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En el primer siglo, mientras que el cristianismo todavía estaba en su infancia, el mundo grecorromano le prestó poca atención. Para la mayoría, el movimiento cristiano primitivo era visto como algo bajo la sombrilla judía.

Pero en el siglo II, mientras el cristianismo surgió con una identidad religiosa distintiva, la cultura pagana que los rodeaba comenzó a detectarla; y no le gustó lo que vio. Los cristianos eran vistos como extraños y supersticiosos, un movimiento religioso peculiar que socavó las normas de la sociedad. Los cristianos eran bastante diferentes.

Entonces, ¿qué era tan diferente acerca de los cristianos comparados con la cultura greco-romana que los rodeaba? Un rasgo distintivo es que los cristianos no rendirían homenaje a los otros “dioses”. Esta fue un molestia constante para los funcionarios de gobierno, que preferían ver los templos paganos llenos de adoradores leales (los templos ganaban una buena cantidad de dinero de los tributos que recogían).

Pero había un segundo rasgo que separaba a los cristianos de la cultura pagana: su ética sexual. Si bien no era raro que los ciudadanos romanos tuvieran múltiples parejas sexuales, encuentros homosexuales, y citas con las prostitutas del templo, los cristianos se destacaron precisamente porque se negaron a participar en estas prácticas.

Por ejemplo, Tertuliano hizo grandes esfuerzos para defender la legitimidad del cristianismo al señalar que los cristianos son generosos y comparten sus recursos con todos los necesitados. Pero luego dijo: “En una mente y alma, no dudamos de compartir nuestros bienes terrenales entre cada uno. Todas las cosas son comunes entre nosotros, menos nuestras mujeres” (Apol. 39). ¿Por qué dijo esto? Debido a que, en el mundo grecorromano, la gente a veces compartían sus cónyuges entre sí.

En la epístola del siglo II a Diogneto, el autor describe que los cristianos son normales en cuanto a lo que llevan puesto, lo que comen, y cómo participan en la sociedad. Sin embargo, luego dijo: “[los cristianos] comparten sus comidas, pero no a sus parejas sexuales” (Diogn. 5.7). Una vez más, esta característica hizo a los cristianos diferentes.

Vemos este distintivo de nuevo en la Apología de Aristides del segundo siglo. Aristides defendió la legitimidad de la fe cristiana ante el emperador Adriano, señalando cómo los cristianos “no cometen adulterio ni fornicación” y “sus hombres mantienen a sí mismos de todos las uniones ilegales”.

Un último ejemplo viene de la disculpa de Minucio Félix del siglo segundo. En su defensa a Octavio, él contrastó la ética sexual del mundo pagano con la de los cristianos:

“Entre los Persas, se permite una asociación promiscua entre hijos y madres. Los matrimonios con hermanas son legítimos entre los Egipcios y en Atenas. Sus registros y sus tragedias, que ustedes tanto leen y escuchan con placer, se glorían en incestos: así también por tanto adoran dioses incestuosos, que tienen relaciones sexuales con madres, hijas, hermanas. Con razón, por lo tanto, el incesto se detecta con frecuencia en medio de ustedes, y está continuamente permitido. Hombres miserables, ustedes incluso pueden, sin saberlo, precipitarse en lo que es ilegal: ya que dispersan sus lujurias promiscuamente, ya que en todas partes engendran hijos, ya que incluso con frecuencia exponen a aquellos que han nacido en en su casa a la merced de otros, es inevitable que ustedes vuelvan a sus propios hijos, y se alejen de su propia descendencia. Así ustedes continúan la historia del incesto, incluso a pesar de que no tienen conciencia de su crimen. Pero nosotros mantenemos nuestra modestia no en apariencia, pero en nuestro corazón con gusto nos regimos por el vínculo de un solo matrimonio; en el deseo de procrear, o conocemos una esposa o ninguna en absoluto”.

Esta muestra de textos del siglo II demuestra que una de las principales formas en que los cristianos se destacaron de su cultura circundante era su comportamiento sexual distintivo. Por supuesto, esto no significa que los cristianos eran perfectos en este sentido. Sin duda, muchos cristianos cometieron pecados sexuales. Pero el cristianismo como conjunto seguía comprometido por el esfuerzo hacia la ética sexual establecida en la Escritura, y el mundo se dio cuenta.

No es necesario decir que esta historia tiene enormes implicaciones para los cristianos de la época moderna. Se nos recuerda una vez más que lo que estamos viviendo en el presente no es nuevo, los cristianos lucharon una cultura sobre-sexualizada ya en el primer y segundo siglo. Pero también es un recordatorio de por qué los cristianos no viven conforme a las siempre cambiantes normas sexuales de nuestro mundo. Hacerlo no solo violaría las claras enseñanzas de la Escritura, sino que también nos robaría una de nuestras mayores oportunidades para testificar. En tanto como el matrimonio refleja el amor de Cristo por la iglesia, el compromiso de los cristianos con el matrimonio es un medio de proclamar ese amor.

Al final, el cristianismo triunfó en su contexto grecorromano no porque era igual que la cultura pagana circundante, sino porque era diferente.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eri Miranda. Crédito de imagen: Lightstock
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