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Son los que están dormidos los que necesitan ser despertados. Aquellos que se han vuelto apáticos y letárgicos necesitan ser estimulados a la vivacidad y la labor.

El Señor se complació en hacer esto de maneras maravillosas durante el siglo XVIII en diversas partes del mundo y por medio de distintos instrumentos humanos. En Inglaterra, levantó a George Whitefield (1714-1770) y a los hermanos Wesley, entre otros. En Estados Unidos, el nombre de Jonathan Edwards (1703-1758) es bien conocido, como predicador y teólogo, y en relación con la labor transatlántica de Whitefield.

Luego, en Gales, Dios usó a varios hombres para glorificar Su nombre. Una vez más, Whitefield estuvo involucrado, pero entre los otros nombres prominentes que podemos aprender, el de hoy es el de Daniel Rowland (c. 1711-1790).

Tierra de pesadumbre espiritual

La obra en Gales fue claramente una obra de misericordia y gracia. Poco había digno de elogio en el país en aquel momento. Gales era pobre y carente, tanto natural como espiritualmente. Algunos habían reconocido la necesidad del evangelio durante un tiempo anterior y, en 1649, una iglesia bautista particular en el Glaziers’ Hall de Londres celebró un día de oración «para pedir al Señor que enviara obreros a los rincones y partes oscuras de esta tierra».1 Dos hombres ofrecieron sus servicios y fueron enviados a Gales.

Dios bendijo poderosamente sus labores. Se produjeron conversiones y bautismos, constituyéndose una iglesia en Ilston que contaba con cuarenta y tres miembros en octubre de 1650. Sin embargo, a principios o mediados del siglo XVIII, incluso este progreso del evangelio de aproximadamente un siglo antes parece haberse estancado. Una conocida afirmación sugería que el cristianismo en Gales era menos un tema de investigación y más un tema de risa y burla. Los ministros fieles eran pocos y distantes entre sí, aunque algunos conocían cierta eficacia espiritual. Las iglesias de todo tipo eran típicamente somnolientas y aburridas, si no totalmente muertas. ¿Nos suena familiar hoy en día?

La misma alma ferviente que una vez había corrido en la impiedad se mostraba ahora celosa de declarar la verdad divina

Daniel Rowland nació en este ambiente. Creció con dones manifiestos, típicamente apasionado y evidentemente impío, en una familia que había conocido algo de la verdadera religión, pero que parece haber decaído. Su educación le encaminó hacia el clero y fue ordenado diácono el 10 de marzo de 1734. Para la ocasión, caminó desde la pequeña aldea galesa de Llangeitho hasta Londres, ida y vuelta. Hasta ese momento, el ministerio de Rowland había estado tristemente vacío de todo fervor y fuerza del evangelio. Sin embargo, por aquel entonces, Rowland escuchó la verdad a través de un predicador piadoso, Griffith Jones (c. 1684-1761), y se convirtió en un hombre nuevo en Cristo. Rowland fue ordenado sacerdote en la iglesia nacional el 31 de agosto de 1735. Su predicación comenzó a revelar su cambio genuino de corazón.

“El clérigo furioso”

La misma alma ferviente que una vez había corrido en la impiedad se mostraba ahora celosa de declarar la verdad divina. Un corazón antes entregado a la maldad había sido conmovido por un sentido de la santa majestad de Dios y golpeado por el filo de Su justa ley. Al igual que John Bunyan antes que él, Rowland predicó lo que sentía, lo que inteligentemente (profundamente e intensamente) sentía.

Constreñido por un sentimiento fuerte de su propia pecaminosidad ante Dios, Rowland se inclinaba por las Escrituras que enfatizaban el santo aborrecimiento de Dios hacia el pecado y los terribles castigos que pendían sobre las cabezas de los impenitentes. Estaba muy lejos de lo que parecen haber sido las homilías mansas, tibias y desdentadas de su ministerio anterior. Predicaba como un hijo del trueno, un verdadero Boanerges (Mr 3:17), atado por la majestad de la persona de Dios y el valor de las almas de los hombres. Bajo la influencia del Espíritu Santo, esa predicación, con su énfasis en la santa ley de Dios, atraía y doblegaba a muchos oyentes, lo que le valió a Rowland el apodo de «el clérigo furioso».

Este tipo de ministerio era poderoso y eficaz, pero su fuerza implacable durante un par de años corría el peligro de llevar a los pecadores a una desesperación no bíblica. El ministerio de juicio de Rowland no estaba matizado con mucha misericordia; sus oyentes se caracterizaban más por una profunda angustia de alma que por otra cosa.

La Jerusalén de Gales

En ese momento, un piadoso pastor disidente llamado Philip Pugh (1679-1760) intervino para ayudar al joven. Aconsejó a Rowland que aplicara la sangre de Cristo a las heridas espirituales que estaba causando. Sus oyentes necesitaban saber no solo que necesitaban un Salvador; ¡también necesitaban conocer al Salvador!

Rowland, todavía joven en edad espiritual, sentía que él mismo carecía del suficiente sentido de esa realidad, que a su fe en el Señor le faltaba algo de lo que él consideraba su vigor necesario. Pugh le insistió en la necesidad de dejar pasar algunos rayos de luz a través de las nubes de tormenta antes de fulminar a sus oyentes. Le dijo a Rowland que predicara hasta que sintiera más de aquello que anhelaba. Ahora los tonos suaves de un Bernabé empezaron a mezclarse con los gritos penetrantes de un Boanerges, y el dulce bálsamo del evangelio fue vertido fácilmente en las heridas que la santa ley de Dios había infligido con justicia.

Junto con su vivificado ministerio de la Palabra de Dios, Rowland se había convertido en un hombre de oración ferviente. A menudo subía a las colinas que rodeaban su casa. La vista panorámica de la región agitaba su corazón para implorar la bendición de Dios sobre el pueblo. Atraído por el evangelio de Cristo y sostenido por su comunión con Dios, la predicación de Rowland comenzó a tener un alcance aún mayor y un efecto más profundo. Las multitudes acudían en masa a escuchar al ministro del evangelio de Llangeitho, y eran transformadas por el hombre transformado y su predicación transformada.

Anteriormente, los gemidos de angustia habían surgido de los oyentes agobiados por la convicción de pecado; ahora, los gritos de «¡gloria!» empezaron a mezclarse con esos gemidos, a medida que los pecadores convencidos miraban a Cristo y veían en Él la belleza y majestad del Salvador. Pronto Rowland estaba predicando a cientos, si no a miles. Predicaba como «un serafín en lágrimas». Dios se acercaba tanto al predicador como al oyente, y algunas de las descripciones de su predicación nos dejan anhelando ese sentido del cielo que a menudo parecía acompañar sus esfuerzos.

Aunque fue expulsado de la Iglesia de Inglaterra, Rowland continuó predicando con fuerza espiritual y gozando del favor de muchos que apreciaban la Palabra de Dios. Howell Harris (1714-1773) calculaba que en 1763 hasta diez mil personas acudían a escucharle a Llangeitho. El pequeño pueblo empezaba a ser conocido como la Jerusalén de Gales.

Lecciones del avivamiento

Esto es solo una pequeña muestra de los comienzos de la labor de un hombre en un lugar. En conclusión, quisiera hacer tres observaciones a los pastores de hoy.

1. Esfuerzos coordinados

En primer lugar, considera que Rowland era un hombre entre varios, cada uno bendecido por Dios de manera similar. No estaba solo. En Gales, unos pocos hombres piadosos habían trabajado fielmente durante años y habían conocido una medida de verdadero fruto, como se evidencia tanto en la conversión de Rowland como en la salvación de otros hombres de su generación en Gales, como Howell Harris y William Williams, Pantycelyn (1717-1791).

Los ministerios avivados espiritualmente provienen de hombres avivados espiritualmente

Recordemos también que Whitefield se convirtió más o menos al mismo tiempo que Rowland y se convirtió en un firme amigo y colaborador de los metodistas calvinistas de Gales. Es demasiado fácil aislar, idealizar e incluso idolatrar a los individuos. Sin embargo, no debemos convertirnos en cínicos espirituales o históricos. Es apropiado reconocer los dones y contribuciones distintivos de los hombres levantados por Dios, vistos y apreciados en su contexto más amplio.

2. Hombres avivados, ministerios avivados

Además, aprendamos que los ministerios avivados espiritualmente provienen de hombres avivados espiritualmente. No imaginemos que sermones potentes brotarán de corazones apagados. Nuestro deseo de tener sermones impactantes o un ministerio poderoso no debe ser porque sí, sino para la gloria de Dios y como consecuencia de la comunión del corazón con Él. La gracia se apoderó del impío Rowland, lo sacó de las tinieblas a la luz de Dios y lo convirtió tanto en un cristiano fiel como en un predicador útil. Lo que entonces pareció distinguirle fue su profunda meditación sobre la verdad divina y su búsqueda del rostro de Dios en la oración. Al igual que él, podemos aprender a anhelar la bendición de Dios para Su propia gloria y para el bien de la humanidad, nunca para nuestra propia exaltación.

3. Predicación bajo la mirada de Dios

Por último, el poder de Rowland como predicador se derivaba de su profunda y primordial conciencia de la mirada de Dios sobre él. Como el apóstol Pablo, hablaba «no como agradando a los hombres, sino a Dios que examina nuestros corazones» (1 Ts 2:4). Era claramente un hombre dotado, capaz de altos vuelos de oratoria espiritual, su propio fervor impactaba a sus oyentes. Sin embargo, su utilidad era tanto una cuestión de sustancia celestial como de estilo celestial.

Rowland predicaba un evangelio completo, cada vez más marcado por la supremacía y centralidad de Cristo. Predicaba la verdad sentida, tanto la ley como el evangelio. Se propuso hacer ver a los pecadores su necesidad de un Salvador y mostrarles al Salvador que necesitaban. Otro conocido ministro galés, Thomas Charles de Bala (1755-1814), convertido gracias al ministerio de Rowland, lo describió así: «Rowland predicaba el arrepentimiento hasta que la gente se arrepentía; predicaba la fe hasta que los hombres creían. Describía el pecado como algo tan abominable que todos lo odiaban; y a Cristo como algo tan glorioso que todos lo elegían».

Hermanos, ¿estamos predicando para arrepentimiento y fe, predicando la ley y el evangelio, predicando un pecado aborrecible y un Cristo glorioso, para gloria de Dios y bendición de los pecadores? Este es el ministerio que Dios bendice, y un ministerio que vale la pena seguir.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Eduardo Fergusson.

1 El lenguaje procede del libro de la iglesia de Ilston, el registro eclesiástico de la primera congregación plantada por los misioneros.
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