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Cuando tenía 16 años, las personas chateaban por ICQ o participaban en grupos virtuales de conversación, «curados» por edades e intereses. Más adelante aparecieron aplicaciones como Messenger (no el de Facebook) y páginas como MySpace o Hi5. Tener que utilizar la línea telefónica para el acceso a Internet —¡que se interrumpía si alguien osaba descolgar el auricular!— limitaba el tiempo que pasábamos en estas plataformas. Además, la conexión tenía un costo muy alto (recuerdo que un familiar tuvo que vender su auto para pagar la cuenta de Internet).

Hoy la historia es diferente. La llegada de Facebook, el acceso universal a Internet a costos sumamente bajos y las redes sociales incluidas gratuitamente en los planes telefónicos ha ocasionado que vivamos prácticamente pegados a las pantallas. Escuchamos sobre TikTok, Snapchat y el Metaverso, y sentimos un ansia de estar al día para no perdernos nada.

Este escenario hace que un libro como Espiritual y conectado de Josué Barrios sea tan apropiado. Si bien existen recursos sobre el tema en inglés y ahora algunos en español, una de las virtudes particulares de este ejemplar es la minuciosa labor periodística del autor, además de su experiencia en la mercadotecnia digital. Al leer este libro me sentí profundamente identificado, pues trabajo en mercadotecnia digital desde hace más de quince años y también he sido presa de las redes sociales.

Espiritual y conectado

Espiritual y conectado

B&H Español. 222 pp.

Si estás dudando de si Espiritual y conectado es para ti, valdría la pena hacerte algunas preguntas de diagnóstico: ¿Cuánto tiempo pasas en redes sociales? ¿Lo primero que haces al despertar es consultar tus notificaciones? ¿Estás demasiado pendiente de cuántos «me gusta» tienen tus publicaciones? ¿Te involucras con frecuencia en debates con personas que solo conoces en línea? ¿Te duermes tarde viendo la pantalla de tu teléfono? ¿Justificas el uso excesivo de las redes diciendo que estás haciendo la obra de Dios?

B&H Español. 222 pp.

Josué divide su libro en 2 grandes secciones: «Nuestra era de las redes sociales» y «La fe cristiana y las redes sociales». El objetivo de dicha estructura es claro y humilde: 

Este es el plan: en la primera parte de este libro ofrezco una mirada general a algunas de las maneras más profundas en que las redes sociales nos cambian. En la segunda parte ofrezco la perspectiva bíblica y su relevancia. Confieso que no escribo como alguien libre de contradicciones, pues aún necesito ser más genuino en mi fe (¡puedes preguntarle a mi esposa!). Pero espero mostrarte cómo lo eterno resulta ser una roca sólida para construir nuestra vida ahora, en medio del mejor y peor de los tiempos (p. 26).

Al final del libro hay una serie de preguntas relevantes que buscan analizar tu corazón más que evaluar tu comprensión lectora. Esto hace que Espiritual y conectado sea útil como lectura individual, pero también para estudiar en grupos pequeños de todas las edades como parte de un proceso de rendición de cuentas.

El verdadero problema con las redes sociales

No es un secreto que existe un conflicto real con las redes sociales; todos hemos visto videos de niños que se vuelven violentos cuando se les quita un dispositivo electrónico o hemos leído algún artículo sobre el impacto psicológico del uso de las redes. Google arroja más de un millón de resultados al buscar «problemas psicológicos por las redes sociales».

Pero este no es el verdadero problema. El asunto no son las consecuencias, sino la raíz: se trata de un problema del corazón. Como escribe Josué: «Necesitamos entender cómo las redes sociales nos cambian al aprovechar dos realidades en nuestro corazón: nuestra sed por aprobación y nuestra sed de distracción» (p. 49).

El gran intercambio

En el capítulo «El gran intercambio de perfiles», Josué nos muestra de manera sencilla la forma en la que las redes sociales nos ponen en la posición equivocada, robando el lugar que solo le corresponde a Dios.

Génesis 3 revela que la primera muerte por selfie ocurrió en el Edén. Sí, Robert Cornelius es el autor de la primera fotografía selfie, pero Adán y Eva fueron los autores del primer momento selfie. Dios nos hizo para que nuestra vida fuera como una fotografía con Él en el centro de manera que, cuando otros nos vean, puedan verlo también a Él. Pero en cambio decidimos ser como una fotografía «espectacular» en la que nos glorificamos a nosotros mismos para luego glorificar otro millón de cosas y llenarnos de ídolos (p. 124).

Este intercambio tiene implicaciones en cómo nos vemos, cómo nos relacionamos y en el uso que le damos a los dones y recursos que Dios nos ha regalado. A veces subestimamos los efectos que el pecado tiene sobre nosotros (¡yo lo hago!), por lo que agradezco que el autor me confrontara con su sencillez y empatía.

Me recuerda que cuando desperdicio tiempo entreteniéndome en la montaña rusa de las redes sociales, dejando que ellas me hagan adicto a la aprobación de otros, cambien mi visión del mundo, y afecten mi capacidad para el pensamiento y deleite profundo, entonces actúo más según una mente secular que conforme a una mente espiritual que conoce a Dios (p. 95).

Un evangelio para todos

La forma en la que el autor organiza y presenta el contenido es útil no solo para creyentes, sino para cualquiera que desee evaluar su vida en línea. La súplica desesperada por atención solo nos muestra lo necesitado que está el mundo, ya sean nuestros amigos, familiares o compañeros de trabajo.

No somos felices cuando las usamos sin reflejar el carácter de Dios, y sin conducirnos con sabiduría en amor al prójimo. Y un millón de «me gusta», notificaciones y publicaciones no podrán saciarnos como solo Dios puede hacerlo (p. 114).

¿Es posible ser espiritual y estar conectado?

Este libro me ayuda a creer que sí. Lograrlo no trata principalmente de encontrar un «equilibrio» ni de imponer reglas sobre qué días y en qué horarios accedemos a las redes, o de limitar nuestro tiempo en pantalla mediante el uso de otras aplicaciones (aunque la disciplina es importante). Más bien, para ser espirituales y conectados debemos comenzar entendiendo el verdadero propósito de nuestras vidas: «El fin principal del hombre es el de glorificar a Dios, y gozar de él para siempre».

Dios nos recuerda que lo que más necesitamos no es hacer muchas cosas por Él y los demás, sino estar entregados en devoción a Él y a Sus pies. Esto es lo más necesario en público y en privado. Allí recibimos el gozo para, entonces sí, servir a Dios y al prójimo con alegría y fe. Y de nada nos sirve hacer un millón de cosas si no hacemos lo que Dios más quiere que hagamos y nosotros más necesitamos (p. 172).

Si aún estás dudando que este libro es para ti, valdría la pena hacerte algunas preguntas de diagnóstico: ¿Cuánto tiempo pasas en redes sociales? ¿Lo primero que haces al despertar es consultar tus notificaciones? ¿Estás demasiado pendiente de cuántos «me gusta» tienen tus publicaciones? ¿Te involucras con frecuencia en debates con personas que solo conoces en línea? ¿Te duermes tarde viendo la pantalla de tu teléfono? ¿Justificas el uso excesivo de las redes diciendo que estás haciendo la obra de Dios?

Debo confesar que yo respondí afirmativamente más de una de estas preguntas. Afortunadamente, las verdades del evangelio en este libro no solo me confrontan, sino que también me animan y consuelan:

Llegará el día en que las redes sociales de los seres humanos serán vistas como solo un grano de arena arrastrado por el viento. Pero la Iglesia del Señor brillará por la eternidad, sin las manchas y arrugas que tiene hoy. Dejemos que esto cambie nuestra visión del mundo (p. 208).

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