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Definición

La Iglesia universal es una asamblea celestial y escatológica de todo aquel —sea del pasado, presente o futuro— que pertenece al nuevo pacto y al reino de Cristo. Una iglesia local es un grupo de miembros del nuevo pacto y ciudadanos del reino que se reúnen regularmente en el nombre de Jesús para predicar el evangelio y celebrar las ordenanzas.

Sumario

La palabra del Nuevo Testamento traducida al español como «iglesia» (gr. ekklesia) significa «asamblea». El Nuevo Testamento visualiza dos tipos de asambleas: una en el cielo y muchas en la tierra. Estas son la iglesia universal y la local, respectivamente. Convertirse en cristiano es convertirse en miembro de la Iglesia universal, en la que Dios nos resucita con Cristo y nos sienta en los lugares celestiales. Sin embargo, la membresía en la asamblea celestial debe «mostrarse» en la tierra. Los cristianos la evidencian al reunirse en el nombre de Cristo mediante la predicación del evangelio y afirmándose mutuamente como pertenecientes a Él mediante las ordenanzas. En otras palabras, la Iglesia universal celestial crea iglesias locales terrestres, que a su vez muestran la Iglesia universal. A lo largo de la historia, los cristianos han hecho énfasis en la iglesia local o en la universal en detrimento de la otra, pero una postura bíblica hace énfasis en ambas. Tal postura implica procurar el discipulado individual en una iglesia local, pero también es una iglesia local que se asocia con otras iglesias.

Dos usos de la palabra «iglesia»

¿Qué es exactamente la iglesia? Un nuevo cristiano que comienza a leer la Biblia puede encontrarse inicialmente confundido tratando de responder a esa pregunta. Jesús dice que edificará su iglesia y que las puertas del Hades no prevalecerán contra ella (Mt 16:18). El nuevo cristiano considera la forma en que Jesús utiliza la palabra «iglesia» aquí y concluye, con razón, que pretende que la iglesia sea algo amplio, compuesto por un gran número de miembros de todo el mundo y a lo largo de siglos. Luego, más adelante, el joven creyente se encuentra con que Jesús les dice a los discípulos que deben abordar el pecado no resuelto diciéndoselo «a la iglesia» (Mt 18:17). Ahora se pregunta si una iglesia no es, de hecho, un grupo específico de personas ubicadas en un lugar.

Si nos remitimos a las epístolas de Pablo, también se observan dos usos diferentes de la palabra. En un momento, Pablo habla de «reunirse como iglesia», como si fuera una asamblea (1 Co 11:18). En otro, escribe que «Dios ha designado primeramente, apóstoles; en segundo lugar, profetas; en tercer lugar, maestros», como si se tratara de algo mucho más grande (1 Co 12:28).

Lo que el nuevo creyente descubre, por supuesto, es cómo la Biblia utiliza la palabra «iglesia» tanto en un sentido universal como local.

En el nivel lexicográfico más básico, la palabra griega ekklesia, que las Biblias españolas traducen como «iglesia», significa «asamblea». Sin embargo, la Escritura emplea la palabra para referirse a dos tipos de asamblea: una celestial y otra terrenal. Los cristianos se refieren a ellas como la iglesia universal y la iglesia local, respectivamente.

La Iglesia universal – Una asamblea celestial

La iglesia universal debe ser lo primero en nuestro pensamiento, porque las personas «se unen» a la Iglesia universal o asamblea celestial al convertirse en cristianas.

Después de todo, la salvación es un pacto. Jesucristo aseguró no solo individuos, sino un pueblo para sí mismo mediante el nuevo pacto, todo lo cual llevó a cabo mediante su vida, muerte y resurrección. Sin embargo, al unir a un pueblo con Él, también lo unió entre sí. Lee cómo lo expresa el apóstol Pedro:

Ustedes en otro tiempo no eran pueblo, pero ahora son el pueblo de Dios; no habían recibido misericordia, pero ahora han recibido misericordia (1 P 2:10; cp. Ef 2:1-21).

Pedro coloca la segunda línea sobre la recepción de la misericordia salvadora de Dios en paralelo con la primera línea sobre el hecho de convertirse en el pueblo de Dios. Las dos cosas sucedieron juntas.

Una metáfora crucial de nuestra salvación es la adopción (Ro 8:15; Gá 4:5; Ef 1:5). Ser adoptado por un padre y una madre es recibir un nuevo conjunto de hermanos de manera derivativa, pero simultánea. Esta es la Iglesia universal: todos los nuevos hermanos que hemos recibido a través de todo el tiempo y de todo el mundo que pertenecen a este pueblo del nuevo pacto.

¿Por qué decir entonces que la Iglesia universal está en el cielo? Al salvarnos por gracia, dice Pablo, Dios «con Él nos resucitó y con Él nos sentó en los lugares celestiales en Cristo Jesús» (Ef 2:6; cp. Col 3:1, 3). Por nuestra unión con Cristo estamos sentados en los cielos, es decir, poseemos una posición y un lugar en la sala del trono celestial de Dios. Todas las prerrogativas y protecciones de ese lugar nos pertenecen porque somos hijos e hijas del rey. Estamos allí. Sin embargo, Pablo continúa: No solo hemos sido reconciliados de manera vertical —al ser resucitados y sentados en los reinos celestiales—, sino que también sigue una reconciliación horizontal: «Pero ahora en Cristo Jesús, ustedes, que en otro tiempo estaban lejos, han sido acercados por la sangre de Cristo», de modo que «Él mismo es nuestra paz, y de ambos pueblos hizo uno» (Ef 2:13, 14). Esto significa que si estás sentado con Cristo en los reinos celestiales, también estás sentado con todos los demás  que están sentados en esos reinos. Esta es la asamblea celestial o la Iglesia universal, de la que Pablo habla en los capítulos siguientes (Ef 3:10, 21; 5:23-32).

El autor de Hebreos subraya la ubicación celestial de esta asamblea de forma aún más explícita para su audiencia cristiana: 

Ustedes se han acercado a la Jerusalén celestial, a la asamblea general [gr. panegurei o reunión festiva] e iglesia [gr. ekklesia] de los primogénitos que están inscritos en los cielos, y a Dios, el Juez de todos, y a los espíritus de los justos hechos ya perfectos, y a Jesús, el mediador del nuevo pacto (Heb 12:22-24).

De nuevo, ¿cómo es que los santos de la tierra podrían estar reunidos en el cielo incluso ahora? Ante el tribunal de Dios, han sido declarados perfectos mediante el nuevo pacto de Cristo. Dios cuenta a todos los santos, vivos y muertos, allí en el cielo como poseedores permanentes.

Además, esta asamblea celestial anticipa la asamblea del final de los tiempos de todos los santos que han existido, reunidos en torno al trono de Dios; lo que el apóstol Juan llama «una gran multitud, que nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero» (Ap 7:9). Por esta razón, los teólogos se refieren a la Iglesia universal no solo como una asamblea celestial, sino como una escatológica (o de los últimos tiempos).

Definición 1: La Iglesia universal es una asamblea celestial y escatológica de todo aquel —sea del pasado, presente o futuro— que pertenece al nuevo pacto y reino de Cristo. 

Esta es la iglesia que Jesús prometió edificar en Mateo 16. Es el cuerpo completo de Cristo, la familia de Dios y el templo del Espíritu. La membresía viene con la salvación.

La iglesia local: Una asamblea terrenal

Sin embargo, la membresía celestial de un cristiano en la Iglesia universal necesita mostrarse en la tierra, al igual que la justicia imputada de un cristiano en Cristo debe mostrarse en obras de justicia (Stg 2:14-26). La membresía en la Iglesia universal describe una realidad «posicional». Es una posición o estatus celestial en la corte de Dios. Por lo tanto, es tan real como cualquier otra cosa dentro o fuera del universo. Sin embargo, los cristianos deben revestirse o encarnar o vivir concretamente esa membresía universal, al igual que Pablo dice que debemos «vestirnos» de nuestra justicia posicional en actos existenciales de justicia (Ef 4:24; Col 3:10,14).

En otras palabras, nuestra pertenencia al cuerpo universal y celestial de Cristo no puede seguir siendo una idea abstracta. Si es real, se manifestará en la tierra, en el tiempo y el espacio real, con personas reales, personas con nombres como Betty y Saeed y Jamar, personas que no podemos elegir, pero que nos pisan los talones, nos decepcionan, nos animan y nos ayudan a seguir a Jesús. La pertenencia a la Iglesia universal debe hacerse visible en una reunión local de cristianos.

Para resumir la relación, la iglesia universal crea iglesias locales, mientras que las iglesias locales prueban, dan evidencia, muestran, incluso protegen a la iglesia universal, así:

Considera lo que esto significa: si una persona dice que pertenece a la iglesia, pero no tiene nada que ver con una iglesia, uno, con razón, podría preguntarse si realmente pertenece a la iglesia, al igual que nos preguntamos sobre una persona que dice tener fe, pero no tiene obras.

La iglesia local es el lugar donde vemos, oímos y literalmente nos codeamos con la Iglesia universal; no con toda ella, sino con una expresión o parte de la misma.

Es un puesto visible y terrenal de la asamblea celestial. Es una máquina del tiempo que ha llegado desde el futuro, ofreciendo un anticipo de esta asamblea de los últimos tiempos.

Reunión, afirmación mutua, predicación, ordenanzas

Más específicamente, la Iglesia universal se convierte en una iglesia local —se hace visible— a través de (i) una reunión o asamblea regular de personas (ii) que se afirman mutuamente como cristianos (iii) mediante la predicación del evangelio (iv) y la participación en el bautismo y la Cena del Señor.

Retrocedamos y expliquemos. Todas las naciones y reinos poseen alguna forma que nos permite conocer quiénes son sus ciudadanos. Los países usan en la actualidad pasaportes y fronteras. El antiguo Israel usaba tanto la circuncisión como la observancia del sábado, como señales respectivas del pacto abrahámico y mosaico. La iglesia no es actualmente un reino terrenal que posea tierra, sin embargo, este reino celestial también necesita alguna forma de reconocer sus ciudadanos en la tierra. ¿Cómo lo hace? ¿Cómo pueden estos ciudadanos celestiales saber quiénes son «ellos», tanto por su propio bien como por el de las naciones?

Jesús responde esa pregunta al proporcionar signos de pacto para los miembros del nuevo pacto: el signo de entrada del bautismo, por el que las personas son bautizadas en su nombre (Mt 28:19); y el signo continuo de la Cena del Señor, por el que se afirman unos a otros como miembros de su cuerpo (1 Co 10:17).

No solo eso, sino que dio a las iglesias locales la autoridad para afirmar públicamente a sus miembros como ciudadanos de Su reino, para fijar estos signos de alianza en las personas, casi como un entrenador que reparte las camisetas del equipo. Para ello dio a las iglesias las llaves del reino para atar y desatar en la tierra lo que está atado y desatado en el cielo (Mt 16:19; 18:18). ¿Qué significa esto? Significa que las iglesias poseen la autoridad para juzgar el qué y el quién del evangelio: confesiones y confesores. Con las llaves, autorizó a las iglesias a decir: «Sí, esta es la confesión del evangelio en la que creemos y en la que debes creer para ser miembro». Para decir: «Sí, esta es una verdadera creyente. La bautizaremos en la membresía» o «La retiraremos de la membresía y de la Mesa del Señor por no arrepentirse del pecado». En términos cotidianos, Jesús le dio a esta asamblea reunida las llaves del reino para escribir declaraciones de fe y llenar directorios de miembros.

Por lo tanto, esta es la definición: Una iglesia local es un grupo de miembros del nuevo pacto y ciudadanos del reino que se afirman mutuamente, que se identifican reuniéndose regularmente en el nombre de Jesús mediante la predicación del evangelio y la celebración de las ordenanzas.

Jesús describe esta iglesia local reunida en Mateo 18. Es una expresión del cuerpo de Cristo, la familia de Dios y el templo del Espíritu.

La historia de la Iglesia primitiva: La inclinación hacia la iglesia universal

A lo largo de la historia de la iglesia, diferentes individuos y tradiciones han hecho hincapié en la iglesia universal o en la local.

En las primeras generaciones que siguieron a los apóstoles, el énfasis recayó, con razón, en ambas, al menos a juzgar por las primeras cartas dirigidas a las iglesias y a sus líderes por pastores como Clemente de Roma e Ignacio. El documento del siglo II, la Didajé, sugiere lo mismo, con su doble énfasis en el funcionamiento práctico de una iglesia local y en la fidelidad cristiana en general.

Sin embargo, al igual que la gente a veces cambia su peso de ambos pies a uno solo, los escritos de los Padres de la iglesia que se adentran en los siglos III, IV y V presentan un énfasis creciente en la Iglesia universal, aunque bajo una apariencia institucional. Había razones históricas para ello. Surgieron varias herejías teológicas. Además, las iglesias se dividían sobre cómo tratar a los cristianos (y a los obispos en particular) que negaban a Cristo ante la persecución, pero que luego pedían ser readmitidos. Estos desafíos pastorales llevaron a todos, desde Cipriano hasta Agustín, a enfatizar la importancia de estar unidos a la iglesia única, santa, apostólica y católica (término que significa «universal»). La unidad con la única y verdadera iglesia universal, empezaron a enseñar los teólogos, requería la unidad con el obispo correcto; y la unidad con el obispo correcto, dijeron finalmente, significaba la unidad con el obispo de Roma o el papa. En otras palabras, la catolicidad o universalidad se convirtió en una realidad terrenal tanto como celestial. Pertenecía a las estructuras institucionales que unían formalmente a la Iglesia mundial, un episcopado que supuestamente se remontaba a Pedro y se centraba en el papa.

La Reforma protestante rompería este patrón al ofrecer una concepción más espiritual de la catolicidad. También afirmaron la necesidad de estructuras externas en la vida de la iglesia, pero también comenzaron a distinguir entre la iglesia visible y la invisible. Sostenían que una persona puede pertenecer a la iglesia visible, pero no a la invisible, o viceversa, ya que la salvación no se obtiene mecánicamente a través del bautismo o la Cena, sino solo por la regeneración y la fe. Este énfasis en la iglesia invisible, por lo tanto, volvió a convertir la catolicidad o universalidad de la iglesia en un atributo espiritual, no institucional. La Iglesia universal, en otras palabras, demostraría en el último día ser la iglesia invisible a través del espacio y el tiempo, no simplemente todos los que se llamaban a sí mismos miembros de las iglesias visibles.

La historia posterior de la iglesia: La inclinación hacia la iglesia local

Dicho esto, los primeros reformadores, como Lutero, Calvino y Cranmer, seguían pensando en una forma institucional de unidad y catolicidad (universalidad). Sus denominaciones eran «conectivas», es decir, las iglesias locales estaban formal y autoritariamente conectadas entre sí. Desde su punto de vista, esta conexión formal era el requisito de la unidad y, por tanto, de la catolicidad. Por lo tanto, consideraban que la iglesia visible consistía en algo más que la iglesia local, la asamblea de personas que se reunían en un local. También incluía jerarquías eclesiásticas más amplias, ya fueran presbiterios o episcopados. De ahí que llamaran a sus iglesias «Iglesia de Inglaterra» o «Iglesia luterana alemana». No es de extrañar que sus teologías también enfatizaran la distinción entre lo visible y lo invisible, tanto o más que la distinción entre lo local y lo universal. La práctica del bautismo de infantes, y el hecho de que los infantes no regenerados fueran tratados como miembros de las iglesias, aumentó la necesidad de la distinción entre lo invisible y lo visible. Después de todo, los infantes no regenerados pertenecen a la iglesia visible, pero no a la invisible.

Sin embargo, un par de décadas después de la Reforma, los anabautistas, y eventualmente los bautistas, situarían más completamente la unidad de la iglesia católica o universal de regreso en el cielo. Argumentaban que cada iglesia debía seguir siendo institucionalmente independiente y estar formada solo por creyentes. La iglesia visible en la tierra, argumentaban, es solo la iglesia local y solo la iglesia local es la congregación reunida y localizada geográficamente. La Iglesia de Inglaterra, decían, no es una iglesia. Es una estructura administrativa o paraeclesiástica que une a múltiples iglesias.

Sin embargo, entre los grupos bautistas el riesgo ahora sería trasladar el peso del cuerpo por completo al otro pie, donde los cristianos darían toda su atención a la iglesia local y poca a la universal. Algunas corrientes de las iglesias bautistas, como los landmarkistas de finales del siglo XIX y principios del XX, argumentaban que solo existe la iglesia local. También se negaban a compartir la Cena del Señor con cualquiera que no fuera miembro de su propia iglesia. Afortunadamente, tales tensiones eran raras.

Mucho más común ha sido el rechazo funcional de la Iglesia universal entre los líderes eclesiásticos con mentalidad comercial y de marketing de las iglesias de finales del siglo XX y principios del XXI. Estas iglesias afirman verbalmente la existencia de la Iglesia universal. Alabarán a Dios por los cristianos de todo el mundo en sus sermones. Pero sus prácticas eclesiásticas autosuficientes ignoran con demasiada frecuencia a la iglesia universal. Una mentalidad de mercado emplea un lenguaje y métodos ministeriales que promueven efectivamente la propia identidad de marca de la iglesia, como un restaurante de comida rápida promoviendo su propia forma de preparar hamburguesas. Esto tiene el efecto, se presume que sin intención, de enfrentar a las iglesias entre sí. Por ejemplo, las declaraciones de misión de las iglesias, que se han hecho populares en las últimas décadas, destacan el énfasis de la misión única de una iglesia, como si Jesús no hubiera dado a cada iglesia exactamente la misma declaración de misión (Mt 28:18-20). Este énfasis en lo que es único, en lugar de un énfasis en la asociación compartida, corresponde a trabajar por separado de otras iglesias, no juntos. Así que cuando un edificio está lleno, el primer instinto de una iglesia no es plantar otra iglesia. En su lugar, pone en marcha un segundo servicio o sede. Las iglesias pueden invitar a pastores de otros países para que les visiten y compartan sus peticiones de oración en el escenario, pero no lo harán con un pastor de la misma calle.

En general, la mentalidad de marketing y marca no implica oponerse a otras iglesias, como puede ocurrir entre los restaurantes de comida rápida. Sin embargo, significa que las iglesias cercanas se ignoran unas a otras. Lo que es peor, se han colocado en un vasto campo de competencia no reconocida, en el que los oradores más carismáticos con la mejor marca y la mejor programación alejan a los fieles de las iglesias circundantes. Por lo tanto, las asociaciones entre iglesias del mismo barrio o ciudad son poco frecuentes.

El énfasis en lo local y lo universal

Sin embargo, la imagen bíblica hace descansar el peso del cuerpo sobre ambos pies: el local y el universal.

La Iglesia universal «se muestra» en las congregaciones locales, como he argumentado al principio. Sin embargo, también debería «mostrarse» en la disposición de cada iglesia para asociarse con otras iglesias, tal y como vemos entre las iglesias del Nuevo Testamento. Las iglesias del Nuevo Testamento compartían el amor y los saludos (Ro 16:16; 1 Co 16:19; 2 Co 13:13; etc.). Compartían predicadores y misioneros (2 Co 8:18; 3 Jn vv. 5-6a). Se apoyaban económicamente unos a otros con alegría y agradecimiento (Ro 15:25-26; 2 Co 8:1-2). Se imitaban unos a otros en la vida cristiana (1 Ts 1:7; 2:14; 2 Ts 1:4). Se cuidaban económicamente unos a otros (1 Co 16:1-3; 2 Co 8:24). Oraban unos por otros (Ef 6:18), y más.

Los cristianos de hoy pueden discrepar sobre si la Biblia pretende establecer una unidad institucional o una conectividad entre las iglesias (yo no creo que lo haga). Pero cada iglesia local debe amar a la iglesia universal amando, asociándose y apoyando a otras iglesias locales, incluyendo las más cercanas. Debemos estar dispuestos a compartir la Cena del Señor con los miembros bautizados de otras iglesias cuando nos visiten.

Además, cada tradición denominacional debería afirmar que los cristianos deben unirse a las iglesias locales, ya que estas iglesias locales son expresiones de la iglesia universal. Nuestra patria en el cielo ha enviado embajadores y ha construido embajadas aquí y ahora. Esas iglesias reunidas son un puesto de avanzada, un anticipo, una colonia, una representación de la reunión final. Si perteneces a la iglesia, querrás unirte a una iglesia. Es el lugar donde encarnamos nuestra proclamación, fe, comunión y pertenencia al cuerpo de Cristo.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Jenny Midence-Garcia.


Este ensayo es parte de la serie Concise Theology (Teología concisa). Todas las opiniones expresadas en este ensayo pertenecen al autor. Este ensayo está disponible gratuitamente bajo la licencia Creative Commons con Attribution-ShareAlike (CC BY-SA 3.0 US), lo que permite a los usuarios compartirlo en otros medios/formatos y adaptar/traducir el contenido siempre que haya un enlace de atribución, indicación de cambios, y se aplique la misma licencia de Creative Commons a ese material. Si estás interesado en traducir nuestro contenido o estás interesado en unirte a nuestra comunidad de traductores, comunícate con nosotros.

Lecturas adicionales

  • Edmund Clowney, The Church as a Heavenly and Eschatological Entity [La Iglesia como entidad celestial y escatológica], en The Church in the Bible and the World [La Iglesia en la Biblia y en el mundo], D. A. Carson (Eugene, OR: Wipf & Stock, 2002).
  • Mark Dever, A Catholic Church, en The Church: One, Holy, Catholic, Apostolic, by Richard D. Phillips, Philip G. Ryken, and Mark E. Dever (Phillipsburg, NJ: P&R, 2004).
  • David Schrock, An Ecclesiology of Churches: Why the Universal Church Is Best Regarded as a Myriad of Local Churches (10 de noviembre de 2016).
  • Stephen J. Wellum, Beyond Mere Ecclesiology: The Church as God’s New Covenant Community, en The Community of Jesus: A Theology of the Church, editado por Kendell H. Easley y Christopher W. Morgan (Nashville, TN: B&H, 2013).
  • J. L. Dagg, The Local Churches y The Church Universal en Manual of Church Order (1858; repr. Harrisonburg, VA: Gano Books, 1990).
  • Jonathan Leeman, What Is a Local Church (8/22/14).
  • Jonathan Leeman, Una iglesia y las iglesias: Integración (5/10/13).
  • Jonathan Leeman, ¿Eres un eclesiástico universal o un eclesiástico local? (7/27/16).