Como mujeres, fuimos diseñadas para ser “dadoras de vida”, por lo tanto, las relaciones personales forman parte esencial e importante en nuestra vida. Siempre estamos de alguna forma involucradas en la vida de otros, ya sean nuestros padres, hermanos, esposos, hijos, sobrinos, alumnos, familiares, amigas, vecinas, o compañeras de trabajo. Tenemos la oportunidad de acercarnos a ellos para conocerlos, escucharlos, y tratar de entenderlos. Este es un regalo y privilegio que nos permite nutrirlos, cuidarlos, y empatizar con ellos.
Hace más de diez años, una amiga me invitó a tomar una clase de Soul-Care (cuidado del alma) junto a ella. Para mi sorpresa, la clase se trataba de aprender a conocer y aconsejar primeramente a mí misma, antes de hacerlo con alguien más. Creo que ese fue el momento en que el Señor me llamó a equiparme para aconsejar. En lo que sigue, quisiera presentarte una introducción al tema de la consejería bíblica de mujeres hacia mujeres.
¿Qué es aconsejar bíblicamente?
Aconsejar es venir al lado de una persona y caminar con ella, acercándola al Señor. Aconsejar mujeres es ir al lado de una hermana o amiga que se abre a nosotros, con la disposición correcta de escucharla. Es tratar su corazón con suma delicadeza y cuidado, en el momento en que ella desea ponerlo en nuestras manos. Es construir una relación de confianza y respeto, entablando una amistad, siendo confiable, y no compartiendo con nadie más lo que se te ha confiado. Pablo lo dice de esta manera:
«Nuestra boca, oh Corintios, les ha hablado con toda franqueza. Nuestro corazón se ha abierto de par en par. Ustedes no están limitados por nosotros, sino que están limitados en sus sentimientos. Ahora bien, en igual reciprocidad ustedes también abran de par en par su corazón», 2 Corintios 6:11-13.
¿Quién aconseja?
Ya que en algún momento de nuestra vida todos hemos sido llamados a dar un consejo, debemos saber que nadie podrá ser un buen consejero sin haber sido antes un buen aconsejado; un pecador perdonado será un escucha compasivo y tierno, a la imagen Cristo. Para poder ser buenas consejeras deberemos mostrarnos vulnerables (cp. Rom. 15:14).
Aquí algunas características de una buena consejera:
– Está apasionada por conocer, entender, y agradar a Dios.
– Conoce la Escritura, sus promesas, y lleva a cabo estudios bíblicos.
– Es accesible.
– Siente dolor por el pecado y lo aborrece.
– Es compasiva, tierna, amorosa, y sensible.
– Ha recibido perdón; disfruta de la frescura de la gracia de Dios y el perdón de pecados.
– Tiene continuamente la gracia y la esperanza de Dios en su boca. No es legalista y/o farisea.
– Es humilde cuando no sabe algo que se le cuestione. Sabe decir “No sé, voy a investigar” o bien “Te voy a recomendar con otra persona”.
¿A qué mujeres aconsejar?
Hemos de aconsejar a quien lo solicite, a quien nos asignen, a las de tu grupo pequeño, a las de tu estudio bíblico, etcétera. Nuestro llamado como hermanas en Cristo es atender las necesidades unas de otras, y esto incluye la consejería.
¿Por qué razón la mujer aconseja mujeres?
Según la Escritura, las mujeres mayores deben ser entrenadas para aconsejar a las jóvenes; para enseñar a las jóvenes lo bueno (Tito 2:1,4,6).
La mujer ha sido creada con una estructura física, relacional, y emocional diferente a la del hombre. Somos detallistas, nos gusta que nos escuchen, que nos tengan paciencia, que nos hagan preguntas, que nos pongan atención; nos gusta tener una conversación profunda. Somos sensibles al tono y la manera en que se nos pregunta y responde.
Las emociones nos hablan de algo que sucede en el interior: las lágrimas, palabras, miedo, cansancio, susto, alegría, tristeza, enojo, e ira. Las mujeres notamos cuando hay alguna necesidad en el otro; somos empáticas. El propósito es animar, ayudar a crecer, y dar esperanza.
¿Cómo aconsejar?
En las primeras ocasiones en que aconsejamos, es totalmente normal sentir temor. Esto no es algo malo, ya que nos ayuda a depender más del Señor y a reconocer nuestras limitaciones; somos llenos de humildad y nos libra de caer en el orgullo. Es una especie de paradoja: por un lado, eres más capaz de aconsejar de lo que tú creías, pero por el otro, eres menos capaz de aconsejar de lo que tú pensabas.
Estas son algunas cosas que debes tener en mente:
– Identificar cuando te invitan.
– Saber cómo hacer preguntas.
– Conocer la Palabra.
– Ofrecer esperanza en Jesucristo.
– Orar mientras escuchas.
– Saber identificar ídolos (¿qué está adorando el corazón en ese momento?).
– Recolectar información: historia, testimonio, sus momentos decisivos, gente clave, lugares importantes, etc.
-Asignar tareas: estudios de la Palabra, devocionales, etc.
En el transcurso de una consejería es probable que llegues a escuchar cosas que anteriormente no habías escuchado. La manera más recomendable de actuar en esos momentos es la siguiente
- Llevarla al Señor.
- Estudiar la Palabra, orar, y ayudar con sus devocionales.
- Acompañar en su crecimiento y dar seguimiento.
- Dar esperanza en todo tiempo.
La conducta no es el problema:
La vida de una persona es como un árbol: solo vemos los frutos, pero el problema real se encuentra en la raíz. Nuestro problema no es conductual, sino del corazón. Por tanto, nuestro llamado es a compartir el evangelio mediante la Consejería. Déjame darte algunas preguntas finales que puedes utilizar para evangelizar en consejería a una mujer no creyente, y recordar el evangelio a aquellas que sí lo creen.
– ¿En qué puedo ayudarte?
– ¿Cómo puedo ayudarte?
– ¿Cuál es tu principal temor?
– ¿De quién estás buscando aprobación?
– ¿De quién temes el rechazo?
– ¿Qué es eso que tú deseas que Dios no te ha dado?
– ¿Qué cosa no estás confiándole a Dios?
– ¿Qué sientes que te está quitando la paz?