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Definición

Los libros apócrifos se componen de dos grupos de escritos: los libros apócrifos del Antiguo Testamento (AT), que son más conocidos debido a su inclusión en el canon católico romano, y los libros apócrifos del Nuevo Testamento (NT), que no están incluidos en el canon protestante de las Escrituras.

Sumario

Los libros apócrifos se componen de dos grupos de escritos: los libros apócrifos del AT, que son más conocidos debido a su inclusión en el canon católico romano, y los libros apócrifos del NT. Los libros apócrifos del AT fueron escritos entre el final del AT y el comienzo del NT y no fueron considerados canónicos por los judíos del tiempo de Jesús, ni por la mayoría de los primeros padres de la Iglesia. Aunque Agustín fue el primer teólogo importante en argumentar por su plena inclusión en el canon, no fue hasta el Concilio de Trento que la Iglesia Romana declaró oficialmente que algunos apócrifos del AT eran totalmente canónicos. Los libros apócrifos del NT, con una excepción, nunca aspiraron a ser incluidos en el canon cristiano. Esto se debe a que todos fueron escritos en el segundo o incluso tercer siglo. Muchos de ellos también incluyen sistemas de doctrina que son antitéticos a la doctrina incluida en las Escrituras canónicas.

Aunque tenemos una buena evidencia histórica para aceptar que el canon del AT fue establecido en la época de Jesús y que un canon central del NT existía a mediados del siglo II (ver el artículo El canon bíblico, en inglés), también había “otros” libros circulando entre el pueblo de Dios. Algunos de estos otros libros se encontraban muy cercanos al canon, creando disputas ocasionales y desacuerdos sobre su estatus. Llamamos a estos libros apócrifos (que solo significa “oculto”). Hay escritos apócrifos del AT y escritos apócrifos del NT, que abordaremos brevemente en este ensayo.

Los libros apócrifos del Antiguo Testamento

Los libros apócrifos del Antiguo son bien conocidos principalmente porque establecen un punto de división entre protestantes y católicos romanos. Estos fueron escritos aproximadamente entre el siglo III a.C. y el siglo I d.C., e incluyen 1 y 2 Macabeos, 1 Esdras (no se trata del “Esdras” canónico), Judith, Tobit, Sabiduría de Salomón, Sirácida (Eclesiastico), Baruc, así como algunas obras más pequeñas e incluso algunas adiciones a los libros canónicos existentes. Todos estos libros se conservan en griego, aunque algunos pueden haber sido escritos originalmente en hebreo o arameo.

Aunque estos libros fueron conocidos y utilizados entre los judíos de este período, hay poca evidencia que sugiera que fueron considerados como Escrituras. Tampoco Josefo o Filón de Alejandría —fuentes claves para entender el alcance del canon del AT— los consideraron como parte de la Escritura. Además, ningún autor del NT (la mayoría de los cuales eran judíos) cita como Escritura ni siquiera un solo libro de los apócrifos. Los escritores rabínicos posteriores no aceptan los libros apócrifos, afirmando solamente las Escrituras hebreas como parte del canon judío (b. Baba Bathra 14—15).

El hecho de que los judíos limitaran sus Escrituras al canon hebreo no debería ser una sorpresa dado que había una creencia establecida de que la profecía inspirada había cesado en el tiempo del siglo IV antes de Cristo. Este sentimiento es evidente incluso dentro de los mismos libros apócrifos del AT (1 Mac 4:46; prólogo a Sirácida), así como otras fuentes judías como Josefo (Contra Apión, 1:8), y escritos rabínicos posteriores (b. Sotah 48b).

En cuanto a los primeros cristianos, parece que al principio aceptaron el canon hebreo tal como fue entregado por sus predecesores judíos. Melito de Sardis, la lista de Bryennios y Orígenes de Alejandría parecen afirmar el mismo canon general del AT que conocemos hoy. Orígenes afirmó que los libros apócrifos todavía pueden ser leídos provechosamente por la iglesia, aunque no como Escritura (ver Eusebio, Hist. eccl. 4.26.13, 6.24.1-2). Agustín va más allá, argumentando que los libros apócrifos deben ser considerados como uno de los libros de las Escrituras (Doctrina cristiana 2.8). Algunos de los códices cristianos más antiguos y las listas canónicas también incluyen libros apócrifos del AT. Por ejemplo, el Concilio de Cartago; el Códice Vaticano y el Códice Sinaítico.

Pero otros primeros cristianos continuaron insistiendo en que el canon hebreo original era, y siempre había sido, el correcto. Jerónimo mostró el camino, concluyendo que los libros apócrifos eran útiles, pero argumentando que la iglesia “no los recibe entre las Escrituras canónicas” (Prólogo al libro de Sabiduría y Sirácida).

A lo largo de la Edad Media, las opiniones sobre los apócrifos entre los cristianos estuvieron divididas. Pero durante el tiempo de la Reforma los dos bandos se enfrentaron. Debido al hecho de que los apócrifos eran la base para muchas doctrinas controversiales (por ejemplo, el purgatorio), los reformadores reexaminaron el tema para evaluar cuáles de esos libros debían ser considerados como Escrituras. Ellos concluyeron que los libros apócrifos del AT no deberían ser aceptados ni usados como base para la doctrina cristiana.

En un movimiento conocido como la Contrarreforma, la iglesia católica romana en el Concilio de Trento (1546) declaró oficialmente que los libros apócrifos serían considerados como Escritura desde ese momento. Así, a pesar del estatus controversial y las opiniones divididas sobre los libros apócrifos a lo largo de la historia del cristianismo, la Iglesia católica romana estableció esta declaración como su punto de vista oficial, creando una división mucho mayor con los protestantes sobre este tema que continúa hasta nuestros días.

Los libros apócrifos del Nuevo Testamento

A diferencia de su contraparte del AT,  los libros apócrifos del NT no son un grupo de textos bien definido. Más bien, estos se refieren a una gran variedad de libros que se parecen a nuestros escritos del NT, tanto en estilo como en género, incluso pueden reclamar orígenes apostólicos Sin embargo, nunca encontraron un lugar dentro del canon emergente de la iglesia. Los cuatro géneros principales de estos escritos apócrifos coinciden con los cuatro géneros principales del mismo NT: Evangelios, Hechos (históricos), epístolas y Apocalipsis (proféticos).

No es sorprendente que las obras apócrifas más conocidas sean aquellas que se centran en las palabras o hechos de Jesús, es decir, los evangelios. Sin embargo, el término “evangelio” puede no siempre ser apropiado, ya que muchos de ellos se ven muy diferentes de nuestras versiones canónicas. El Evangelio de Tomás, por ejemplo, no cubre los momentos históricos referenciales en la vida de Jesús (nacimiento, muerte y resurrección), sino que es sólo una lista de 114 dichos de Jesús. Del mismo modo, el “Evangelio de la Verdad” no es un evangelio narrativo en absoluto, sino un largo tratado teológico sobre la teología de san Valentiniano.

Los Hechos apócrifos también circularon durante el inicio del cristianismo, catalogando los viajes y aventuras de los apóstoles, a menudo con historias excéntricas y embellecidas como que “un perro habla, Simón el Mago vuela y un león que fue bautizado. Tales actos incluyen los Hechos de Pablo, los Hechos de Juan y los Hechos de Pedro.

Las epístolas apócrifas eran menos comunes, pero tenemos algunas en el cristianismo temprano. Una epístola conocida como 3 Corintios supuestamente proviene de Pablo, pero es claramente un tratado “antidoceta” diseñado para combatir a los herejes en el cristianismo temprano. También está la falsa Epístola a los Laodicenses, atribuida a Pablo, pero es claramente un mosaico de citas de las cartas auténticas de Pablo (como Gálatas y Filipenses).

El Apocalipsis apócrifo más notable es el Apocalipsis de Pedro. Contiene un diálogo posterior a la resurrección entre Jesús y Pedro que pone de relieve (con gran detalle) el juicio futuro experimentado por los incrédulos. Esta fue una obra popular en algunos sectores del cristianismo primitivo, incluso siendo mencionado por el fragmento Muratorio, nuestra primera lista canónica.

Aunque la cantidad de material apócrifo cristiano puede ser abrumadora, hay algunas consideraciones a tener en cuenta.

Todos estos escritos apócrifos tienen fecha estimada de redacción en el siglo II o III, o incluso más tarde. Aunque se han hecho intentos de rastrear algunos de estos escritos hasta el primer siglo, estos esfuerzos no han obtenido un amplio apoyo. Por lo tanto, no hay razones para pensar que estos escritos tengan derecho genuino a la autoría apostólica. Muchos (aunque no todos) de estos escritos apócrifos contienen sistemas de doctrina que estaban fuera de acuerdo con la regla de fe que había sido transmitida a la iglesia primitiva.

El Evangelio de Felipe, por ejemplo, contiene una versión del gnosticismo del denominado san Valentiniano que es esencialmente politeísta. Este documento afirma una multiplicidad de seres divinos en los reinos celestiales. Sería difícil caracterizar un libro como este con el título de “cristiano” en cualquier sentido reconocible.

Ninguno de los escritos apócrifos del NT, con solo una rara excepción, fueron siempre serios contendientes por un lugar en el canon. A pesar de las afirmaciones de algunos de que las obras apócrifas eran tan populares como las obras canónicas, la evidencia histórica cuenta una historia muy diferente. De hecho, la mayoría de las obras apócrifas fueron ignoradas o condenadas directamente por los Padres de la Iglesia. En el momento en que los límites del canon del NT se solidificaron en el siglo IV, las obras apócrifas se notaban principalmente por su ausencia en el canon.

Conclusión

La historia del canon del AT y NT es una historia que también involucra “otros” libros. Estos otros libros han sido un punto de contención y controversia en varios puntos y momentos de la historia del cristianismo. Además, estos otros libros pueden suscitar preocupación para los cristianos de hoy en día que podrían preguntarse si han sido incorrectamente excluidos.

Pero la evidencia histórica sugiere que podemos tener confianza en el contenido del canon del AT y  NT. A pesar de muchos años de disputas sobre los libros apócrifos del AT, el canon hebreo transmitido por los judíos sigue siendo la Biblia conocida por Jesús y los apóstoles y; por lo tanto, es considerado como la Escritura. Del mismo modo, aunque se ha hablado mucho de “evangelios perdidos”, estos textos fueron escritos mucho más tarde que nuestros canónicos y tienen poca pretensión de autenticidad histórica.

Por lo tanto, nuestro canon bíblico está completo. Como Orígenes declaró: “La red de la ley y los profetas tenían que ser completadas. Y la textura de la red se ha completado en los Evangelios, y en las palabras de Cristo por medio de los apóstoles” (cp. Mt 10:12).


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Sol Acuña Flores.

Este ensayo es parte de la serie Concise Theology (Teología concisa). Todas las opiniones expresadas en este ensayo pertenecen al autor. Este ensayo está disponible gratuitamente bajo la licencia Creative Commons con Attribution-ShareAlike (CC BY-SA 3.0 US), lo que permite a los usuarios compartirlo en otros medios/formatos y adaptar/traducir el contenido siempre que haya un enlace de atribución, indicación de cambios, y se aplique la misma licencia de Creative Commons a ese material. Si estás interesado en traducir nuestro contenido o estás interesado en unirte a nuestra comunidad de traductores, comunícate con nosotros.