Este es un fragmento adaptado de la predicación La soberanía de Dios: Una realidad que lo cambia todo.
La Biblia habla tanto de la soberanía de Dios sobre todas las cosas que, si Él tuviera un perfil en Instagram, Su biografía incluiría la frase: «Rey soberano por encima de todo».
Las implicaciones de esta enseñanza son abundantes y todavía revolucionan mi vida, pero en este espacio quisiera invitarte a pensar en cómo se relaciona con algunas de las preguntas más profundas que podemos hacernos sobre el corazón de Dios.
Si somos honestos, muchas veces lo que nos cuesta creer no es que Dios tenga el control de todo. Lo que nos cuesta creer es que ese control sea en verdad bueno y para nuestro bien. El versículo que es más difícil de creer para mí siempre ha sido: «Sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a Su propósito» (Ro 8:28).
Dios no solo es soberano en la elección de Su pueblo, sino también en la ejecución de su redención
¿En verdad todo coopera para bien en nuestras vidas si hemos creído? ¿Incluyendo los desastres naturales, las guerras, las crisis financieras, la enfermedad, la traición de un amigo, una relación rota o la muerte de un ser querido? ¿En verdad es bueno confiar en un Dios soberano que decidió escribir y llevar adelante este guión para mi vida?
La verdad es que saber que Dios escribió y lleva adelante toda la historia de la humanidad, incluyendo nuestras vidas, no es una buena noticia por sí sola, a menos que conozcamos el corazón de este Dios y tengamos alguna prueba de que Él es un Rey lleno de bondad, no un tirano desinteresado en nuestro mayor bien.
Soberanía redentora
La Biblia nos revela que Dios ya nos demostró de manera irrefutable lo que hay en Su corazón, y que Él en verdad es bueno, nos ama y que realmente quiere lo mejor para nosotros. Él hizo esto al redimirnos y hacernos Su pueblo. Por eso podemos tener confianza en que Él ejerce Su soberanía para nuestro bien.
Considera cómo lo canta el salmista en el Salmo 135. Al hablar de la soberanía de Dios sobre la naturaleza y la historia humana, nos recuerda también que Dios es soberano en la elección de un pueblo para hacerlo Suyo: «Porque el SEÑOR ha escogido a Jacob para Sí, / A Israel para posesión Suya» (v. 4). Y Dios no solo es soberano en la elección de Su pueblo, sino también en la ejecución de su redención.
Para alentar al pueblo de Israel a la adoración, al hablarle de la soberanía de Dios, el salmo pasa a recordar los eventos del éxodo de Egipto, cuando Dios redimió a Su pueblo con señales y prodigios para hacerlo Suyo y darle la tierra prometida.
Hirió a los primogénitos de Egipto,
Tanto de hombre como de animal.
Envió señales y prodigios en medio de ti, oh Egipto,
Sobre Faraón y todos sus siervos.
Hirió a muchas naciones
Y mató a reyes poderosos…
Y dio sus tierras en herencia,
En herencia a Israel Su pueblo.
Tu nombre, SEÑOR, es eterno;
Tu memoria, SEÑOR, por todas las generaciones.
Porque el SEÑOR juzgará a Su pueblo,
Y tendrá compasión de Sus siervos (Sal. 135:8-14).
¿Quién fue el que venció a Faraón y con grandes hazañas trajo liberación al pueblo de Dios, para luego darles una tierra nueva? La respuesta a la pregunta es evidente. Cuando Israel no podía salvarse, Dios lo salvó. Cuando era demasiado pequeño, Dios le dio la victoria. Cuando no merecía redención, Dios lo redimió.
Cuando Israel no podía salvarse, Dios lo salvó. Cuando era demasiado pequeño, Dios le dio la victoria. Cuando no merecía redención, Dios lo redimió
Dios no escogió y redimió a ese pueblo porque vio que estaría lleno de buenas personas, era fuerte, le serviría para algo o porque era digno. Los redimió porque así lo quiso en Su soberanía. De hecho, las palabras del salmo debían hacer que el pueblo recordara lo que Dios les dijo en los días del éxodo:
Porque tú eres pueblo santo para el SEÑOR tu Dios; el SEÑOR tu Dios te ha escogido para ser pueblo Suyo de entre todos los pueblos que están sobre la superficie de la tierra. El SEÑOR no puso Su amor en ustedes ni los escogió por ser ustedes más numerosos que otro pueblo, pues eran el más pequeño de todos los pueblos; mas porque el SEÑOR los amó y guardó el juramento que hizo a sus padres, el SEÑOR los sacó con mano fuerte y los redimió de casa de servidumbre, de la mano de Faraón, rey de Egipto (Dt 7:6-8).
Dios no escogió ni redimió a este pueblo porque vio que era bueno; Él lo hizo porque Dios es bueno y decidió amarlos. Aquí se nos revela el corazón bondadoso y lleno de gracia de Dios. El Salmo 135 nos recuerda que es a la luz de la soberanía de Dios mostrada en la redención, que podemos confiar en que Su soberanía es buena en toda ocasión.
La gran noticia del evangelio es que hoy tenemos la revelación definitiva del amor de Dios demostrado en la redención final de Su pueblo.
La revelación definitiva de Su amor
Cada página del Nuevo Testamento nos permite ver que Dios toma la iniciativa de la redención de Su pueblo porque lo ama. Así como Dios eligió a Jacob y la nación de Israel para mostrarles Su gracia, así también nos escogió a nosotros, los cristianos de ayer y de hoy. Como dijo Jesús a Sus discípulos: «Ustedes no me escogieron a Mí, sino que Yo los escogí a ustedes» (Jn 15:16).
Y así como Dios redimió a Israel por medio de la sangre de un cordero sin mancha el día en que hirió a los primogénitos de Egipto, así nos ha redimido por la sangre de Jesús para que ahora vivamos para Dios. Así como Dios fue soberano en el éxodo de Israel, así también es soberano en el éxodo que ahora vivimos de la esclavitud del pecado a la comunión gloriosa con Dios. De una tierra manchada por el pecado a una nueva tierra prometida.
A la luz de la soberanía de Dios mostrada en la redención, podemos confiar que Su soberanía es buena en toda ocasión
Israel debía vivir en adoración a Dios por Su soberanía mostrada en Su redención. Si ellos debían adorar a Dios por Su obra y confiar en Su bondad revelada, ¿cuánto más nosotros que hemos recibido una revelación más grande del amor de Dios y tenemos la salvación a la que aquel éxodo en realidad apuntaba?
Considera cómo el apóstol Pedro nos apunta a la soberanía de Dios en nuestra redención por amor: «Este [hablando de Jesús] fue entregado por el plan predeterminado y el previo conocimiento de Dios, y ustedes [hablando a los judíos] lo clavaron en una cruz por manos de impíos y lo mataron» (Hch 2:23). En la cruz, Dios estaba llevando adelante Su plan por encima de los planes humanos.
Ahora piensa en esto: si Dios fue soberano en la cruz para nuestro bien, en el momento más crucial de la historia y cuando todo parecía perdido, ¿no significa eso que podemos confiar en que Él es soberano para nuestro bien en cualquiera de nuestras circunstancias?
La conclusión lógica del evangelio
El Dios soberano sobre la muerte de Su Hijo y en tu redención es el Dios soberano sobre tu crisis matrimonial, tus problemas financieros, tus hijos rebeldes, tu enfermedad, tu soledad, las guerras en el mundo, la muerte de la persona a la que más amas, las crisis nacionales, el precio del dólar, tus estudios universitarios, los problemas que pueda haber entre hermanos en la iglesia y toda la gama de situaciones humanas que nos generan ansiedad, dolor, temor o frustración.
Ante las interrogantes que tenemos por el dolor y el sentido de pérdida, Dios hace más que solo darnos respuestas y argumentos. Él nos revela Su corazón. En el pasado, lo hizo al redimir a Su pueblo de la esclavitud de Egipto cuando no lo merecía. En el presente, luego de la cruz de Cristo, vemos que Él hizo esto al entregar a Su Hijo para redimirnos cuando no lo merecíamos.
Y si Dios nos ama a tal punto que dio a Su Hijo por nosotros, ¿no demuestra eso Su bondad y que Él no es indiferente a nuestro quebranto? Más aún, ¿cómo no va a darnos siempre lo mejor para nosotros? Esta es la conclusión lógica del evangelio: «El que no negó ni a Su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también junto con Él todas las cosas?» (Ro 8:32).
Cuando dudamos de la bondad de la soberanía de Dios, nuestra mayor necesidad es recordar la revelación de Su corazón
Puede que hoy no entiendas el guion que el Dios soberano escribió y ordenó para esta etapa de tu vida. Puede que no te guste y sientas dolor en este momento. Pero si tú supieras todo lo que Él sabe, no cambiarías nada de lo que atraviesas, porque sabrías que la historia completa es para tu mayor bien y para Su gloria. ¿Por qué podemos creer en esto? Porque Él, en Su soberanía, ya nos mostró Su amor de la manera más grande y con ese mismo amor escribe y lleva adelante la historia de tu vida.
Cuando dudamos de la bondad de la soberanía de Dios, nuestra mayor necesidad es recordar la revelación de Su corazón. Esto lo cambia todo. Esto nos hace ver que Dios no solo es digno de que le demos un «me gusta» a Su declaración de soberanía, sino de que le entreguemos todas nuestras cargas y esperemos en Su gracia.