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Definición

La disciplina eclesial es el proceso de corregir el pecado en la vida de la congregación y sus miembros.

Sumario

La disciplina eclesial normalmente comienza de forma privada e informal, avanzando hasta incluir a toda la iglesia cuando sea necesario. En su etapa final, formal y pública, la disciplina en la iglesia incluye apartar a alguien de su membresía de la iglesia y la participación en la Mesa del Señor. El fin de la disciplina es siempre la redención (1 Co 5:4), proteger a las otras ovejas y honrar el nombre de Cristo (vv.1, 6).

Conversación:

«Entiendes que la Biblia es muy clara en esto, ¿no? Está mal dejar a tu esposa por otra mujer».

«Entiendo lo que dices, pero creo que no entiendes lo difícil que ha sido nuestro matrimonio. Estoy convencido de que ella preferirá estar casada con otro. Todo lo que hace es criticarme. Ella no quiere tener intimidad física. Ya ha pasado un largo tiempo desde que estuvimos enamorados, si es que alguna vez lo estuvimos. Además, esta otra mujer es mi alma gemela. No puedo imaginarme que Dios quiera que nos perdamos eso solo porque el momento en que nos conocimos haya sido un poco diferente».

«Siento que el matrimonio haya sido difícil. Aun profesas ser un seguidor de Jesús, y Jesús nunca habría dejado a su esposa. ¿Dices ahora que eres un seguidor de Jesús?, ¿que eres un cristiano?».

«¡Claro que soy cristiano! No le sigo perfectamente. ¿Tú lo haces? Tú siempre me has enseñado que somos salvos por gracia, no por obras. Pero creo que ahora estás siendo un poco crítico. ¿No dijo Jesús que “el que de ustedes esté sin pecado, sea el primero en tirarle una piedra”?».

Quizás también hayas tenido una conversación como esta. Mi primera experiencia con la disciplina pública en la iglesia comenzó con una conversación privada similar. Había conocido al miembro de la iglesia por un tiempo. Salíamos a correr juntos y ocasionalmente almorzábamos juntos. Entonces un día me informó durante el almuerzo que había decidido entregarse a su pecado favorito. Discutimos lo que la Biblia decía sobre el pecado. Estaba de acuerdo con que la Biblia se oponía de manera explícita, pero entonces dijo: «Dios me dijo que estaba bien». Le respondí: «No, no lo hizo». Sin embargo, su decisión estaba tomada.

Unos días después traje a otro amigo. Juntos desafiamos al miembro de la iglesia. La respuesta fue la misma. Dios le había dicho que su pecado estaba bien.

Entonces involucramos a los ancianos de la iglesia; ellos recibieron la misma respuesta.

Semanas después de esto, los ancianos informaron a la congregación sobre las circunstancias y les dieron unos meses para orar por el hombre y animarlo a que se arrepintiera. Nunca lo hizo.

Tristemente, dos meses más tarde los ancianos se dirigieron a la congregación en la votación para retirar al hombre de la membresía de la congregación y la Santa Cena como un acto de disciplina. Fue «excomulgado» o sacado de comunión.

¿Qué es la disciplina eclesial?

Todo este proceso se llama disciplina eclesial. ¿Qué es la disciplina eclesial? Es corregir el pecado.

Algunas veces el proceso de disciplina comienza de forma ruidosa y pública cuando la iglesia se entera del pecado de un miembro porque se ha visto en las noticias. Normalmente, comienza de manera privada e informal, avanzando hasta incluir a toda la iglesia cuando sea necesario. En su etapa final, formal y pública, la disciplina eclesial incluye sacar a un miembro de la membresía de la iglesia y de la participación en la Mesa del Señor. Las personas se refieren a menudo a este último paso como excomulgar o excomunión.

Esta etapa final de la disciplina, o excomunión, no significa que la iglesia envíe a alguien al infierno. No tiene ese poder. La etapa final incluso no significa que la iglesia está declarando con certeza que alguien es un no-cristiano. La iglesia no tiene ojos de visión de rayo X del Espíritu Santo para ver el espíritu de la persona. Por el contrario, el último paso significa sencillamente que la iglesia deja de afirmar la profesión de fe de una persona.

Después de todo, recibir a alguien en la membresía de la iglesia por medio del bautismo es afirmar su profesión de fe. Es decir: «Sí, creemos que Joe es cristiano, y confirmamos su membresía en el cuerpo de Cristo por medio de la Cena del Señor» (1 Co 10:17). El paso final de la disciplina, por lo tanto, significa justamente lo opuesto: «No confirmamos más la profesión de Joe, y por lo tanto le retiramos la membresía».

Esto significa, que la disciplina eclesial no implica que la iglesia impida que alguien llegue a los cultos semanales, a menos que haya circunstancias atenuantes como la amenaza de daño físico. La reunión semanal está abierta habitualmente al público, incluyendo cristianos nominales y no cristianos (1 Co 14). Por lo tanto, los pastores de mi propia iglesia explicarán a la congregación que esperamos que un individuo disciplinado continúe asistiendo y viviendo bajo la Palabra de Dios predicada. Sin embargo, también explicaremos que el individuo no debe tomar la Cena del Señor y no debe ser tratado como uno de nosotros. Eso significa que las relaciones personales con el individuo deben cambiar. Ya no debemos pasar tiempo casual juntos, por ejemplo, viendo el fútbol. Más bien, cualquier tiempo juntos debe ser utilizado para llamarle hacia el arrepentimiento.

La disciplina eclesiástica solo tiene sentido en las iglesias que afirman que Jesús no solo es el Salvador, sino también el Señor y que nos llama no solo a creer en el evangelio, sino a arrepentirnos y creer en el evangelio. Funciona mejor dentro de una cultura de discipulado, en la que los miembros de la iglesia se animan mutuamente con amor y regularidad en la fidelidad al evangelio.

Etapa uno

Antes dije que la disciplina en la iglesia comienza de manera privada e informal. Jesús nos dice que lo hagamos así: «Si tu hermano peca, ve y repréndelo a solas; si te escucha, has ganado a tu hermano» (Mt 18:15). Puede haber ocasiones en las que necesites el consejo de un pastor antes de confrontar a un hermano o hermana por el pecado. Puede haber ocasiones en las que necesites que alguien se enfrente al pecado en nombre de otra persona, como en el caso de una mujer que se siente insegura al enfrentarse a un hombre que le ha hecho insinuaciones inapropiadas. Sin embargo, normalmente, Jesús quiere que nos abstengamos de chismosear y que nos enfrentemos al pecado en privado, en silencio, directamente y con amor.

Supongamos que crees que el miembro de la iglesia llamado Joe te ha mentido. Lo mejor es preguntarle a Joe directamente sobre la mentira. No lo acuses. En lugar de eso, dale el beneficio de la duda y hazle preguntas. Explícale que te cuesta conciliar lo que ha dicho con los hechos. Luego dale la oportunidad de explicarse. Tal vez has entendido mal.

Tu razón al corregir el pecado, por supuesto, debe ser siempre el amor; no solo el amor por el individuo bajo supervisión, sino por los otros miembros de la iglesia, vecinos no cristianos y, por supuesto, Cristo mismo.

Tú amas a la persona atrapada en el pecado y quieres que sea rescatada de él. Tú amas a los otros miembros de la iglesia y no quieres que se extravíen. Amas a tus vecinos no cristianos y quieres que tu iglesia presente un testimonio santo. Tú amas a Cristo y quieres que su pueblo lo refleje.

¿Cada ofensa requiere este tipo de confrontación? No necesariamente. Al fin y al cabo, «el amor cubre multitud de pecados» (1 P 4:8). Pero muchas de estas ofensas sí se deben confrontar. Así que necesitamos sabiduría incluso ahora, en esta primera etapa.

Etapa dos

Si la primera conversación no va bien y sigues convencido de que tu amigo está pecando, entonces puedes seguir con una o dos conversaciones más. Sin embargo, pronto tendrás que llevar el asunto a la segunda etapa. Jesús lo planteó de esta manera: «Pero si no te escucha, lleva contigo a uno o a dos más, para que toda palabra sea confirmada por boca de dos o tres testigos» (v. 16).

Aquí Jesús invoca un principio judicial del antiguo Israel (p. ej., Dt 19). La disciplina eclesiástica no debe sucumbir a la justicia popular. Requiere el debido proceso. Debemos presumir la inocencia del hermano Joe hasta que se demuestre su culpabilidad. Puede ser que las otras dos personas que traes no estén de acuerdo contigo en que Joe ha mentido. Podrían decir que estás siendo demasiado crítico.

Etapa tres

Supongamos, sin embargo, que están de acuerdo contigo, pero Joe sigue siendo obstinado. Eso nos lleva al tercer paso. Jesús explica: «Y si rehúsa escucharlos, dilo a la iglesia» (v. 17a). Este paso no tiene por qué darse inmediatamente después del paso dos. A menudo, un grupo de pastores y miembros relacionados con él pueden pasar meses buscando el arrepentimiento de un individuo antes de decírselo a la iglesia. Este tercer paso es el último recurso, se considera solo después de que las conversaciones se han agotado y la persona en pecado se niega a arrepentirse.

Normalmente, los pastores o los ancianos que supervisan la congregación son las personas más adecuadas para dirigir este proceso. Ellos también deben prestar atención a la instrucción de Jesús sobre los dos o tres testigos. Esto significa que nunca deben pararse frente a su congregación armados con poco más que «suposiciones» o interpretaciones del corazón de una persona. Más bien, deben traer solo hechos en los que todos estén de acuerdo; todos, excepto, tal vez, el miembro de la iglesia que no se arrepiente.

Los líderes de la iglesia no necesitan exponer todos los detalles de cada pecado, en particular cuando puedan avergonzar a otros miembros o involucrar información sexual que podría hacer que la gente tropiece. La iglesia en su conjunto no es un jurado llamado a analizar los hechos y debatir el asunto hasta altas horas de la noche. Por lo general, deben confiar en la recomendación de los ancianos. Sin embargo, se debe dar suficiente información para que la congregación pueda tomar una decisión con paciencia e integridad. Más adelante se hablará de esto.

Un claro ejemplo bíblico de esta relación entre los líderes y la congregación ocurre en 1 Corintios 5. Pablo plantea el tema: un miembro de la iglesia se acuesta con la mujer de su padre (probablemente su madrastra). Le dice a la iglesia que lo expulse (vv. 2, 5), después de afirmar que ya ha emitido un «juicio» sobre el hombre mismo (v. 3).

Pero fijémonos en lo siguiente: eso no significa que la decisión está tomada. Quiere que la iglesia le siga la forma de razonar. Al fin y al cabo, no siempre estará ahí para acompañarlos, y quiere que sepan cómo manejar esas situaciones por sí mismos. Por eso, Pablo les llama a emitir el mismo «juicio» (v. 12), y a hacerlo cuando estén «En el nombre de nuestro Señor Jesús, cuando estén reunidos… con el poder de nuestro Señor Jesús» (1 Co 5:4).

Etapa cuatro

Esto nos lleva al cuarto paso. Una vez que la iglesia ha tenido tiempo suficiente para orar por la persona y animarlo a que se arrepienta, los líderes de la iglesia deben volver a revisar la situación. Suponiendo que Joe no se haya arrepentido y siga mintiendo, los ancianos deben hacer el papel de Pablo: expresar su decisión y pedir a la iglesia que haga lo mismo.

En mi propia congregación, eso suena así: «Los ancianos recomiendan que la congregación retire a Joe de la membresía por mentir sin arrepentirse, como un acto de disciplina. Esta es la propuesta de los ancianos». La congregación tiene entonces la oportunidad de discutir el asunto y hacer preguntas. Finalmente, se realiza la votación. Si la votación se aprueba; normalmente se requieren dos tercios o tres cuartos de la congregación, pero puede variar según los estatutos de cada iglesia; la iglesia tratará a la persona como un visitante. De nuevo, Jesús explica este último paso: «y si también rehúsa escuchar a la iglesia, sea para ti como el gentil y el recaudador de impuestos» (v. 17b).

En caso de que la palabra «votar» suene mucho a idea democrática moderna, debemos tener en cuenta que los mecanismos democráticos se utilizaban comúnmente en el mundo antiguo, en todas partes, desde la antigua Grecia hasta la república romana y las comunidades judías de Qumrán.1 Pablo también describe el uso de la toma de decisiones por mayoría en la iglesia de Corinto en un asunto de disciplina. Tal vez refiriéndose al hombre mencionado en 1 Corintios 5, Pablo observa: «Este castigo aprobado por la mayoría es suficiente».

De alguna manera la iglesia sabía que «una mayoría» afirmaba la disciplina de alguien, sugiriendo que una minoría no lo hacía. ¿Hicieron una votación? Tal vez. O tal vez una mayoría simplemente llegó a un consenso después de la conversación.

¿Qué pecados requieren disciplina pública?

No todos los pecados requieren disciplina pública. Como he dicho en otro momento, mi esposa podría reprenderme en privado por comer egoístamente todo el helado. Incluso podría continuar con este patrón sin arrepentirme. Sin embargo, ese no es probablemente el tipo de pecado que justificaría la disciplina pública. En cambio, las iglesias deben abordar públicamente aquellos pecados que son simultáneamente externos, significativos e impenitentes.

Decir que un pecado es externo quiere decir que se puede ver con los ojos o escuchar con los oídos. Los líderes de la iglesia no deberían especular sobre el estado de los corazones de las personas, como si dijéramos que acusamos a sus corazones de ser «orgullosos» o «codiciosos» cuando no tenemos pruebas de ello. Recuerda que Jesús pide dos o tres testigos.

Decir que un pecado es significativo quiere decir que tiene suficientes consecuencias como para que la iglesia no sienta que puede seguir confirmando la profesión de fe de la persona a causa de él. El consumo egoísta de helados probablemente no llega a este nivel. Dejar a la esposa por otra mujer sí. Entre estos dos ejemplos hay un amplio espectro que requiere mucha sabiduría.

Decir que un pecado es impenitente quiere decir que la persona ha sido desafiada, pero se niega a dejar el pecado con sus acciones, aunque sus palabras prometan lo contrario.

¿Qué tan rápido o lento debe ser este proceso? Depende totalmente de la demostración de arrepentimiento. Después de todo, la disciplina pública no se da por causa del pecado. La disciplina pública se da porque hay falta de arrepentimiento. Los cristianos pecan. Los cristianos también se arrepienten. Así que el ritmo de la disciplina depende de la voluntad de la persona de luchar contra el pecado. A veces, se mueve lentamente, como en el caso de un ciclo de adicción en el que la persona da pasos para cambiar, aunque no lo consiga del todo. A veces, se mueve bastante rápido, como con mi amigo mencionado anteriormente que estaba decidido en su pecado porque «Dios dijo que está bien».

¿Cuándo ocurre la restauración? Cuando hay arrepentimiento. A veces el arrepentimiento es obvio, como en el caso de un hombre que vuelve con su esposa separada. A veces es difícil de discernir, como en el caso de alguien que lucha contra una adicción a las sustancias, pero que da un paso atrás con cada paso adelante. De manera increíble, mi propia iglesia ha sido testigo de múltiples casos de restauración después de la disciplina. Un hombre volvió con su esposa. Un adicto y ladrón se confesó ante la iglesia. Un mentiroso se sinceró.

Por causa del amor

La disciplina eclesiástica fue una vez común en las iglesias protestantes. Pero hacia finales del siglo XIX y a principios del XX, las iglesias parecían estar cansadas de pedir cuentas a sus miembros. Se interesaron más por otras cosas, como atraer a los que estaban «sin iglesia».

Sin embargo, como dijo un teólogo del siglo XIX, cuando la disciplina eclesiástica abandona una iglesia, Cristo se va con ella. Las iglesias que no practican la disciplina socavan su propia predicación. Por ejemplo, pueden condenar el adulterio desde el púlpito, pero si no expulsan al adúltero reconocido de su membresía le dicen a la iglesia que el adulterio no es tan importante después de todo. Se puede tener tanto a Jesús como al adulterio. Además, tal iglesia pronto encontrará que se parece al mundo. Su testimonio evangelístico se verá comprometido. «¿Por qué unirse a esa iglesia cuando se parecen a mí, solo que son hipócritas al respecto?».

Sin duda, la disciplina de la iglesia puede hacerse mal, incluso abusivamente. Esto ocurre cuando las iglesias exigen lo que la Escritura no exige, y cuando no ejercen la sensibilidad pastoral caso por caso. La disciplina eclesiástica abusiva es un gran mal del que hay que protegerse, como ocurre con los maridos, padres o policías abusivos.

Sin embargo, no debemos tirar el bebé con el agua del baño. La disciplina, dije hace un momento, siempre debe hacerse por amor: «Porque el Señor al que ama, disciplina» (Heb 12:6). Abandonar la disciplina cuando está justificada no es mostrar amor, sino odio (Pr 13:24).

El objetivo de la disciplina es siempre la redención (1 Co 5:5), la protección de las otras ovejas (v. 6) y honrar el nombre de Cristo (v. 1).

Entonces, ¿quieres una iglesia que sea saludable, amorosa y vibrante desde el punto de vista de la evangelización? Practica la disciplina de la iglesia.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Íñigo García de Cortázar.


Este ensayo es parte de la serie Concise Theology (Teología concisa). Todas las opiniones expresadas en este ensayo pertenecen al autor. Este ensayo está disponible gratuitamente bajo la licencia Creative Commons con Attribution-ShareAlike (CC BY-SA 3.0 US), lo que permite a los usuarios compartirlo en otros medios/formatos y adaptar/traducir el contenido siempre que haya un enlace de atribución, indicación de cambios, y se aplique la misma licencia de Creative Commons a ese material. Si estás interesado en traducir nuestro contenido o estás interesado en unirte a nuestra comunidad de traductores, comunícate con nosotros.

Notas al pie

1Jonathan Leeman, Don’t Fire Your Church Members: The Case for Congregationalism (B&H, 2016) pp. 91-6.

Lecturas adicionales