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Definición

Aunque Su vida solo duró unos treinta años y solo tuvo tres años de ministerio público, Cristo proclamó al mundo entero que Dios había venido a vivir entre nosotros y a guiarnos a todos a seguirle para llevar una vida santa de amor, una afirmación que fue reivindicada mediante la resurrección de Jesús el Mesías.

Sumario

Aunque Jesús solo vivió hasta casi la mitad de Su treintena y solo hizo tres años de ministerio público, Sus declaraciones de divinidad y autoridad se han extendido por todo el mundo y han moldeado nuestra cultura más que ninguna otra figura. Aunque estuvo poco dispuesto a hablar en público de Su condición de Mesías durante gran parte de Su ministerio, Jesús dejó claro de múltiples maneras que llevaba consigo tanto la presencia como la autoridad de Dios, con lo cual se hacía igual a Dios y eso enfureció a los dirigentes judíos (Jn 10:31-33). Jesús vino a formar un pueblo que amara a Dios y lo reflejara mediante un tipo de vida y amor diferentes que sobresalieran en un mundo necesitado, estableciéndose así como el Señor de ese pueblo. Todas las afirmaciones y enseñanzas de Jesús fueron justificadas por Su resurrección de entre los muertos. Debemos creer todo lo que Jesús afirmó y enseñó, porque Dios lo resucitó de entre los muertos.

LA VIDA DE CRISTO

Resumir la vida de la figura más dominante y única de la historia es un reto. La importancia de Jesús queda demostrada por el hecho de que Su vida es el punto de separación en nuestro calendario entre la época anterior a Cristo y la que siguió después de Su vida. Procederemos en cuatro pasos. En primer lugar, veremos el amplio esquema cronológico y geográfico de Su ministerio. A continuación, consideraremos lo que dijo sobre Sí mismo y sobre el programa de Su reino. Después, examinamos lo que ese llamamiento significa para las personas. Por último, consideramos cómo Dios justificó esta vida y Sus afirmaciones.

El esquema del ministerio de Jesús

Las fechas del ministerio de Jesús están vinculadas al momento de Su crucifixión y al ministerio de Juan el Bautista. Dos opciones para la fecha de Su crucifixión son los años 30 o 33 d.C. Nuestra incertidumbre gira en torno a poder señalar exactamente en qué momento del gobierno de Poncio Pilato como procurador fue ejecutado Jesús. Las pruebas de la existencia de Jesús y de Su muerte durante el reinado de Pilato se extienden incluso a los escritos no cristianos, entre los que destaca el testimonio de Josefo, quien señaló que los líderes judíos y Pilato fueron los responsables de la muerte de Jesús (Antigüedades de los judíos, 18.63-64).

Los evangelios sinópticos nos dicen que el nacimiento de Jesús precedió a la muerte de Herodes el Grande. Este murió alrededor del año 4 a. C., según los detalles que nos proporciona Josefo sobre las circunstancias de su muerte. (La idea de que el Cristo nació antes del final de la era «antes de Cristo» proviene de un error matemático cometido al calcular el calendario que data de la época medieval y que ahora está debidamente ajustado). Todo esto significa que Jesús probablemente vivió hasta mediados de Su treintena.

Los evangelios sinópticos no nos dan suficiente información cronológica para poder determinar la duración del ministerio de Jesús, ya que solo registran un viaje a Jerusalén. El Evangelio de Juan nos da más información, ya que menciona cuatro viajes a Jerusalén (textos de la Pascua: Jn 2:13, 23; 5:1 [no llamado Pascua]; 6:4; 11:55) y también señala el comienzo del ministerio de Jesús en Perea, un detalle que los sinópticos no mencionan. Los sinópticos se centran en el ministerio que Cristo desarrolló principalmente en la región de Galilea, con un viaje final clave a Jerusalén al intuir cuál sería Su destino final en ese lugar. Esto significa que el ministerio de Jesús probablemente duró poco más de tres años. Es un tiempo extremadamente corto para haber tenido el impacto que tuvo Su vida. Eso plantea el asunto sobre qué hizo y enseñó Jesús para que causara tal impresión.

Lo que Jesús dijo sobre Sí mismo y Su programa del reino

Un precursor importante de la vida de Jesús que establece Su ministerio y enmarca Su importancia es una declaración de Juan el Bautista que aparece en Mateo, Marcos y Lucas sobre el que vendría después de él bautizando con el Espíritu Santo y fuego (Mt 3:11-12; Mr 1:8; Lc 3:15-17). La versión de Lucas nos dice que esta declaración se produjo en respuesta a la especulación de que Juan podría ser el Cristo. Su respuesta es una negación de esa posibilidad y explica cómo saber si el Mesías y la nueva era han llegado. Traer el Espíritu es traer la nueva era que anunciaron los profetas (Jr 31-34; Ez 34-36). El punto es que aquel que trae el Espíritu y la nueva era puede ser identificado como el Cristo. El signo de la nueva era es la llegada del Espíritu de Dios para Su pueblo. Ese Espíritu no puede ser colocado en el pueblo de Dios sin una provisión de perdón, algo prometido en el Nuevo Pacto.

Tanto Juan como Jesús anunciaron la llegada del reino y la necesidad de arrepentirse (Mt 3:2; Mr 1:3, 15). El arrepentimiento conduce al perdón y la llegada del reino introduce el programa que Jesús traerá consigo como enviado de Dios.

Curiosamente, Jesús estuvo poco dispuesto a afirmar en público que era el Mesías. No solía hacerlo abiertamente hasta Su última visita a Jerusalén. De hecho, en varios momentos de Su ministerio, pidió a la gente no hablar de esto (el momento más famoso está en Marcos 8:30). Esto se debía a que Su papel como Cristo podía ser malinterpretado como un desafío a Roma y como carente de sufrimiento. Vemos este último asunto en la vacilación inicial de Pedro cuando Jesús anuncia por primera vez que sufriría después de que Pedro le declarara como el Cristo (Mt 16:21-23). Jesús se declara en público solo cuando es importante presionar el asunto para tomar una decisión. Curiosamente, lo hace más mediante una acción que mediante una declaración, ya que entró en Jerusalén por última vez en el lomo de un burro, un acto mesiánico que también señalaba a un Mesías humilde (Mt 21:1-11; Mr 11:1-10; Lc 19:28-40; Jn 12:12-19; cp. Zac 9:9). Este énfasis en la acción encaja con la respuesta de Jesús cuando Juan el Bautista envió mensajeros para confirmar si Jesús era el que había de venir. Jesús no respondió con una afirmación directa, sino que señaló como respuesta las cosas que estaba haciendo (Mt 11:2-6; Lc 7:18-23). La actividad que realizaba señalaba la nueva era de restauración y quién es Él. Así, la mayor parte de la actividad de Jesús estaba destinada a revelar Su papel.

La autodesignación preferida de Jesús era «Hijo del Hombre». Solo aparece en Sus labios en los evangelios. Es una elección interesante. Este título es un modismo y a la vez tiene contacto con el Antiguo Testamento en Daniel 7. La expresión significa simplemente un ser humano; al igual que se es hijo de David o de Sue, el Hijo del Hombre es hijo de un ser humano. El modismo significa «alguien» o, más discutiblemente, «yo». Jesús lo usó como una clara autorreferencia, que lo haría en efecto, «este alguien». La conexión con Daniel 7 significa que se refiere a esa figura única que cabalga sobre las nubes, algo que solo hace la divinidad en el Antiguo Testamento. Esa figura recibe la autoridad del Anciano de días, que significa «Dios». Así que el título combina de forma única la humanidad y la divinidad, que es probablemente la razón por la que fue el título elegido por Jesús.

Entonces, ¿cuál era esa autoridad que llevaba Jesús? Eso apunta en parte a dos ideas: el reino mismo y el tipo de cosas que hizo Jesús para mostrar quién es. El reino anunciado en el Nuevo Testamento es el reino prometido de la restauración. En el caso de Jesús, se presenta en la manera del «ya, pero no todavía», ya que sus beneficios, como el perdón y el Espíritu, llegan ahora, mientras que el juicio que trae la autoridad plena del reino llega más tarde. Esta última parte del reino se encuentra envuelta en los dichos de Jesús sobre el regreso del Hijo del Hombre en pasajes como el Sermón del Monte de los Olivos (Mt 24-25; Mr 13; Lc 21). Mientras que algunas de las acciones de Jesús aquí podrían reflejar lo que haría un profeta, otras reflejan Su autoridad divina. Ya sea que uno piense en que Jesús es el Señor del sábado, Su decisión sobre la ley en general, la imagen cambiada de la Pascua a Su muerte, la purificación del templo, los exorcismos, la resurrección de personas de entre los muertos, el control de la creación o el perdón de pecados, Jesús está haciendo cosas que Dios hace o ejerce autoridad sobre las cosas que Dios ha establecido. Estos actos revelan quién es Él. Señalan Su papel central en el reino. Por eso, estas características son las que se subrayan cuando el Evangelio de Juan hace hincapié en creer en Aquel al que Dios ha enviado (Jn 1:12; 3:16; 17:3). Jesús es la persona que trae el tiempo único de la promesa del reino y con Él viene la salvación que conecta permanentemente al que responde a Dios. Todo esto plantea la pregunta: ¿Qué nos demanda esta respuesta a los que venimos a Él y recibimos este perdón?

¿Qué pide la vida de Jesús a la gente y al pueblo de Dios?

El papel del Espíritu Santo en el programa de Dios fue el tema de Jesús en el discurso del aposento alto (Jn 14-16). Jesús dijo que tenía que partir para poder enviar al Parácleto. El don consumado en la salvación es la vida eterna y esa vida es impulsada por la presencia del Espíritu de Dios dentro de Su pueblo. El Espíritu da una enseñanza y una capacidad de la que el pueblo carece sin Su presencia.

Un segundo discurso clave es el sermón del Monte (Mt 5-7). En esta enseñanza se exponen varios puntos. En primer lugar, el papel de Jesús es asegurarse de que lo que buscaba la ley se cumpla y se desarrolle en el pueblo de Dios. En su exposición, muestra que la intención de la ley no era solamente proporcionar una norma externa de justicia, sino desarrollar y hacer que examinemos cómo las personas responden internamente. En una serie de antítesis, deja claro que la cuestión no es el asesinato, sino el enojo; no el adulterio, sino la lujuria; no el divorcio, sino el cumplimiento de los votos; no el juramento, sino la verdad; no viviendo ojo por ojo, sino poniendo la mejilla; y no amando algunos y odiando a los enemigos, sino amando a nuestros enemigos. Jesús también subraya la importancia de atender a los necesitados mediante la limosna sin llamar la atención, el papel de la oración y el ayuno dependientes, la acumulación de tesoros en el cielo y no en la tierra, y la confianza en Dios para el cuidado de uno mismo. Jesús subraya una rendición de cuentas mutua que no implica juzgar ni dejar de notar los propios defectos. Jesús insta a Sus seguidores a orar a Dios y a confiar en que les dará lo que es bueno para ellos. Les recuerda que el camino es estrecho, se puede conocer el corazón por sus frutos y que el camino puede ser visto por aquellos que le conocen. No prestar atención a Sus enseñanzas es como construir una casa que se derrumbará. Todas estas enseñanzas nos recuerdan que Jesús no solo presenta un llamado a vivir con rectitud ante Dios, sino que conocerle a Él y Sus enseñanzas es fundamental para esa vida.

Jesús describe Su propio llamado en los evangelios: llamar a los pobres a la vida y liberar a los cautivos, declarar un tiempo de perdón que comparó con el año del Jubileo (Lc 4:16-30). La restauración que trae el reino cambia a las personas y la forma en que se relacionan entre sí. Cuando Pablo escribió sobre el impacto de la vida y la muerte de Jesús, lo describió como un ministerio de reconciliación, no solo en la relación de uno con Dios, sino también de las personas entre sí (2 Co 5:17-21; Ef 2:11-22).

Jesús dedicó mucho tiempo advirtiendo que el apego excesivo a este mundo y la búsqueda de cosas en él sería un obstáculo para el bienestar espiritual. No se puede servir a Dios y al dinero (Mt 6:24). El rico insensato trató las riquezas de forma egoísta y no le dejaron nada (Lc 12:13-21).

El llamado moral se resume en el Gran Mandamiento: amar a Dios con todo el corazón, alma, mente y fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo (Mr 12:28-34). Este triángulo ético de Dios, uno mismo y los demás encaja con la enseñanza bíblica del Antiguo Testamento, ya que los diez mandamientos se dividen en dos partes: una que trata de cómo uno se relaciona con Dios y luego cómo se debe relacionar con los demás. Esto también es coherente con lo que era la misión de Juan el Bautista en la preparación de un pueblo para la venida de Dios: hacer que el pueblo se convierta a Dios, volver los corazones de los padres a los hijos y de los rebeldes a la prudencia de los justos (Lc 1:16-17).

Cuando Jesús reunió a Sus discípulos por última vez en la Cena del Señor, reconfiguró lo que había sido la celebración de la Pascua para describir el objetivo de Su muerte próxima. Su muerte era Su cuerpo y su Sangre entregados por aquellos que reconocían su necesidad de lo que Jesús ofrecía. La muerte ofrecía por sustitución vida con Dios por medio del perdón que proporcionaba. Libera el camino hacia una vida plena. Esto conecta con lo que Jesús enseñó en el sermón del monte, donde el llamado era alumbrar como luz para que la gente pudiera ver sus buenas obras y glorificaran al Padre. Esta comunidad de personas que Jesús estaba formando se convirtió en la iglesia. Gran parte del resto del Nuevo Testamento trata de instruir a esta comunidad sobre cómo es la vida con Dios y cómo se ve la justicia, no solo en términos individuales, sino como una entidad corporativa dedicada a caminar con Dios y a reflejar Su imagen mientras vivimos.

Por último, Jesús dejó claro que todos son responsables ante Él y que un día, cuando el Hijo del Hombre regrese, juzgará a todos por su respuesta al llamado del reino (Mr 13:24-27; Lc 10:13-16).

En resumen, Jesús trató de formar un pueblo que amara a Dios y lo reflejara a un mundo necesitado mediante un tipo de vida y de amor diferente que se destacara en un mundo necesitado. Esta vida honra a Dios y refleja Su carácter. Está arraigada en un contraste con el modo en que el mundo vive y se nutre de una comunidad que fomenta una vida fiel de amor y servicio a Dios y a los demás.

La vindicación de la vida de Cristo por parte de Dios

Cuando Jesús se presentó ante los dirigentes judíos y le preguntaron si era el Cristo, respondió de manera afirmativa y luego señaló que sería visto como el Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo (Mt 26:62-66; Mr 14:61-65; Lc 22:66-71). Estaba afirmando que, hicieran lo que hicieran con Él, Dios lo vindicaría y demostraría que era lo que había afirmado. La disputa era entre la opinión del líder de que Jesús era un blasfemo y la opinión de Jesús de que Dios lo vindicaría como el que se sienta con Dios y comparte la ejecución del programa divino. ¿Quién tenía razón? La resurrección, tan central en la enseñanza cristiana y en la vida de Jesús, fue un acto de Dios que vindicó las afirmaciones de Jesús, mostrando quién es (Ro 1:4). La resurrección fue el voto de Dios en esta disputa. Subraya que la vida de Jesús reflejó el camino y la voluntad de Dios. También subraya que el llamado de Jesús a las personas es lo que Dios desea de nosotros.

Al resumir la vida de Jesús, también se aborda la cuestión del Jesús histórico. Este retrato indica que la llamada brecha entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe no existe. Aunque el enfoque de Jesús por parte de la Iglesia primitiva desarrolla el significado de Su vida, ese retrato está alineado con la vida y las enseñanzas de Jesús y con lo que Él llamó a las personas a ser.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Jenny Midence-Garcia.


Este ensayo es parte de la serie Concise Theology (Teología concisa). Todas las opiniones expresadas en este ensayo pertenecen al autor. Este ensayo está disponible gratuitamente bajo la licencia Creative Commons con Attribution-ShareAlike (CC BY-SA 3.0 US), lo que permite a los usuarios compartirlo en otros medios/formatos y adaptar/traducir el contenido siempre que haya un enlace de atribución, indicación de cambios, y se aplique la misma licencia de Creative Commons a ese material. Si estás interesado en traducir nuestro contenido o estás interesado en unirte a nuestra comunidad de traductores, comunícate con nosotros.

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