“Las cosas secretas pertenecen al SEÑOR nuestro Dios, pero las cosas reveladas nos pertenecen a nosotros y a nuestros hijos para siempre, a fin de que guardemos todas las palabras de esta ley”, Deuteronomio 29:29.
Hay un sentido de curiosidad intrínseco en el ser humano. Es un regalo de Dios al crearnos a Su imagen y nos ha permitido desarrollar tecnologías para el beneficio de la humanidad (aunque también para su propia destrucción).Disfrutamos saber cómo funcionan las cosas y descubrir las leyes que rigen el universo para poder de alguna manera predecir y producir ciertos resultados esperados.
Sin embargo en un sentido funcional y personal nos gusta saber lo más que podamos porque nos da cierto control sobre el medio ambiente y sobrevivir en un mundo a veces bastante cruel. El poder predecir mejor las cosas nos da cierto sentido de seguridad y tranquilidad.
Por otro lado, también el saber mejor las cosas nos da la oportunidad de elegir lo que creemos nos conviene y lo que no.
Sin embargo, al considerar a nuestro Dios omnipotente, omnisciente, omnipresente, eterno y soberano, es realmente ridículo el pensar que podamos saber y entender todo lo que Él sabe. Sin embargo, Él sí ha decidido dejarnos saber lo absolutamente necesario y posible para nuestras pequeñas mentes finitas.
Las buenas noticias son que, “todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia”, 2 Pedro 1:3. Esto significa que gracias a la obra de Cristo en nuestro favor, y nuestro conocimiento personal de Él, podemos estar seguros de que por Su gracia no sabemos muchas cosas. También de que por Su gracia sabemos lo que sabemos y por último, que por Su gracia podemos confiar en Quien sí sabe todas las cosas y tiene las mejores intenciones para los Suyos, independientemente de lo que estemos enfrentando.
Piensa en esto y encuentra tu descanso en Él.