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Definición

La predicación cristiana no se limita a hacer referencia a Cristo, sino que también lo ofrece. Inculca todo lo que Cristo es, todo lo que ha hecho y todo lo que hará en las mentes, corazones, voluntades y conciencias de nuestros oyentes.

Sumario

Este ensayo responde a tres preguntas importantes sobre la predicación: ¿Es «proclamar a Cristo» una definición bíblica de la predicación? ¿Cómo puedo proclamar a Cristo con fidelidad? ¿Cómo puedo mantener un ministerio que proclama a Cristo?

J. I. Packer dice que «el objetivo apropiado de la predicación es mediar encuentros con Dios».1 Estos encuentros son obra del Espíritu Santo, quien utiliza la proclamación de Cristo para llevarlos a cabo. Dios se reúne con las personas cuando Cristo es proclamado de manera fiel por medio de Su Palabra.

Proclamar a Cristo es la marca distintiva de la verdadera predicación cristiana. Es la diferencia entre nuestra predicación y la que podría escucharse en una sinagoga o en una mezquita, y distingue la predicación de las lecciones que podrían escucharse en un seminario. Estos escenarios pueden explicar con precisión partes de la Escritura, dando a los oyentes conocimiento de su contenido, pero la predicación es un evento en el que Dios tiene un encuentro con las personas, revela Su gloria, nos llama hacia Sí mismo y forma nuestra fe en Su Hijo.

Proclamar a Cristo es más que encontrar la manera de mencionar a Jesús en un sermón. La predicación cristiana no se limita a hacer referencia a Cristo, sino que lo ofrece. Inculca todo lo que Cristo es, todo lo que ha hecho y todo lo que hará en las mentes, corazones, voluntades y conciencias de nuestros oyentes.

La verdadera predicación comienza con el significado llano, el contexto histórico, la audiencia original y el género literario de un pasaje de la Escritura, pero no termina ahí. También busca entre los tesoros de la Escritura y muestra a Cristo. Él es quien alimenta y transforma el alma, y por eso el corazón de nuestro ministerio consiste en «proclamar a Cristo» (Col 1:28).

Ahora hay que responder a las tres preguntas:

  1. ¿Es «proclamar a Cristo» una definición bíblica de la predicación?
  2. ¿Cómo puedo proclamar a Cristo con fidelidad?
  3. ¿Cómo puedo mantener un ministerio que proclama a Cristo?

¿Es «proclamar a Cristo» una definición bíblica de la predicación?

Toda la Escritura proclama a Cristo

Jesús afirmó en repetidas ocasiones que Él es el centro de toda la Escritura. Lucas registra que nuestro Señor, al inicio de Su ministerio público, anunció que las palabras del profeta Isaías hablaban de Él (Lc 4:21). Al hablar con los líderes religiosos de Su tiempo, Jesús declaró: «Ustedes examinan las Escrituras porque piensan tener en ellas la vida eterna. ¡Y son ellas las que dan testimonio de Mí!» (Jn 5:39). También afirmó: «… si creyeran a Moisés, me creerían a Mí, porque de Mí escribió él» (v. 46). Hablando de Abraham, Jesús expresa: «Abraham, el padre de ustedes, se regocijó esperando ver Mi día; y lo vio y se alegró» (Jn 8:56). Por último, en el camino de Emaús, Lucas escribe: «Comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les explicó lo referente a Él en todas las Escrituras» (Lc 24:27).

Las enseñanzas de Jesús se reflejan en los apóstoles, que veían al Antiguo Testamento como un libro que trataba principalmente sobre Cristo. Juan afirma que Isaías habló de Jesús (Jn 12:41). Pablo nos dice que los israelitas en el desierto fueron sostenidos por Jesús y que pecaron contra Jesús (1 Co 10:1-10). Pedro menciona que los profetas escribieron sobre Jesús (1 P 1:10-12). El autor de Hebreos declara que Moisés consideró el «oprobio de Cristo» más valioso que los tesoros de Egipto (11:26). Finalmente, Judas nos dice que Jesús salvó al pueblo de la tierra de Egipto y después destruyó a los que no creyeron (Jud v. 5).

Cuando proclamamos a Cristo reconocemos que toda la Biblia trata, en última instancia, sobre Jesús, pues mostramos quién es, por qué lo necesitamos y cómo cumple el plan de Dios para redimir al mundo. La predicación fiel reconoce que el propósito de Dios es exaltar a Cristo desde cada parte de la Escritura y que, aunque comienza con el significado y la intención del autor humano, no puede ignorar el significado y la intención del autor divino, que va más allá de lo que los autores humanos entendieron al escribir (1 P 1:10-12). La predicación fiel a la Biblia siempre apunta a Cristo.

Los apóstoles proclamaron a Cristo

Los apóstoles proclamaban a Jesucristo cuando predicaban: Su identidad como Señor, Su juicio sobre el pecado, Su salvación para los pecadores y Su llamado a la fe y al arrepentimiento. En pocas palabras, predicaban el evangelio. Para ellos, lo importante era la buena noticia de Jesús. Solo esto tenía el poder de salvar almas, nutrir a la gente en la fe y edificar la iglesia.

Pedro y Juan demostraron cómo proclamar a Cristo cuando se dedicaron a anunciar «el evangelio en muchas aldeas de los samaritanos» (Hch 8:25). Pablo siguió el mismo modelo a lo largo de sus viajes misioneros, comenzando en Damasco donde «se puso a predicar de Jesús en las sinagogas, diciendo: “Él es el Hijo de Dios”» (Hch 9:20).2

Esta práctica apostólica de anunciar a Cristo es clara y explícita en todo el Nuevo Testamento: «predicamos a Cristo crucificado» (1 Co 1:23); «el Hijo de Dios, Cristo Jesús… fue predicado entre ustedes por nosotros, por mí, Silvano y Timoteo» (2 Co 1:19); «Dios… tuvo a bien revelar a Su Hijo en mí para que yo lo anunciara entre los gentiles» (Gá 1:16); «se me concedió esta gracia: anunciar a los gentiles las inescrutables riquezas de Cristo» (Ef 3:8); «Cristo es proclamado» (Fil 1:18); «a Él nosotros proclamamos» (Col 1:28); «Oren… para que Dios nos abra una puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo» (Col 4:3). Los apóstoles proclamaban a Cristo cuando predicaban.3

¿Cómo puedo proclamar a Cristo con fidelidad?

Entonces, si predicar es proclamar a Cristo, ¿cómo podemos hacerlo con fidelidad? El siguiente diagrama ofrece una guía práctica para la predicación cristiana fiel. Podríamos llamar a esta herramienta «el cuadrilátero de la predicación».

Debemos predicar a Cristo de forma bíblica y teológica. Esto resume el qué de la predicación cristiana. «De forma bíblica» significa que debemos predicar el texto de la Biblia. «De forma teológica» significa que debemos explicar cualquier parte de la Biblia a la luz de toda la Biblia, resaltando los temas principales.

El lado derecho e izquierdo del cuadrilátero resumen el cómo de la predicación cristiana. La palabra debe ser predicada con claridad para que la gente pueda entenderla. También ha de ser predicada con franqueza para persuadir a la gente a responder a la Palabra de Dios con fe y obediencia. La predicación cristiana hecha con fidelidad se mantiene dentro del cuadrilátero, con cada lado guiando la proclamación de Cristo para que las personas puedan tener un encuentro con Dios.

Desde el punto de vista práctico, algunas preguntas clave con respecto a cada elemento pueden guiar al predicador en su intento de preparar un sermón fiel.

  • Bíblico: ¿Qué dice el texto? ¿De qué parte de la trama de la Biblia procede el tema o hacia qué parte de la trama se dirige?
  • Teológico: ¿Dónde encaja el texto? ¿A qué categoría de la teología sistemática pertenece la idea principal de este pasaje?
  • Claridad: ¿Cómo puedo comunicar la idea bien? ¿Cuál es la mejor manera de estructurar, ilustrar y comunicar dicha verdad a las personas?
  • Persuasión: ¿Cómo me habla este pasaje y cómo les habla a ellos?

El último punto debe ser enfatizado. Un predicador que se somete a un pasaje de la Escritura descubrirá que ciertos elementos del texto penetran su propio corazón, mente y conciencia. Algunos de dichos elementos pueden ser principalmente para el mismo predicador, pero, por designio de Dios, lo que impactó más al predicador en su estudio de la Escritura será utilizado por Dios para persuadir a otros cuando predica.

El predicador reúne lo que Dios ha depositado en su alma al someter su propia vida a la Palabra de Dios y así habla desde el corazón a la gente que tiene delante. Aquello que sale del corazón habla al corazón.

La verdadera predicación hará que las cosas eternas sean reales y relevantes para las personas, de modo que brillen ante una realidad urgente y actual. Tal predicación se distinguirá por generar expectativa, ya que la Palabra de Dios es viva, activa, eficaz y transformadora.

Esta predicación es el medio establecido por Dios para abrir los ojos, destapar los oídos, renovar las mentes, avivar los corazones y redireccionar las voluntades. Es un encuentro con Dios mismo por medio de la predicación.

¿Cómo puedo mantener un ministerio que proclama a Cristo?

Todo predicador comprometido con la tarea de anunciar a Cristo puede dar testimonio de las exigencias que conlleva este trabajo. Semana tras semana, el predicador se coloca en un crisol donde la Palabra de Dios trabaja en su propio corazón, exponiendo los pensamientos e intenciones secretas de su corazón. Su necesidad está siempre ante sus ojos y cuando piensa en la tarea a la que ha sido llamado, a menudo siente su propia incapacidad. ¿Quién es suficiente para estas cosas?

A pesar de los muchos desafíos y desalientos que asedian al predicador, tres convicciones lo sostendrán en su bendita y privilegiada vocación de proclamar a Cristo.

La Escritura es la Palabra de Dios

Ningún predicador se entregará a una vida que proclama a Cristo sin una profunda convicción de que la Biblia es la Palabra viva y eficaz de Dios. Viene de Dios. Fue exhalada por Él. La Escritura no es nuestra palabra sobre Dios, sino la Palabra de Dios para nosotros.

Esta convicción debe arraigarse en el corazón del predicador. Debe convertirse en un ancla para su alma, una piedra angular para su trabajo y un fundamento para su vida. La fuente de la Biblia es Dios mismo, esto significa que el predicador no se coloca por encima de ella para definir su significado, ni al lado de ella para desarrollar o complementar su mensaje. El predicador se coloca por debajo de la Biblia, sometido a su autoridad y sujeto a su mensaje. Ya que la confianza del predicador es inquebrantable respecto a la fuente de la Biblia, está expectante respecto a su resultado prometido (Is 55:10-11).

El predicador le cree a Dios cuando dice que la Biblia es simiente viva (1 P 1:23): el Espíritu Santo utiliza la Palabra de Dios para regenerar los corazones muertos (cp. Ro 10:9-14). Le cree a Dios cuando dice que la Biblia es pan, leche y carne para el creyente (Mt 4:4; 1 P 2:2; Heb 5:12): es lo que el pueblo de Dios necesita para crecer, fortalecerse y tener salud espiritual. Le cree a Dios cuando dice que la Biblia es luz, como una lámpara en un lugar oscuro (Sal 119:105; 2 P 1:19): es lo que el pueblo necesita para ver la verdad, cultivar la sabiduría y obedecer a Dios.

Una profunda convicción de que la Biblia es lo que dice que es y hará lo que dice que hará sostendrá al predicador en toda una vida dedicada a la proclamación de Cristo (Sal 19:7-8).

Dios habla cuando se predica la Palabra

Los predicadores se entregarán a una vida que proclama a Cristo si están convencidos del lugar único que ocupa la predicación en el propósito de Dios.

Nuestro Señor hizo de la predicación el eje principal de Su ministerio (Lc 4:18-19; Mr 1:38). Asimismo, los apóstoles dieron prioridad a la labor de la predicación y la oración (Hch 6:2-4). La predicación es el medio central e indispensable por el que Dios extiende el evangelio y edifica Su iglesia.

Dios utiliza muchos medios para transmitir Su verdad: el discipulado, el estudio bíblico en grupo, el ejemplo personal, las enseñanzas dentro del aula, los libros, las discusiones temáticas, las experiencias prácticas, etc. Todos tienen su lugar. Sin embargo, entre todos estos, la predicación es el medio designado por Dios para que Su voz sea escuchada en el mundo (Ro 10:14-17; 1 Co 1:18-25).

La predicación es una súplica personal y apasionada en la que Dios habla a medida que Cristo es proclamado desde las Escrituras: «Por tanto, somos embajadores de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros, en nombre de Cristo les rogamos: ¡Reconcíliense con Dios!» (2 Co 5:20, énfasis añadido).

La predicación fiel es sostenida por la asombrosa promesa de la presencia y la actividad de Dios. Cuando el Nuevo Testamento utiliza la frase «la Palabra de Dios», suele referirse a las Escrituras (Heb 4:12) o al propio Señor Jesús (Jn 1:1-2, 14). Pero el Nuevo Testamento también utiliza «Palabra de Dios» para referirse a la palabra predicada: «la palabra de Dios crecía» (Hch 6:7); «la palabra del Señor crecía y se multiplicaba» (Hch 12:24); «la palabra del Señor se difundía por toda la región» (Hch 13:49); « Así crecía poderosamente y prevalecía la palabra del Señor» (Hch 19:20).

Cuando los predicadores se colocan debajo de la Palabra de Dios (la Biblia) y proclaman la Palabra de Dios (Jesucristo), Dios habla a través de su predicación. Cuando la Escritura se proclama con fidelidad, la voz de Dios se oye de verdad (Lc 10:16; 2 Co 5:19-20; 1 Ts 2:13; Heb 13:7; 1 P 4:10-11). Una profunda convicción respecto a esta maravillosa verdad motivará a los predicadores a perseverar en su llamado.

El Espíritu Santo obra por medio de la predicación de la Palabra

Todo lo que hemos dicho sobre la predicación —que es la iniciativa de Dios para reunirse con los pecadores, que exalta a Cristo, que busca que la gente vea la verdad con claridad y experimente Su poder transformador— se lleva a cabo mediante el ministerio del Espíritu Santo.

Los predicadores dependen del Espíritu Santo en cada etapa de la preparación y la presentación de los sermones: para comprender el pasaje, para determinar la aplicación, para tener claridad al escribir, para tener facilidad de palabra y para la receptividad en los corazones y las mentes de los que escuchan.

La predicación es una obra espiritual y su eficacia depende de la obra del Espíritu Santo.4 Él hace que la Palabra venga con poder y convicción (1 Ts 1:5). Además, cuando se proclama a Cristo desde las Escrituras, el Espíritu Santo media el encuentro de cada creyente con Dios.

Confiamos en la predicación porque el Espíritu Santo obra a través de la proclamación de la palabra de Dios para redimir a los pecadores, santificar al pueblo de Cristo y edificar su iglesia. Así que si Dios te ha llamado a predicar, entrégate al ministerio con confianza y alegría, sabiendo que Dios ha dicho:

Porque como descienden de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelven allá sino que riegan la tierra, haciéndola producir y germinar, dando semilla al sembrador y pan al que come, así será Mi palabra que sale de Mi boca, no volverá a Mí vacía sin haber realizado lo que deseo, y logrado el propósito para el cual la envié (Is 55:10,11).


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Diego Lazo.


Este ensayo es parte de la serie Concise Theology (Teología concisa). Todas las opiniones expresadas en este ensayo pertenecen al autor. Este ensayo está disponible gratuitamente bajo la licencia Creative Commons con Attribution-ShareAlike (CC BY-SA 3.0 US), lo que permite a los usuarios compartirlo en otros medios/formatos y adaptar/traducir el contenido siempre que haya un enlace de atribución, indicación de cambios, y se aplique la misma licencia de Creative Commons a ese material. Si estás interesado en traducir nuestro contenido o estás interesado en unirte a nuestra comunidad de traductores, comunícate con nosotros.

Notas al pie

1J. I. Packer, Truth and Power, p. 120.
2Ver Hechos 14:7, 21; 16:10; 17:3, 18.
3Ver Ro 1:9, 15; 10:15; 15:16, 20; 1 Co 1:17; 2:2; 9:16; 15:1; 2 Co 2:12; 4:5; Gá 1:8, 11; 2:2, 7; 4:13; Col 1:23; 2 Ti 2:8–9; 1 P 1:12, 25; 2:9; 1 Jn 1:2–3; Ap 14:6.
4Ver Hch 1:8; 4:8, 31; 7:55; 13:9; 1 Co 2:3-5; 1 Ts 1:5.

Lecturas adicionales