×

Hay momentos en los que sentimos que muchas voces compiten por nuestra atención. Voces externas que nos gritan que somos dueños de nuestras vidas, que nuestra identidad está en nuestra apariencia, que los roles bíblicos son aplastantes y denigrantes y que no es cierto que necesitemos de la ayuda de otros.

Pero esas voces no vienen solo de afuera. También tenemos que luchar con las voces internas que nos hacen sentir llenos de culpa en nuestro pecado. Voces que nos llevan a escondernos detrás de la vergüenza, que nos gritan que no hay forma en la que podamos ser perdonados por lo que hemos hecho o que nuestra vida no vale la pena.

En medio de tantas voces que gritan fuerte en nuestras vidas, nos hacemos la pregunta: ¿qué voz voy a escuchar? ¿A quién le creo?

Esta lucha con distintas voces también se libró hace muchos años en el jardín del Edén.

La voz de Dios y la voz intrusa

Génesis 3:1-9 narra la entrada de la voz de la serpiente al Edén. La Palabra describe esta voz como astuta, y la encontramos poniendo en duda las palabras de Dios: «¿Conque Dios les ha dicho: “No comerán de ningún árbol del huerto”?» (v. 1).

En medio de las voces que nos inundan, hay una sola que es segura, que es la verdad y que siempre quiere nuestro bien: la voz de Jesús

Adán y Eva nunca habían escuchado esta voz. Ellos tenían la de Dios, que había hablado desde el principio: la voz que había creado todo lo que existía y lo que ellos disfrutaban, la voz que los había creado y les había dado identidad y propósito. Así que Adán y Eva no necesitaban otra voz.

Sin embargo, decidieron escuchar una voz nueva que cuestionaba las palabras de Dios. Pero no se quedó solo en el cuestionamiento, sino que también negó Sus palabras: «Y la serpiente dijo a la mujer: “Ciertamente no morirán. Pues Dios sabe que el día que de él coman, se les abrirán los ojos y ustedes serán como Dios, conociendo el bien y el mal”» (vv. 4-5).

Satanás introdujo la idea de que la Palabra de Dios podía ser cuestionada por el juicio humano. Al cuestionar lo que el Señor había dicho, no solo contradijo esa orden puntual, sino que cuestionó a Dios mismo, Su carácter de amor, bondad y gracia. Lo que estaba detrás de las palabras de la serpiente era:

  • «Hay algo bueno que Dios tiene para ti y no quiere darte».
  • «Dios sabe que serás como Él y no quiere darte eso que es bueno para ti».

En nuestras vidas también tenemos que lidiar con voces que nos dicen:

  • «Dios lo dijo, pero no es verdad».
  • «Tú puedes sola; no es verdad que necesitas de alguien más».
  • «Tu cuerpo te pertenece, así que puedes hacer con él lo que quieras».
  • «Esto no puede ser tan malo, si me hace sentir tan bien».

De nuevo, no solo enfrentamos las voces de afuera que son contrarias a la de Dios, sino que también lidiamos con nuestros propios deseos y pensamientos que se levantan en contra de Sus palabras. Cada vez que elegimos el pecado estamos contradiciendo a Dios, estamos diciendo que está equivocado y que no quiere nuestro bien.

Adán y Eva decidieron escuchar y responder a la voz de la serpiente y terminaron haciendo exactamente lo que Dios les había dicho que no hicieran:

Cuando la mujer vio que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y que el árbol era deseable para alcanzar sabiduría, tomó de su fruto y comió. También dio a su marido que estaba con ella, y él comió. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; y cosieron hojas de higuera y se hicieron delantales (vv. 6-7).

La desobediencia a la voz de Dios trajo como consecuencia la muerte, tal y como Dios les había advertido (2:17). La oferta de libertad que les presentó la serpiente, si ellos tomaban la vida en sus manos, solo los llenó de culpa y vergüenza.

El Dios que vuelve a hablar

La gracia, el amor y la bondad de Dios fueron cuestionados por la serpiente y Adán y Eva mordieron el anzuelo. Pero, contrario a lo que la serpiente sugirió, Dios está lleno de gracia, amor y bondad y Su carácter se demuestra cuando vuelve a hablarles, luego de lo que habían hecho:

Y oyeron al SEÑOR Dios que se paseaba en el huerto al fresco del día. Entonces el hombre y su mujer se escondieron de la presencia del SEÑOR Dios entre los árboles del huerto. Pero el SEÑOR Dios llamó al hombre y le dijo: “¿Dónde estás?”» (vv. 8-9).

Jesús, quien nos habla a través de Su Palabra, nos ha enseñado cómo vivir y nos invita a escuchar Su voz hoy

En medio de su pecado, Dios los buscó y les habló una vez más. Y aún cuando habló palabras duras pero justas contra su desobediencia, también les dio la promesa de traer redención a la humanidad:

Pondré enemistad
Entre tú y la mujer,
Y entre tu simiente y su simiente;
Él te herirá en la cabeza,
Y tú lo herirás en el talón (v. 15).

Dios anticipaba la redención a través de Cristo, quien vencería a la serpiente, el pecado y la muerte. Jesús es ese mismo Dios que, en medio de nuestros pecados, nos sigue hablando, buscando y nos pregunta hoy: «¿Dónde estás?».

En medio de todas las voces que nos inundan, hay una sola voz que es segura, una sola voz que es la verdad, una sola voz que siempre quiere nuestro bien: la voz de Jesús. Jesús, quien nos habla a través de Su Palabra, nos ha enseñado cómo vivir y nos invita a escuchar Su voz hoy, la voz de ese buen Pastor que entregó Su vida por Sus ovejas (Jn 10:11).

Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando