturas redimidas, pero al fin de cuentas seguimos siendo criaturas.
Algunos pasajes parecen apoyar la práctica de la declaración positiva y han sido usados fuera de contexto para enseñar que todo lo que confesamos en fe sucederá de acuerdo a nuestros deseos. Por ejemplo:
En verdad les digo que cualquiera que diga a este monte: «Quítate y arrójate al mar», y no dude en su corazón, sino crea que lo que dice va a suceder, le será concedido. Por eso les digo que todas las cosas por las que oren y pidan, crean que ya las han recibido, y les serán concedidas (Mt 11:23-34).
Sin embargo, aunque Jesús enseña en este pasaje sobre la confianza plena en Dios al orar, no podemos interpretar un pasaje de manera aislada. Los creyentes tenemos un llamado a orar con fe, pero siempre bajo la voluntad soberana de Dios (1 Jn 5:14-15).
Dios sigue siendo el orquestador de la historia. Las Escrituras nos recuerdan esta realidad de muchas maneras. Ninguna declaración humana puede forzar lo que solo Dios tiene autoridad para hacer (Dn 4:35). Los decretos de Dios, tanto Sus juicios como las bendiciones que tú y yo gozamos en Él, son ejecutados por la Trinidad.
¿Qué implicaciones tiene esto para la declaración positiva? Solo hay Alguien digno para ejecutar los decretos de Dios, y es Dios mismo. Por lo tanto, declarar lo que solo Dios sabe y puede hacer sería un intento fallido de violación a Su soberanía.
2) Promueve el egoísmo y el materialismo.
La centralidad de las ofrendas de fe, entendidas como contribuciones financieras que el creyente realiza a la iglesia, conduce a la idea de que estas producen sobreabundancia de riquezas, fomentando así una visión transaccional de la fe. Por eso la declaración positiva promueve el materialismo a tal punto que sus propósitos son contrarios al evangelio bíblico, el cual nos llama a someter nuestros deseos a Dios (Mt 6:19-21).
Proverbios 18:21 es utilizado aislado del resto de toda la Biblia para enfatizar el poder de las palabras para obtener todas las cosas materiales que se desee: «Muerte y vida están en poder de la lengua, / Y los que la aman comerán su fruto» (énfasis añadido). No obstante, este pasaje trata sobre las consecuencias de nuestras palabras, ya sean consecuencias de vida o de muerte. En otras palabras, el texto es una advertencia ética sobre el uso sabio o necio del habla; no es una garantía para la declaración positiva. Esta interpretación hace justicia al género literario del libro de Proverbios como un libro sapiencial.
Ahora bien, decir que la declaración positiva es antibíblica significa que —como hemos visto— no tiene fundamento en una enseñanza correcta de las Escrituras, e incluso contradice principios bíblicos por la siguiente razón.
3) Promueve la búsqueda de la paz y la aplicación de la fe lejos del evangelio
Existe la posibilidad de que un ser querido o quizá un miembro de tu iglesia haya adoptado esta práctica porque de alguna manera le ofrece una ilusión de paz y descanso en medio de la incertidumbre. Pero esta paz se fundamenta en cosas vanas: En la fortaleza de su «oración», en la elocuencia de sus palabras y en la intensidad emocional de su voz. Estas cosas son como el vapor, un día están y al día siguiente se desvanecen.
La declaración positiva, aunque revestida de lenguaje cristiano, se aparta del evangelio bíblico al poner el foco en el poder humano y no en la soberanía de Dios
Sin embargo, el testimonio de las Escrituras es que en tiempos de incertidumbre y de crisis, el creyente no pone su mirada en la fortaleza de sus propias palabras, sino en la obra salvífica del Rey soberano.
Conclusión
La oración eficaz no es una orden a Dios, sino un acto de dependencia. Jesús mismo, en Getsemaní, pidió con fervor, pero terminó diciendo: «No se haga Mi voluntad, sino la Tuya» (Lc 22:42). El creyente no necesita «declarar» para que Dios actúe, sino confiar en que Él obra con sabiduría perfecta, incluso cuando Su respuesta sea diferente de la que esperamos.
La declaración positiva, aunque revestida de lenguaje cristiano, se aparta del evangelio bíblico al poner el foco en el poder humano y no en la soberanía de Dios. La verdadera fe se basa en quién es Dios, no en cuán fuerte pronunciamos nuestras palabras. La invitación bíblica es clara: orar con fe, pedir con confianza y descansar en que el Dios que creó el universo sigue reinando desde Su trono y responderá conforme a Su soberana voluntad.